SOCIEDAD
Fervor mundial

Papa Francisco: qué lugares de Buenos Aires lo inspiraron para “hacer lío” y desatar nudos

Los tours que recuerdan las vivencias argentinas de Jorge Bergoglio se multiplicaron por 30. Suman emociones nuevas a la vigilia de flores, velas y rezos con que el mundo entero sigue, minuto a minuto, la internación del Papa argentino en Roma. Viaje por el túnel del tiempo de una celebridad.

Papa Francisco misa en la Plaza de la Constitución 20250224
Cientos acuden a misa por el papa Francisco en plaza argentina donde denunciaba la exclusión. | AFP

El mundo entero reza por la salud del Papa Francisco y la vereda del Largo Agostino Gemelli nº 8, en Roma, se llena de flores, velas y buenos augurios por la pronta recuperación del más célebre de los 1575 pacientes que en este momento alberga el Hospital Universitario Gemelli. Mientras tanto, acompañando a la distancia, en Buenos Aires tomaron inusitado vigor los tours porteños que llevan turistas a repasar más de una quincena de tópicos representativos de la vida y obra de Jorge Bergoglio, el Papa argentino.

Si bien el historial de su ficha médica sumaba una serie de afecciones (pie plano; renguera; las contracciones del nervio ciático; lumbalgia; cirugía de vesícula, intestino grueso y cataratas; hernia abdominal y varios achaques respiratorios durante los crudos inviernos itálicos), nada puso tanto en vilo a la humanidad como la internación del 14 de febrero, por neumonía bilateral, que luego se complicaría aún más.

Es que a los 88 años de edad y con el pulmón derecho mutilado por una pleuresía que, a los 21, casi le costó la vida, en cuestión de horas la consternación se dispersó en plegarias dichas en todas las lenguas de Babel.

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Papa Francisco gira por Indonesia y naciones del Pacífico
El Papa Francisco de gira por Indonesia, "haciendo lío".

“Leve mejoría”, “comenzó a recibir la Eucaristía a diario”, “va retomando su actividad laboral”, “habló con el párroco de la Franja de Gaza” son frases escuetas pero suenan a redoble de campanas en los amaneceres en vilo. En este momento hay esperanzas y se espera, se desea, que pronto el Papa argentino vuelva a “hacer lío”.


Papa Francisco en Buenos Aires

En su tierra lejana, Buenos Aires se puebla de turistas locales y extranjeros que no quieren perderse ni una de las instancias de la nutrida épica que llevó a Jorge Mario Bergoglio hasta la cima católica de las siete colinas de Roma, el 13 de marzo de 2013, cuando sucedió a Benedicto XVI.

“En noviembre hacíamos más o menos un tour por mes, pero ahora, uno por día, siempre a las 10 hs, pero a veces hay que sumar más horarios”, cuenta Víctor Barros, guía turística del recorrido franciscano que ofrece Civitatis. En español, portugués, inglés e incluso italiano, ni sábados y domingos tienen descanso. Papamanía a full.

Durante no menos de tres horas, un itinerario porteño ata cabos sueltos que arrancan por la semilla italiana, como merece cualquier historia de inmigrantes.

Buenos Aires desata nudos

Un “revés” del destino hizo que los ancestros de Bergoglio perdieran el viaje planeado a América, pero de no haber sido así, hoy no tendríamos Papa Francisco.

El piamontés Mario Giuseppe Bergoglio (1908-1959) vino a Buenos Aires con sus padres (los abuelos del Papa, Giovanni Angel Bergoglio y Rosa Margherita Vasallo) con dos años de demora.

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Tenían boletos para embarcarse en el colosal buque Principessa Mafalda, que hacía dos décadas era la reina del Atlántico entre Génova y América. Sin embargo, como le había sucedido al Titanic 15 años antes, el tremendo buque de 141 metros de eslora nunca llegó a puerto.

El 11 de octubre de 1927, el Principessa Mafalda zarpó de Génova, y debía llegar a Buenos Aires 14 días más tarde, luego de hacer escalas en Barcelona, Dakar, Río de Janeiro, Santos y Montevideo. Sin embargo, comenzó a hundirse a 80 millas náuticas de Salvador de Bahía.

Principessa Mafalda buque mercante italiano
Principessa Mafalda. El destino quiso que los Bergoglio perdieran este barco que se hundió sin llegar a Buenos Aires.

Casi la mitad del pasaje del Principessa Mafalda murió antes del rescate y los Bergoglio no estuvieron entre los difuntos: a último momento cambiaron los tickets por otros, para el año 1929, en el Principe Giulio Cesare. No habían terminado de vender los bienes que tenían en Italia y Benito Mussolini no les daría un salvoconducto para regresar por ellos.


Cuando chico, odiaba que en su casa se hablara piamontés"

Tres tíos de Mario José (Lorenzo, Eugenio y Vittorio) ya vivían en Entre Ríos, en donde habían puesto una empresa de pavimentos. Hacia allá fueron los recién llegados, dispuestos a empezar de nuevo y no querían volver a perder. En pleno verano, la abuela Rosa sudaba la gota gorda bajo el tapado de piel, donde escondía el fajo cosido de billetes en que se había convertido toda su fortuna.

Desprovistos de cuanto poseían para venir a hacer su América, la crisis del 30 los desplumó; la pavimentera voló por el aire y los Bergoglio aterrizaron en el barrio de Almagro, a metros de la intersección de México y Quintino Bocayuva.

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Justo allí, por donde hoy pasa el 56, había una comunidad de salesianos y el papelito estrujado en el bolsillo de don Giovanni decía clarito: “Casa Salesiana San Antonio, preguntar por Enrique Pozzoli”. No se olvide que el abuelo paterno del Papa, era nacido y criado en Turín, la ciudad piamontesa en donde San Juan Bosco había fundado la congregación que lleva el nombre de San Francisco de Sales.

Era ahí y es aquí, en México 4040, la primera parada del tour porteño que repasa la vida y obra del Papa Francisco. Allí a 8 cuadras del Parque Rivadavia comienza esta historia del hombre más famoso de la cristiandad, al menos en lo que va del siglo XXI.

Papa Francisco
De Jorge Bergoglio a Papa Francisco, un tour por Buenos Aires repasa el recorrido de su vocación y popularidad.

¿Y cómo no iba a ser fanático de San Lorenzo? En el umbral de la Casa Salesiana de Almagro, donde por fin los Bergoglio apoyaron sus maletas esperanzadas al llegar a destino, una placa azul fileteada recuerda al Reverendo Padre Lorenzo Massa, “sacerdote, misionero, apóstol, docente, historiador”… ¡y futbolero empedernido!

Fue este cura de sotana, también salesiano, el fundador del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, que tuvo aquí su primer campito, nacimiento entre las sotanas (de ahí lo de “cuervos”) y alborotador del barrio como un “ciclón”, hasta mudarse a Boedo y después, a Bajo Flores.

El Papa que invitó a “hacer lío”

Como había hecho con sus hermanos piamonteses, el Padre Enrique Pozzoli recibió a Giovanni Bergoglio y familia con los brazos abiertos, cuando llegaron sin nada. Los ayudó a instalarse y fue “el cura de la familia” durante décadas. Fue él quien, sin querer queriendo, hizo de Celestino cuando dio la misa en la que Mario José (ya contador y empleado del Ferrocarril) conoció a Regina María Sívori Gogna (1911-1981), una argentina hija de compadres.

“Era 1934 y hubo flechazo inmediato. Se enamoraron, al año se casaron y el 17 de diciembre de 1936 nació Jorge Mario Bergoglio, el primogénito de los cinco hijos de la familia. Una semana después, en Navidad, Pozzoli ya lo estaba bautizando en esta misma iglesia, la segunda parada de nuestro tour”, presenta Víctor Barros.

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“Por Avenida Alberdi vamos a la tercera escala del tour, la casa natal de Bergoglio, en Varela 268”, agrega el guía. Al llegar, una placa de mármol veteado lo recuerda junto a un oportuno “Rezamos por vos”.

Con paciencia franciscana, los vecinos de Flores esperan sin perturbarse que los fans tomemos fotos junto al portón angosto de dos hojas de vidrio sostenidas por una añeja reja de hierro. Metemos la nariz donde no se debe y ahí está el zaguán profundo a cielo abierto, reverdecido por las macetas que se reparten una tupida espada de San Jorge (“lengua de suegra”), una calathea y una palmerita aun erguida con dignidad, pese a sus buenos años.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
Casa natal de Jorge Bergoglio, en Varela 268, Flores; en este PH de 4 ambientes y terraza aprendió a caminar.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
Casa natal del Papa Francisco, en Flores. Debreía preservarse.

Sólo hay dos casas en este PH, pero hoy nadie vive en los cuatro ambientes de 87 metros cuadrados en los que el Santo Padre vino al mundo, a las 21 horas según apunta el guía, citando al historiador Daniel Vargas, que encontró la partida de nacimiento del hijo mayor de los Bergoglio, echando por tierra un error de años: que Regina había dado a luz en la casa de Membrillar 531.

“Los que nacen al mediodía son más equilibrados”, apunta Aurea, y todos le clavamos la mirada, atentos a la conclusión de la improvisada carta astral que le dicta el legado incaico de su origen peruano. Viene a la mente el “recen por mí” que, apenas electo, el Papa número 266 tiró al urbi et orbi, él sabrá por qué.

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Aunque refaccionada, esa casita de azúcar en donde el Sumo Pontífice aprendió a decir “mamá” mientras daba tumbos por el pequeño patio central, sigue tan intacta como a fines del 30, con los pisos de madera original, las nobles aberturas de entonces, la escalera de mármol que lleva al entrepiso y la terraza abierta al celeste porteño.

En 2021, el lugar estuvo en venta, pero hoy parece vacío y debería conservarse.

Al ver la simpleza de las viviendas argentinas que atravesaron su infancia y adolescencia, se comprende por qué, ya Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, declinó mudarse al Palacio Apostólico Vaticano –como, desde 1903, lo habían hecho todos sus antecesores- para instalarse en la “modesta” Casa de Santa Marta, con la única valijita que había armado para su viaje express a la Capilla Sixtina. Le sobraban estantes y roperos. En 2013, la revista Time lo nombró “Personalidad del año”.


El Papa Francisco cuando era Jorge Bergoglio

En Varela 268, los Bergoglio vivieron hasta que Jorge cumplió los cinco años. La familia crecía: llegaron Oscar, Marta, Alberto y María Elena, la menor de todos, de quien la separan 12 años y los une un inmenso amor, aunque ella esté en Ituzaingó y él sea el soberano del Estado más pequeño del mundo.

Fue entonces en 1940 cuando se mudaron a la fresca casa con ancha vereda arbolada de Membrillar 531, más fresca aún gracias a la Plaza Herminia Brumana, a 50 metros, en donde Jorgito aprendió a embarrarse, patear pelotas y pintar las rodillas con moretones.

Y así, con mucho de esas pocas cosas y sin darse cuenta, pasaron los años de la educación primaria laica, en la Escuela Nro. 8 Coronel Ingeniero Ignacio Pedro Antonio Cerviño (Varela 358), otra más de las paradas del tour).

Casi de un día para el otro Jorge Bergoglio se hizo adolescente.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
En la Casa Salesiana San Antonio Jorge Bergoglio cursó el colegio primario.

Su familia seguía alimentándose espiritualmente de los salesianos y él no contradecía esa devoción: procesiones en el María Auxiliadora o en el San Antonio de la calle México; con la abuela, visita cantada al Oratorio de San Francisco de Sales; sexto grado (1949) como alumno pupilo en el Colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, en Ramos Mejía.

El nivel secundario llevó al fan de San Lorenzo hasta Nuestra Señora de la Misericordia, Colegio Incorporado Normal y Liceo (Av. Directorio 2138). En ese mismo lugar también convergen los recuerdos argentinos de su Primera Comunión, meciéndose al ritmo de las arboledas de la Plaza Varela, en la esquina de Camacuá. Sobre el muro arenoso del pórtico de la basílica, una gigantografía del Papa con anteojos y saludando a mano alzada, se impone con una leyenda: “Me miró con misericordia y me elgió”.

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El secundario de Bergoglio concluyó en la Escuela técnica Hipólito Yrigoyen, de Monte Castro, de donde se graduó Técnico Químico, título que le permitió trabajar en un laboratorio antes de ingresar al seminario y encarar su verdadera vocación, la sacerdotal, el servicio.

En 2013, cuando los argentinos y el mundo entero celebraban que Jorge Bergoglio había sido elegido Papa del orbe católico, una vecina de Flores, Amalia Damonte, cobró inesperado protagonismo con un relato incomprobable: “Si no me caso con vos, me hago cura", le habría dicho el Santo Padre, cuando ambos tenían 12 años y todavía esperaban a los Reyes Magos.

"Recuerdo perfectamente que hizo un dibujo donde aparecía una casa que tenía el techo rojo, era blanca y abajo decía: ‘Esta es la casita que te voy a comprar cuando nos casemos’ ”, insistió la amiga (¿más que amiga?) de la infancia.

¡¿Novia?!” Saltó María Elena Bergoglio, al enterarse. “Nunca tuvo novia. Le gustaba mucho una chica, que es a la que iba a decirle lo que sentía, aunque al final se declaró a Dios", condimentó José Ignacio, el sobrino, fundador de la organización solidaria “Haciendo Lío”.

Lo pasado, pisado.

Haciendo lío

Mientras los turistas correteamos buscando un techo para refugiarnos del aguacero feroz de fines de febrero, Víctor Barros cuenta que el tour tiene tanta demanda que no se suspende por lluvia y pudimos constatarlo.

A pesar del diluvio, Víctor se entusiasma y retoma las historias papales. Durante todos esos años, Jorge tuvo un vínculo especial con su abuela Rosa Vasallo, católica ferviente. Y fue así hasta el día de 1974 en que falleció en el Sanatorio San Camilo, sobre la calle Angel Gallardo. Ella fue la mujer que más influyó en su personalidad, en principio porque pasaron largas tardes juntos mientras ella se hundía en la nostalgia de los recuerdos de su madre patria, cuando hacía obras benéficas para los más pobres.

De su madre, en cambio, se le pegó el amor por la música. El la acompañaba con el oído adherido a Radio Nacional, para escuchar música clásica.

Dejó el mejor de los recuerdos como hombre que “hacía lío”, si esa era una buena herramienta para evangelizar; aceptó ser actor en A la hora undécima"

De ahí vendrá esa imperiosa necesidad del Sumo Pontífice de dejarse transportar por los pentagramas de Johann Sebastian Bach cuando necesita, entre mates, poner en orden el barullo de sus preocupaciones. Y gracias a las dos, madre y abuela, su italiano fue fluido desde el primer día en que su sotana y su vocación lo llevaron a la ciudad de San Pedro, a pesar de que –cuando chico- odiaba que en su casa se hablara piamontés.

Jorge Bergoglio en el Colegio Salesiano de Ramos Mejía
Jorge Bergoglio, pupilo durante un año en el Colegio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles, sede salesiana en Ramos Mejía.

Por la calle Pedernera se alcanza la Avenida Rivadavia 6950, parada esencial en este circuito de homenaje. Aquí mismo, justo enfrente de la Plaza Gral Pueyrredón (Plaza Flores), está la Basílica San José de Flores, “sucursal del Vaticano” según los vecinos, y para los cultores de la papamanía, punto exacto en donde sucedió la epifanía en la vida de Bergoglio y el joven decidió consagrar su vida a la religión.

Fue el 21 de septiembre de 1953 y Jorge Bergoglio tenía 17 abriles. Iba a festejar el día del estudiante con compañeros de la Acción Católica, grupo en el que militaba con amigos. Llegó primero y, mientras esperaba al resto, fue a confesarse. Arrodillado frente al sacerdote, algo sucedió en él. “Dios lo llamó”, explicó después.

Una placa recordatoria, una lámpara votiva, un San José yacente que no da abasto a los pedidos de miles de papelitos y un hermoso retrato del Santo Padre rodean impecables al almohadón bordó del confesionario de madera lustrada, exacto lugar en donde el cura del barrio perdonó los pecados de Bergoglio hace 72 años, lo bendijo y le ayudó a aceptar su vocación.

La intimidad del diálogo entre Bergoglio y su familia

Con todo, ese fue un secreto dos años y eligió revelarlo en el restaurante de la esquina, ahí nomás, en Rivadavia y Rivera Indarte, cuando la familia unita se reunió para celebrar los 20 años del matrimonio oficiado por el padre Enrique Pozzoli, también presente. Antes de que llegaran los postres, avisó que no iba a estudiar medicina, como esperaban, sino que sería “médico de las almas”, cura, ¡bah!

A Jorge Mario se le cortó la digestión y en segundos Regina sintió que el alma se le caía al centro de la Tierra. Rosa, la abuela, quebró el silencio sepulcral: “si cambiás de idea, siempre podrás volver a casa”, dijo, y no se habló más. Finalmente todos lo aceptaron. Sólo a Icaro se le ocurriría desafiar la voluntad de Dios.

El Papa Jesuita en Buenos Aires

Bergoglio se internó en el Seminario Metropolitano Inmaculada Concepción de Villa Devoto y fue un camino de ida. Esas inmensas cuatro manzanas que guardan el susurro de miles de padrenuestros desde fines del 1800 fueron su hogar durante dos años. Fue allí donde debió sortear otro golpe del destino: la infección pulmonar que casi lo llevó a la tumba; pero sobrevivió.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
Membrillar 531, la segunda casa de la infancia del Papa Francisco.

Todo indicaba que su fe lo orientaba de forma natural hacia la orden salesiana. Sin embargo, a los 23 años eligió la ruta jesuítica.

Una vez recuperado, a fines de marzo de 1960 partió a Chile para hacer un “juniorado” en la Comuna Hurtado de la Compañía de Jesús, a 25 kilómetros de Santiago de Chile. En ese paraje inhóspito que solo podía atravesarse en carro tirado por caballos, Bergoglio confirmó su fascinación del silencio, el sonido del mundo interior, la sed de saber, la camaredería (hizo de actor en una obra de teatro,), y su completa entrega al corazón de Cristo.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
Flores. Una enorme placa recuerda las horas en las que el Papa Francisco jugaba sobre la Plaza Herminia Brumana.

Y a sus compañeros de la Casa Loyola les dejó el mejor de los recuerdos como hombre que “hacía lío”, si esa era una buena herramienta para evangelizar. Y fue por eso que aceptó ser actor en la pieza teatral A la hora undécima.

“Siempre contabas con él, además de ser muy inteligente, por sobre la media. Cuando alguno tenía dificultad con lo que pasaba en el curso, tú hablabas con él y te destrababa el problema”, contó Luis Bresciani, quien luego llegó a ser presidente del Tribunal de Ética del Colegio de Arquitectos de Chile. Bergoglio desataba nudos.

Cuadros, miel, orfebrería y una Virgen Desatanudos para el Papa

Regresó al país en febrero de 1961y todavía hoy guarda los apuntes de clases de historia de la cultura e historia del arte del Profesor José Donoso; lo admiraba.

“Ya en Buenos Aires, fue profesor de Literatura y Teología en el Colegio del Salvador, acá mismo, en Callao 542, que pertenece a la Compañía de Jesús –vuelve a la carga el guía, incansable, mientras nos esquiva la marea de alumnos que entran y salen abriéndose paso entre el grupo.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
Tomó la comunión durante su paso por el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia. La Hermana Dolores era su preferida; por ella rezó una noche entera, antes de que falleciera; para ella era un buen alumno, pero travieso, siempre haciendo lío.

“Después se fue a dar clases de Literatura y Psicología a la escuela jesuita Inmaculada Concepción, en Santa Fe, en 1964 y 1965” repasa.

“Se ordenó cura en 1969 y lo primero que hizo fue bendecir a su madre Regina”, dice casi sin respirar: “Fue superior provincial de los jesuitas en Argentina, en la difícil década del 70 [1973-1979]. En el ‘76 le pedía a sus curas que no hablaran de política, para no meterse en más líos todavía…pero bueno… Luego [1980-1986] estuvo en el rectorado del Colegio Máximo y en la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel”.

Vivió seis años en Córdoba y lo nombraron obispo de la diócesis de Oca en 1992 y, en simultáneo, obispo auxiliar de Buenos Aires, con derecho a suceder a Antonio Quarrachino –quien puso un ojo en él y dio en el blanco-, cosa que sucedió en 1998, cuando su mentor falleció y Bergoglio heredó el cargo de arzobispo de Buenos Aires, en la Catedral Metropolitana, parada obligada que incluyen todos los tours.

Allí estuvo, hasta que la fumata blanca del deber lo llamó en 2013, desde la Capilla Sixtina. “¡Ah! y mientras tanto, como si tuviera tiempo libre, fue Gran Canciller de la Universidad Católica Argentina”, cierra Víctor y al fin toma aire.

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Hasta ese día, salía todos los días a caminar y se perdía entre los porteños para comprar su periódico en el puesto de diarios de Hipólito Yrigoyen y Bolívar, parada en algunos recorridos. El tour de Civitatis solía incluir también “una pasada” por la cancha de San Lorenzo, pero los vecinos de Bajo Flores no recibían muy amablemente a los turistas y el tópico azulgrana del recorrido se desprogramó hasta nuevo aviso.

Tour Papá Francisco en Buenos Aires.
Basílica San José de Flores. En este confesionario Bergoglio decidió que sería cura, en 1953. Tenía 17 años.

Otros contingentes suman un tiempito por la Parroquia San José del Talar, en el barrio de Agronomía, Villa Devoto. Allí se exhibe una pintura donada por el Papa con la imagen de la Virgen Destanudos, su versión mariana favorita. La hizo Ana María Betta de Berti, a partir de una estampita que había comprado el mismo Bergoglio, mucho antes de llegar al Vaticano.

Oraciones por el Papa Francisco
Salud del Papa Francisco. El mundo entera reza cadenas de oracines y hace vigilia por el Papa argentino.

De manera simbólica, todas las visitas guiadas concluyen sobre la vereda de Bolívar 225, frente a la Iglesia San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los jesuitas.

En total son más de dos decenas los rincones porteños y del Gran Buenos Aires que reclaman centimetraje y patria potestad en la road movie del primer Papa argentino, el primer Papa jesuita de la historia, el primer Papa americano e, incluso, el primer Papa “no europeo” desde Gegorio III. Todo el planeta sigue rezando por él, una nueva misión para la Virgencita experta en desatar los nudos difíciles.