“Argentina –lo quiero decir por amor a mi patria y en honor a la verdad– es una tierra de migrantes. Somos migrantes de la guerra, españoles, italianos, libaneses, polacos, de todos lados”, afirmó el papa Francisco en una entrevista en 2018.
Solía apelar a su carácter de hijo de inmigrantes italianos para reforzar sus palabras sobre este tema, al que se refería con frecuencia.
Cuando Mario José Bergoglio y Regina Sivori, padres de Jorge, emigraron a la Argentina, allá por el año 1929, la población migrante en el país representaba el 29,29% del total y provenía principalmente de Europa.
Ahora, y según el último censo de población, del año 2022, la proporción de migrantes es del 4,2%, y quienes nacieron en países limítrofes y otros de la región (como Venezuela, por ejemplo) son la mayoría.
Tal vez por ese pasado es que el tema de las personas migrantes y refugiadas ocupó gran parte de la agenda de Francisco. Su primer viaje fue en julio de 2023, a la isla italiana de Lampedusa, uno de los principales puntos de entrada de las personas migrantes que cada año intentan cruzar el Mediterráneo.
Misa. “Inmigrantes muertos en el mar, por esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía de muerte. Así decía el titular del periódico. Desde que, hace algunas semanas, supe esta noticia, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha vuelto sobre ella continuamente, como a una espina en el corazón que causa dolor. Y entonces sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita”, comenzó diciendo en la misa que brindó luego de reunirse con familias refugiadas.
Sus palabras tenían asidero en una realidad que el “Proyecto migrantes desaparecidos” de la OIM lleva documentando desde 2014: desde ese año, 74.356 personas murieron en diferentes rutas migratorias del mundo.
La más mortífera es la del Mediterráneo central, con 24.788 casos. Se estima que, por las precarias condiciones de esos viajes y la cantidad de desaparecidos, podrían ser muchos más.
Entre otros gestos hacia esta población, Francisco llevó a tres familias sirias refugiadas desde la isla griega de Lesbos hasta Roma. Por la guerra que comenzó en 2011, y según el último informe de Tendencias Globales de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), 13,8 millones de sirios se encontraban desplazados por la fuerza de su país para fines de 2023.
El cuerpo de Alan Kurdi, el niño de 4 años que apareció en las costas de Turquía en 2015, fue un recordatorio de la crisis humanitaria, que paulatinamente comenzó a tomar una dimensión mayor en los medios de comunicación.
“Yo soy hijo de migrantes. Y si no hubiera habido gente que hubiera ayudado a mi papá cuando llegó a los 22 años como migrante, yo no hubiera estado aquí hoy”, afirmó el Papa en la misma entrevista citada.
Si nadie hubiera ayudado a su padre, el mundo no hubiera tenido a Francisco.