Villa Gesell está conmocionada por el brutal accidente en el que una garita se desplomó sobre un albañil de 22 años que esperaba el colectivo para volver a su casa. Desde la semana pasada, Ramón Amarilla tiene los ojos vendados y duerme en el sopor de los anestésicos. Ya le sacaron las dos piernas y evalúan amputarle un brazo.
El 26 de diciembre, Amarilla y José Rolón, compañeros de obra, se iban a dormir después una cena con amigos en el sur de la ciudad. En Gesell hay una sola línea de colectivos, la 504, aunque con varios recorridos, identificados por el cartel del parabrisas. Los dos compañeros esperaban el ramal "Monte Rincón", que va a los barrios periféricos, en la parada de Paseo 133 y Boulevard Silvio Gesell. Un crujido los sorprendió, era la garita de hormigón de la parada, y Ramón empujó a José pero no pudo resguardarse a sí mismo y expresó su dolor en alaridos angustiantes.
“Empecé a gritar, desesperado, pidiendo ayuda. Vino el dueño de una parrilla que está en esa esquina, después frenó un remisero, más tarde llegaron los bomberos y, con toda la gente que empezó a aparecer, llegamos a ser como 50 personas. Así y todo, no podíamos mover esa porquería, que cayó entera sobre Ramón”, le contó José Rolón a una emisora local. “Él había quedado atrapado y yo le pedía que no se mirara la pierna, porque directamente no la tenía. Al final, pudimos levantarlo con un cricket, pero era tarde, estaba todo reventado. Fue horrible”.
Después de algunas observaciones en el Hospital de Villa Gesell, Amarilla fue trasladado al Interzonal de Mar del Plata, donde suelen derivarse los pacientes que presentan diagnósticos de gran complejidad. Pero el peso de la garita ya le había provocado daños irreparables: esa misma noche le amputaron una pierna y el sábado 30 tuvieron que extraerle la otra. Además, tiene uno de sus brazos seriamente comprometidos y presenta una infección pulmonar. Su estado de salud es delicado y las fuentes sanitarias guardan celosa reserva sobre los pronósticos de su suerte.
Y mientras Amarilla sobrevive en camillas, en Villa Gesell comenzaron el debate sobre las responsabilidades institucionales de una tragedia que ya tuvo un preanuncios y antecedentes. En marzo pasado, por ejemplo, otro refugio se había desmoronado de la misma forma. Estimulado tal vez por la ausencia de víctimas humanas, el Municipio subestimó la situación, defendiendo el diseño de las garitas y atribuyendo el episodio a inconvenientes del suelo (como el desplazamiento de arenas y raíces subyacentes) que resultaban ajenos a la construcción del cobijo de cemento.
Sin embargo, la gravedad del último derrumbe obligó a los funcionarios a tener que reforzar las explicaciones, y así fue como el Secretario de Planeamiento y Obras Públicas, Luis Castellani, debió reunirse con los concejales geselinos. Una vez más, optó por destacar la robustez de la construcción y responsabilizar a los comportamientos de la naturaleza, en este caso las fuertes lluvias y vientos que habían azotado a la región durante la tarde del 24.
Castellani, urbanista de largo predicamento en la intervención arquitectónica de Villa Gesell (incluso mucho antes de ser funcionario), fue uno de los tres profesionales que ideó estas moles de cemento que simulan el movimiento de una ola y que recibieron tantas críticas como aquellas a las que reemplazaron: unas garitas de madera con el techo tan alto que nunca lograban proteger a sus guarecidos de las ocasionales inclemencias del tiempo.
Castellani, urbanista de largo predicamento en la intervención arquitectónica de Villa Gesell (incluso mucho antes de ser funcionario), fue uno de los tres profesionales que ideó estas moles de cemento que simulan el movimiento de una ola y que recibieron tantas críticas como aquellas a las que reemplazaron: unas garitas de madera con el techo tan alto que nunca lograban proteger a sus guarecidos de las ocasionales inclemencias del tiempo.
Algunos sectores pidieron clausurar todos los refugios (unos 120 en toda la ciudad), aunque el Municipio solo se habría comprometido a reforzarlos con columnas adicionales y un corralito para contener la arena. Así, el gobierno local reconoció en cierto modo que el proyecto no era tan eficaz como se había proclamado originalmente.
Mientras tanto, algunos vecinos, atemorizados, fijaron palos de madera en las garitas más cercanas a sus hogares, mientras que otros colocaron carteles advirtiendo de la potencial peligrosidad de estas construcciones que se desgajaron de cuajo.
Ramón Amarilla es de Paraguay, desde donde su madre, enterada por terceros, inició un camino lento y desesperante, como el que seguramente transitará la investigación caratulada por la Comisaría 2ª de Villa Gesell como “Lesiones gravísimas”.
(*) Desde Villa Gesell, especial para Perfil.com.