SOCIEDAD
Propuestas científicas

Incendios en Patagonia: pronostican que se triplicarán en las próximas décadas

El fuego del Parque Nacional Nahuel Huapí sigue sin control y dicen que podría apagarse recién en abril, tras las lluvias de otoño. Entre las medidas que pueden tomarse para evitar un futuro en llamas hay algunas contraintuitivas, como las quemas “prescritas” o controladas que se hacen durante el invierno.

medidas para evitar un futuro en llamas hay algunas contraintuitivas
Entre las medidas que pueden tomarse para evitar un futuro en llamas hay algunas contraintuitivas, como las quemas controladas. | GZA: Parques Nacionales / Greenpeace / CIEPAF

El pasado 25 de diciembre se identificó el primer foco importante de fuego del verano, en el Parque Nacional Nahuel Huapí. Lleva un mes ardiendo. Y por la falta de lluvias y de medios adecuados de combate, es posible que recién se apague tras la llegada de las tormentas y la nieve, en el mes de abril. “O sea, cuatro meses más tarde”, le dijo a PERFIL Hernán Giardini, experto en bosques que trabaja en la ONG Greenpeace Argentina.

Esta situación de incendios que se multiplican, extienden y se prolongan desbocados, con escaso o nulo control humano, es un fenómeno que se viene repitiendo verano tras verano. Y se va acrecentando, montado sobre el cambio climático que provoca una agudización de altas temperaturas, baja humedad y escasez de lluvias a lo largo del año. Se le suma ahora la formación de tormentas eléctricas en zonas donde tradicionalmente eran un evento meteorológico excepcional.

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Si a esto se le agregan factores humanos, como el que denunció esta semana el propio gobernador de Chubut, Ignacio Torres, al afirmar que “el foco ígneo de la zona de Epuyén (hoy ya contenido) fue provocado intencionalmente: las pericias encontraron restos de vidrios y combustible”.

¿Cómo se explica esta verdadera coctelera molotov? Según le dijo a PERFIL la ingeniera forestal María Marcela Godoy, profesional del Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (Ciefap), “históricamente registramos fuegos durante los veranos patagónicos porque son estaciones secas, con baja humedad y vientos fuertes. Cualquier chispa -sea natural por una tormenta, o que salte entre los cables eléctricos de alta tensión o por un descuido humano o intencional-, comienzan las llamas y se extienden con facilidad, quemando miles de hectáreas.

Además, según Godoy, “está comprobado que donde hay más población hay más densidad de incidentes ígneos. Luego la naturaleza, el clima cálido y seco, la abundancia de biomasa, se ocupa de facilitar la dispersión de las llamas.

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Otro elemento que agrava los casos es la falta de elementos para controlarlos en forma prematura. “Los brigadistas especializados son pocos. Tienen escasos elementos y, si hay varios incendios, hay que repartirlos. Hoy hay más de 10 mil hectáreas verdes afectadas. O sea, el equivalente a media ciudad porteña", le resumió a PERFIL Giardini, de Greenpeace, respecto a la situación actual.

Lo particular es que, por las condiciones meteorológicas -que exacerba el cambio climático- y si no pasa nada extraño, “este incendio se va a extinguir completamente recién cuando lleguen las lluvias importantes de la temporada, tras la finalización del fenómeno de La Niña, que se está alargando. Eso recién se prevé para el mes de abril”, dijo Giardini.

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El hombre de Greenpeace recordó que “en este tipo de incendios es esencial controlarlos en las primeras 48 horas, cuando todavía afectan un puñado de hectáreas. Luego se vuelven casi incontrolables y para apagarlos del todo se depende de las lluvias.

Justamente, para esa primera intervención, Giardini reclama más recursos. “Tenemos que tener más medios aéreos. No puede ser que haya un par de aviones volando de una a otra provincia. Y más brigadistas profesionales en cada lugar para contenerlos velozmente. Además, mejores controles, ya que el 95% de los focos veraniegos son de origen antrópico: ya sea que se inicien por un accidente, negligencia o descuido. O -incluso- adrede”. Por ejemplo, para desmalezar, hacer lugar a un emprendimiento inmobiliario o por simple y perversa diversión. En ese sentido, la ONG propone legislar mejor sobre diversos delitos ambientales.

Según Giardini, hay que prever para los próximos años que el cambio climático está provocando tormentas eléctricas más frecuentes; veranos con temperaturas muy altas, baja humedad y ventosos. “Sabemos que si se da la combinación 30+30+30 la situación será muy peligrosa”. Esto es, días de 30 °C de temperatura, menos de 30% de humedad y vientos que superen los 30 Km/hora.

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Algo similar considera el biólogo Thomas Kitzberger, investigador del Conicet en el Instituto Inibioma, en Patagonia. “Hace muchos años que analizamos el fuego en la región. Y podemos decir que el aumento en la cantidad de incendios es un proceso, no un fenómeno aislado. Su frecuencia, tamaño y virulencia vienen creciendo con el paso de los años”.

Según este experto, las causas son varias: cada vez más gente viviendo en zonas de bosques; el cambio climático “que provoca primaveras y veranos con menos precipitaciones y mayor cantidad de tormentas eléctricas, algo que -según los pobladores antiguos- era poco frecuente. Y ahora ocurren todos los años. Además, son tormentas de rayos, pero aportan poca cantidad de milímetros de agua a los bosques”.

Otro elemento que agrava la situación es el crecimiento de las explotaciones forestales de madera de pinos exóticos, que -en muchos casos- va reemplazando a los bosques de especies nativas . “Son especies con mucha resina y cuyas ramas y hojas (acículas) caen y se transforman en combustible que facilita el avance del fuego, mientras que el bosque autóctono es más resistente”, explicó Kitzberger.

Prevención en grande

Si no se toman medidas de prevención y se logran cambios culturales en la población, las consecuencias son muy previsibles. “Con varios colegas desarrollamos un algoritmo que analiza los incendios de los últimos años y que nos ayuda a prever qué puede pasar en los próximos lustros, con las nuevas condiciones climáticas, antrópicas y biofísicas que influyen en la propagación del fuego”, contó Kitzberger. Y los resultados son preocupantes: para dentro de apenas 25 años, esperamos un incremento de dos a tres veces en las probabilidades de nuevos incendios. Y hacia fines de siglo, de entre seis y ocho veces más frecuentes.

En otras palabras, “si antes ocurría un gran incendio cada 10 años, en el futuro veremos 3 incendios por década. Y dentro de 70 años serán 6 u 8 incendios enormes por década”.

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Para poder evitar esos pronósticos, según los expertos, hay que trabajar en varios frentes: desde lo educativo, en campañas para los turistas y para los propios pobladores locales que -muchas veces- no respetan las normas de prevención. Algunas, incluso, muy lógicas, como dejar al menos una decena de metros libres y “limpios” entre las construcciones humanas y la vegetación circundante.

También habrá que trabajar más sobre la vigilancia y detección de focos prematuros. “Eso se puede mejorar con un plan que incluya observadores humanos, instalación de cámaras infrarrojas automáticas y análisis cotidiano de imágenes satelitales. Incluso volando drones en forma sistemática”, proponen los especialistas.

A lo que se le suma inversión en mejor infraestructura y soporte de brigadistas y bomberos especializados en la lucha contra este tipo de fuegos que tiene características particulares. Y que deben disponer de vehículos todoterreno, aviones hidrantes, helicópteros, etc.

Finalmente, otra medida preventiva útil sería volver a impulsar el plantado de vegetación autóctona en las poblaciones y casas e ir retirando los árboles exóticos.

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Fuego contra fuego: cómo hacer prevención con una fórmula original

(E.G.) “Lo primero que hay que entender es que el fuego, y los incendios periódicos, son un disturbio natural de los ecosistemas en la Patagonia. Y es normal que cada tanto ocurra”, le explicó a PERFIL la ingeniera forestal María Marcela Godoy, profesional del Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (Ciefap). “Lo que sí tenemos que evitar es que se den tantos focos periódicamente, especialmente en las zonas de “interfase urbana-rural” donde la población local vive en zonas boscosas”. Justamente en esos espacios es donde más focos se registran normalmente por accidentes, descuidos o falta de prevención de las personas”, agregó.

La experta explicó que en los bosques patagónicos, en la vegetación autóctona y en las plantaciones forestales de especies exóticas, se va acumulando mucha biomasa “muerta”, proveniente de ramas secas caídas, podas, etc. Esa biomasa, ante un incendio, es puro combustible disponible.

Es por eso que ella y sus colegas vienen trabajando en una propuesta preventiva que parece contradictoria, aunque se hace en otras regiones y países: “se trata de hacer quemas controladas, preventivas, (prescriptas) para disminuir esa cantidad de vegetación seca que puede encenderse”. Además, se sabe que esas quemas controladas, en el mediano plazo, también incrementan la biodiversidad del lugar y mejoran las condiciones del ecosistema. Hasta facilita la dispersión de las semillas de las coníferas.

Cómo trabajan los brigadistas en el incendio
del Parque Nacional Nahuel Huapi

Obviamente, el secreto de estas quemas es que sean “controladas”. “Se instrumentan durante el invierno, en época lluviosa, cuando no hay viento y bajo el control de especialistas y brigadistas. Todo con medidas de seguridad y en las zonas de mayor riesgo”.

Según la experta, este tipo de opciones preventivas se ha ensayado -con éxito- en pastizales y arbustos de la provincia de La Pampa para darle más “resistencia” a incendios a zonas aledañas a pueblos y casas.

“Por ejemplo, toda construcción en la zona de bosques debería tener un perímetro libre de vegetación de, al menos, 10 metros”, propuso Godoy. Y concluyó: debemos tener cada vez más cuidado porque en las actuales condiciones climáticas y poblacionales los incendios serán cada vez más comunes.