Francisco Wichter, uno de los últimos judíos sobrevivientes de la famosa lista de Schindler, falleció a los 99 años en Buenos Aires, donde emigró tras sobrevivir al nazismo. Su vida estuvo marcada por las tragedias del Holocausto, pero también por la valentía de contar su historia y por el milagro de haberse cruzado con el empresario alemán Oskar Schindler, quien lo incluyó en su lista de empleados protegidos.
El anuncio del fallecimiento del último sobreviviente de la emblemática fábrica metalúrgica fue realizado por su nieto Tomás, quien, con mucha tristeza, difundió un breve mensaje a los allegados. "Te cuento que falleció mi abuelo, quien dedicó gran parte de su vida a contar su historia y legado. Si su muerte sirve para reflotar su historia, bienvenido sea", dijo. Este mensaje no solo conmemora la vida de Francisco, sino que subraya la importancia de mantener viva la memoria histórica del Holocausto.
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Wichter, que murió el pasado de 26 de febrero en la capital argentina, dejó un legado invaluable sobre las atrocidades sufridas por millones de personas durante la maquinaria de exterminio nazi montada en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial. Inspirado por la película de Steven Spielberg "Lista de Schindler" (1993), el hombre que rehizo su vida en Argentina se animó a contar su historia después de décadas de silencio, dejando plasmada su propia idea del Nunca Más en un libro testimonial.
Una infancia interrumpida por la invasión nazi
Francisco, originalmente llamado Faivel Wichter, nació el 25 de julio de 1926 en un pequeño pueblo polaco. Criado en una familia judía, con padres que eran zapateros, pasó una infancia feliz en compañía de sus cinco hermanos: Hanka, Rosa, Zlota, Sara y Elías. Sin embargo, al igual que en otros puntos de Europa, la paz de su hogar y su comunidad se desplomó con la invasión nazi a Polonia en 1939. Como muchos niños de su época, Wichter fue despojado de su niñez debido a los efectos de la guerra.
"Tenía que empezar el colegio el 1 de septiembre. Quería empezar el colegio. Pero era 1939. Hitler invadió mi país. Y el mundo entró en guerra", recordó Francisco en una entrevista con Clarín. Con solo 13 años, el joven Wichter vio cómo su vida —y la de millones de personas— se transformaba en una pesadilla de violencia y muerte.

A medida que la guerra avanzaba, Wichter y su familia fueron arrastrados a los campos de concentración. Al igual que millones de judíos, experimentó el desarraigo y el sufrimiento en su máxima expresión, perdiendo a sus padres y a sus cinco hermanos a manos de los nazis.
Número 371: la supervivencia a través de Oskar Schindler
La vida de Francisco Wichter dio un giro radical cuando, en 1944, fue incluido en la lista de Schindler. Esta lista, famosa por salvar la vida de miles de judíos, fue una de las pocas oportunidades de sobrevivir que los prisioneros en los campos de concentración tenían. Wichter fue transferido desde el campo de Plaszow, en Polonia, a la fábrica de Oskar Schindler en Brünnlitz, entonces Checoslovaquia.
Este fue el giro que cambiaría su destino. Schindler, un hombre inicialmente vinculado al nazismo y cuya fábrica producía municiones para el régimen, se convirtió en un héroe para muchos judíos al salvar sus vidas al emplearlos bajo condiciones relativamente mejores que en los campos de concentración.
"Los prisioneros de Plaszow estábamos catalogados como obreros metalúrgicos y, junto con los judíos que ya trabajaban para él, fuimos incluidos en una lista de gente que se iría para allá. Nos convertimos en la Lista Schindler: hombres y mujeres a quienes el destino les tenía previsto un respiro en medio del infierno", narró Wichter.
A Faivel lo identificaron con el número 371 en la lista de Schindler, un pequeño, pero crucial gesto que lo salvó de la muerte. "Las condiciones de trabajo en la fábrica eran arduas, pero al menos comíamos bien, no pasábamos hambre, y el trato era mucho más humano que en otros lugares", relató en su autobiografía.
En la fábrica de Schindler, las condiciones eran radicalmente distintas a las de los campos de concentración. Aunque seguían siendo forzados a trabajar sin recibir una contraprestación monetaria, el trato de Schindler y su esposa Emilie fue mucho más humano en comparación con el trato que recibían en otros lugares. “No teníamos nombre ni ropa propia, pero comíamos bien, no pasábamos hambre ni sufríamos maltrato. Siempre teníamos calefacción y agua caliente, incluso en las habitaciones colectivas donde dormíamos. Emilie se las arreglaba para conseguir remedios para los enfermos”, recordó.

A pesar de las difíciles condiciones de trabajo, Francisco y los demás prisioneros disfrutaron de una cierta protección gracias a la intervención de Schindler. "No había muchas muertes, pero cuando ocurría alguna se hacía un entierro por la noche, en un cementerio católico, con la mínima legitimidad de una ceremonia. Poder dar una sepultura, aunque no fuera judía, pero por lo menos humana, era reparador", señaló.
De Faivel a Francisco: la nueva vida en Argentina
El 7 de mayo de 1945 Francisco Wichter escuchó a través de la radio la noticia de la rendición incondicional de Alemania. Era el final de la guerra en Europa, y con ello, el final del régimen nazi. "Oskar nos agradeció el esfuerzo que todos habíamos hecho para sostener su fábrica, nos informó que la cerraba y que, a partir de ese momento, cada uno de nosotros era libre. Atravesamos el portón de salida con emoción y miedo", recordó Wichter.
A partir de entonces, Francisco y otros sobrevivientes empezaron a reconstruir sus vidas. Wichter, junto a Hinda, una sobreviviente de origen judío que conoció durante su tiempo en el campo de concentración, se embarcó en un viaje hacia Buenos Aires, donde empezarían de cero. "Dejé de ser Faivel. Dejé de ser el número 105.262. Dejé de ser el trabajador 371. Pasé a ser Francisco", recordó en una oportunidad. En la capital argentina, Francisco se estableció como relojero y formó una familia, compuesta por dos hijos, seis nietos y diez bisnietos.
Francisco Wichter mantuvo su historia en secreto durante muchos años, pero fue la película La lista de Schindler (1993), dirigida por Steven Spielberg, la que lo impulsó a compartir su testimonio con el mundo. "Una noche, salí a la calle a despejarme, porque no podía dormir. La película estaba en mi memoria repitiendo y repitiendo", contó Wichter en una entrevista con La Nación. Fue entonces cuando decidió escribir su historia y darla a conocer. En 1998, publicó su libro Undécimo mandamiento: testimonio del sobreviviente argentino de la lista de Schindler, donde relató su experiencia y compartió su testimonio con el mundo.
Desde la publicación de su libro, Francisco Wichter dedicó el resto de su vida a dar testimonio de lo vivido y educar a las nuevas generaciones sobre el Holocausto. Con cada charla y con cada aparición en los medios insistió en la importancia de recordar para evitar que la historia se repitiera. "Siempre sentí que mi historia era importante para que el mundo recordara lo que pasó. Para que nunca se repita", decía Wichter con la firme convicción de que el testimonio de los sobrevivientes era fundamental para el futuro.
El fallecimiento de Francisco Wichter marca la desaparición de uno de los últimos sobrevivientes de la Lista de Schindler, pero su legado sigue vivo en su testimonio que da cuenta del horror y la deshumanización de los judíos durante el Holocausto. En sus últimos años, Wichter afirmó que sentía que su misión en la vida era compartir su experiencia. "Si su muerte sirve para reflotar su historia, bienvenido sea", expresó su nieto Tomás, reconociendo la memoria de Francisco Wichter.
CD/ML