Una investigación que se remonta al año 1938 reflotó la historia de la infiltración ideológica de las escuelas alemanas en Argentina durante el período del nazismo. En ese sentido, el estudio mostró la forma en que los centros educativos alemanes implementaron una política de sincronización ideológica, centrada en la coordinación de actividades y la mejora de la imagen del régimen alemán en el extranjero, particularmente en Argentina y Latinoamérica.
El trabajo fue expuesto en el marco del ciclo charlas realizada por el Centro de Documentación de la Inmigración de Habla Alemana (DIHA), cuyo tema fue “El asunto de las escuelas nacionalsocialistas en la Argentina de los años 30” y tuvo lugar en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. La exposición contó además con imágenes y documentos del pacto nazi en la región.
El evento fue presentado por Regula Rohland de Langbehn, del Centro DIHA y fue moderado por Jacqueline Rajmanovich, socióloga e investigadora. En tanto, Gustavo Efron, autor de la investigación y co-director de la investigación sobre el impacto del nazismo en la prensa, estuvo a cargo del encuentro.
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La política de sincronización, según explicó Efron, tenía como objetivo principal la coordinación de todas las políticas y actividades alemanas en Argentina y Latinoamérica. Esta medida no buscaba influir políticamente, sino sincronizar las actividades para mejorar la imagen del régimen nazi. En ese sentido, el especialista remarcó que buscaba mantener y fortalecer la cultura y economía alemana en el extranjero.
En la investigación, el comunicador reveló que las escuelas alemanas en Argentina eran vistas como desviadas en términos de enseñanza, ya que estaban enfocadas en la practicidad del trabajo y dejaban de lado la autoconciencia racial que supuestamente caracterizaba a los ciudadanos alemanes. Esa mentalidad era considerada un problema por las autoridades nazis, por lo que impulsaron cambios para asegurar que los maestros y estudiantes estuvieran más alineados con la ideología del partido en términos de autononciencia.
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Según trascendió, la política educativa nazi en el país se implementó a través de la influencia creciente del Partido Nacional Socialista en la Asociación Alemana de Maestros, fundada en 1902. Tres décadas más tarde, en 1934, la asociación se reorganizó bajo los principios nazis, lo que permitió un control más directo sobre las escuelas. Dentro del sistema, hubo dos tipos de escuelas que más destacaron: las “Volksschulen” (que ofrecían educación básica y estaban orientadas hacia las universidades alemanas) y las “Oberschulen" (que proporcionaban una educación más avanzada).
La situación comenzó a tomar notoriedad en 1935, cuando surgieron denuncias sobre la influencia nazi en las escuelas alemanas de Argentina, especialmente en las provincias de La Pampa y Misiones. Las denuncias se centraban en la violación de la soberanía argentina y la percepción de que los hijos de inmigrantes alemanes no recibían una educación adecuada sobre la historia y la cultura argentina. Al respecto, los informes remarcaban que los materiales educativos estaban llenos de propaganda nazi y que se promovía una educación sincronizada con la ideología de dicho movimiento.
A raíz de las denuncias, las autoridades del país empezaron a tomar medidas para controlar la influencia nazi en las escuelas. En esa línea, en Entre Ríos, por ejemplo, se clausuró el colegio Manuel Belgrano debido a que se comprobó que los alumnos saludaban siguiendo el estilo nazi, a la vez que los retratos de Paul von Hindenburg y de Adolf Hitler eran prominentes en las aulas.
Sumado a esto, el trabajo de Efron indicó que el Consejo Nacional de Educación alertó sobre el uso de textos propagandísticos en las escuelas, tales como el libro “Mein Kampf” y otros materiales que glorificaban el militarismo y el racismo. Asimismo, se descubrió que muchos maestros eran contratados directamente por el Ministerio de Educación Alemán y que todos debían jurar lealtad a Hitler en la Embajada Alemana.
Debido a la creciente influencia nazi, el gobierno argentino, bajo la presidencia de Roberto Marcelino Ortiz, promulgó el Decreto 3372 en abril de 1938, que prohibía la celebración de actividades nazi-fascistas en las escuelas y el uso de idiomas extranjeros, salvo para la instrucción religiosa o del idioma mismo. La normativa también restringía cualquier adoctrinamiento político y exigía que la instrucción cívica, la historia y la geografía fueran impartidas por ciudadanos argentinos.
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