Hasta hace unas pocas décadas los tatuajes eran considerados una marca de marginalidad y/o de rebeldía. Es que esas manchas indelebles bajo la piel estaban asociadas a, por ejemplo, los presos o los marineros de ultramar. Hoy la realidad es totalmente diferente y el tatoo es una aceptada expresión de la identidad y los gustos personales.
Además, es algo cada vez más común, tal como muestra el reciente estudio realizado por la consultora Voices! Según Constanza Cilley, responsable de esa indagación social, “casi un tercio de los más de 1000 personas que consultamos nos dijeron que ya tienen un tatuaje hecho. Y un porcentaje considerable agregó que ‘tiene la intención de sumar algún nuevo diseño en su piel en los próximos tiempos’”.
En concreto, fue el 31% los que afirmaron tener al menos un tatuaje. En todos esos, el grupo que se destaca es el de mujeres y las personas menores de 50 años, a lo que se suman las personas de nivel socioeconómico más bajo que también integran los grupos más tatuados. Además, es un fenómeno que no se satisface con uno. De hecho, siete de cada diez personas tatuadas dijeron tener más de un tatuaje en su piel.
Y ¿a qué edad suelen hacerse las personas su primer tatuaje? En promedio, la respuesta fue que debutaron con esta decisión por primera vez a los 24 años.
En estas temáticas el género genera ciertas distinciones: si bien a partir de los 50 años de edad la incidencia de hacerse tatuajes es similar en ambos sexos, entre las personas que están transitando las primeras cinco décadas de su vida, la tendencia la lideran claramente las féminas. Y analizando el colectivo femenino que tiene entre 25 y 49 años, ese número aumenta: hasta el 44% contestó ya tener su cuerpo tatuado.
Este fenómeno no es solo local. Por ejemplo, en la población española, el porcentaje de tatuados se ubica entre el 15 y el 20% de la gente. Y también las mujeres lideran esos segmentos.
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Pero no sólo es algo común, sino que también es un fenómeno social en ascenso. El trabajo de Voices! encontró que el 27% de los argentinos “planea realizarse un tatuaje en los próximos 12 meses”. A esto se suma otro 18% que respondió que “aún no lo decidió, pero no lo descarta”. En ese grupo de interesados se destacan las mujeres de entre 18 y 24 años que lideran esta tendencia, y donde hasta el 50% dijo tener la intención de tatuarse.
La ficha del trabajo revela que el trabajo de campo de esta encuesta fue realizado en enero. mediante un formulario online, al que respondieron 1.027 personas, mayores de 18 años, en una muestra representativa de la población.
Motivos para hacerlos
El estudio indagó entre los tatuados cuáles fueron los motivos que tenían para hacerse un tatuaje. En orden decreciente, las razones fueron las siguientes:
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Homenaje a seres queridos tales como familiares, amigos, mascotas (26%).
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Vínculos afectivos: Diseños compartidos con parejas, amigos o familiares (25%)
- Estética (22%).
- Impulsos, recuerdos importantes y superación de momentos difíciles (21%).
- Apoyo al arte del tatuaje (20%).
- Inspiración y motivación, como frases o símbolos inspiradores (15%).
Finalmente, con motivaciones menores pero también presentes, otras de las razones aportadas por los consultados mencionaban la curiosidad, el deseo de sumarse a la moda, la influencia de amigos y el deseo de perpetuar creencias religiosas o espirituales.
Algo interesante del estudio fue su intento de indagar sobre la actual percepción social que se insinúa acerca de los tatuajes. Aunque está en constante variación, lo que encontraron es que la mayoría cree que tener un tatuaje no afecta a la visión que otros pueden tener de él/ella. O depende del contexto (61%). Pero al menos el 17% considera que un tatuaje visible afecta negativamente, y esto es, sobre todo, entre quienes no tienen tatuajes y dentro de los grupos de nivel socioeconómico más elevado.
“Mi cuerpo es un lienzo y el tatuaje un arte”
Por Trinidad Romano (*)
Mi primer tatuaje fue a los 17 años. Siempre me gustaron, pero vi la oportunidad de hacerme uno cuando los chicos de mi edad empezaron a tatuarse. Dos días después de mi cumpleaños, invité a mi mamá a la casa de mi papá para hablar con ambos. Los senté en el sillón del living y les dije: “Quiero que me den vía libre para tatuarme lo que quiera cuando quiera, confíen en mí”. Por suerte, me dijeron que no, pero me dieron permiso para realizarme uno.
Tenía que ser perfecto y estar exactamente ubicado donde yo quería, que sea un diseño específico y que no se realizaran mayores cambios. Tenía que estar en un lugar donde no lo pudiera ver con frecuencia: me habían dicho que tenerlo a la vista me iba a aburrir.
Estaba nerviosa, pero feliz, dejándome con ganas de más. Sin embargo, me sentía limitada, ya que necesitaba otorgarle una explicación a cada tatuaje para “justificarlo” a la hora que me preguntaran el porqué. Mi ingenuidad me hacía creer que requerían obligatoriamente un significado detrás, buscando la perfección.
Con los años y más madurez, llegué a percibirlo como lo que hoy en día me apasiona: arte. Visualizo mi cuerpo como un lienzo, en el que cada tatuaje es una obra de diferentes artistas. Cada estilo y cada trazo retratan momentos de mi historia, creando una galería personal que llevaré conmigo para siempre. Adopté la idea de que los tatuajes decoran mi cuerpo; el único significado que necesito es el momento que representaron cuando me los hice.
En Estados Unidos, casi un tercio de los adultos cuenta con un tatuaje en su cuerpo
Sin embargo, los diseños realizados en la Trini perfeccionista de aquel entonces no generan ningún arrepentimiento, ya que son parte de mi recorrido personal. De hecho, aquella adolescente de 17 años estaría orgullosa de saber que eliminé la barrera que me impedía disfrutar plenamente el proceso del tatuaje. Sigo conservando con cariño los diseños dedicados a familiares, las fechas y las palabras que me recuerdan a ellos.
Mis preocupaciones sobre cómo se verán en años, el porqué y las connotaciones del afuera se difuminan cada vez más cuando recorro mis tatuajes, rememorando las experiencias que los acompañaron. Representan alegría, independencia, libertad y, a veces, nostalgia. Logré dejar de lado la necesidad de justificar el porqué y aprendí que la única explicación que necesito es que me hacen feliz.
(*) Editora de “Proyecto Inked”