Después de 18 años del secuestro y femicidio de la joven Otoño Uriarte, cuatro de los responsables, Maximiliano Manuel Lagos, Néstor Ricardo Cau, José Hiram Jafri y Germán Ángel Antilaf, fueron condenados a prisión perpetua. El caso conmocionó a Río Negro y movilizó a la población en pedido de justicia.
Los cuatro hombres habían sido declarados culpables en febrero luego del juicio oral, pero este jueves la jueza María Florencia Caruso Martín dio a conocer la condena. El tribunal que juzgó a los homicidas estuvo conformado por Amorina Sánchez Merlo, Juan Puntel y Caruso Martín. Los condenados por "privación ilegítima de la libertad agravada por la participación de tres o más personas, por ser la víctima menor de edad y por haberle ocasionado intencionalmente la muerte" podrán recurrir el fallo.
El juzgamiento de los culpables fue posible a que la abogada de la familia de Otoño Uriarte, Gabriela Prokopiw, logró reunir nueva prueba y presentarla un día antes de que la causa prescribiera. El proceso y la investigación estuvieron atravesados desde un principio por numerosas irregularidades que llevaron, incluso, a la remoción de la exjueza María del Carmen García. Sin la insistencia de la comunidad en el pedido de justicia y verdad no habría sido posible llegar a las condenas y el esclarecimiento de los hechos.
La desaparición de Otoño y las irregularidades en la investigación
El caso de Otoño Uriarte tiene puntos en común con el de María Soledad Morales, de Catamarca: la complicidad patriarcal y la corrupción de agentes institucionales, pero también el involucramiento de la sociedad y la familia para que se conozca la verdad.
Uriarte fue secuestrada en 2006, cuando tenía 16 años, en la localidad de Fernández Oro, de Río Negro. Había ido al polideportivo local a jugar al voley en bicicleta, pero al volver no la encontró y tuvo que caminar hacia su casa. Cuatro jóvenes se la habían robado para obligarla a volver a pie y así emboscarla. Ellos no eran desconocidos para Otoño, regularmente la acosaban, “le decían cosas”, tal como le había manifestado a su padre, cuando pasaba por el lugar.
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Esa noche, al no llegar a su casa y no responder al celular, su padre, Roberto Uriarte, se acercó a denunciar su desaparición, pero la Comisaría, a cargo de los comisarios Ives Vallejos y Víctor Cufré, lo desacreditaron y aseguraron que la adolescente se había ido por su voluntad. Con el pasar de los días, la familia, profesores y compañeros de su escuela comenzaron a reclamar. A partir de ahí se hicieron rastrillajes infructuosos.
Seis meses después de su secuestro, sin que se supiera nada de ella, su cuerpo apareció ultrajado y tirado sin vida en un canal en Cipolletti, el 24 de abril de 2007. Antes de que se esclareciera qué había pasado, el exsecretario de Seguridad Víctor Jufré afirmó que “la chica se había peleado con su padre y luego se había suicidado, por lo cual no hacía falta la realización de una autopsia”.
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Sin embargo, una de las hipótesis más fuerte fue que Otoño resultó ser víctima de una red de trata. Eso se sostuvo a partir de la desgrabación de una conversación entre la Comisaría 8va de Choele Choel, Río Negro, que indicaría vínculos de la institución con los proxenetas. En el diálogo se escucha a un hombre decirle al policía: “¿Sabés qué? Tengo que llevar a una chica para fichar, loco”, a lo que el agente contestó “¿Cómo está?”, y el otro responde: “Está re buena”.
A pesar de los indicios, la exjueza, Del Carmen García, no incorporó las escuchas al expediente. Esa fue una de las irregularidades que incorporadas a su jury de destitución, pero también se sumaron otras, como la pérdida de un informe genético del expediente.
A pesar de todos los obstáculos para avanzar con el caso, que lo demoró durante años y casi llega a su archivo y prescripción, en el último tiempo fue posible reconstruir los hechos a partir de testigos y la prueba odorífica. Es decir, la realizada con los perros que permitieron identificar que en la casa de los condenados estuvo Uriarte antes de ser asesinada. Además, los testimonios permitieron corroborar el acoso hacia la joven y que uno de los culpables, Lagos, tenía vínculo con los proxenetas y que le habrían pagado por secuestrarla.
LM/ML