SOCIEDAD
A 20 años de la Tragedia de Cromañón

"En Cromañón hubo mucha solidaridad, pero nos estigmatizaron", dicen sobrevivientes

A dos décadas de la tragedia de Cromañón, surge la pregunta de si realmente aprendimos algo con lo ocurrido. Para Juan y Jorge, sobrevivientes de la tragedia, los medios estigmatizaron a la juventud y fomentaron el “por algo les habrá pasado”. “Quizás la forma de sanar sea que la sociedad entienda que lo que ocurrió les podría haber pasado a ellos”.

Jorge y Juan, sobrevivientes de Cromañón
Jorge y Juan, sobrevivientes de Cromañón | Perfil

Para los que éramos adolescentes aquel 30 de diciembre de 2004 y vivíamos en Buenos Aires, hablar de Cromañón es hablar de nuestra propia historia. Todos tenemos un amigo, vecino, primo, familiar o compañero de escuela que haya estado esa fatídica noche en la que una bengala incendió la media sombra inflamable en el techo en el interior del boliche administrado por Omar Chabán, culminando en el fallecimiento de 194 personas.

Todos vivimos esa tragedia de alguna u otra manera, nos atravesó, vimos los medios de comunicación, nuestros padres se preocuparon por nosotros, tuvimos opiniones al respecto y escuchamos las de nuestros compañeros de colegio y amigos. Vimos cómo se estigmatizó al rock y a los jóvenes en los medios, cómo cambió el circuito de la noche en Buenos Aires, y cómo el proceso de juicio que terminó con el encarcelamiento de Chabán, Callejeros y algunos otros responsables directos de la tragedia.

Nuestra vida continuó, crecimos, dejamos el rock o seguimos escuchándolo. Conseguimos trabajo, novia, hicimos familia. Para aquellos que estuvieron, la marca es más que indeleble a un nivel que en ese momento, y ahora, quizás siga siendo difícil de comprender para quienes no vivimos la tragedia en carne propia. La charla que mantuve con Juan y Jorge, quienes eran mis vecinos entonces, me hizo pensar en lo poco que habíamos abordado el tema en estos veinte años. Fue, además de una entrevista periodística, algo que estaba pendiente entre amigos.

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Jorge y Juan son hermanos. Vivían en la casa de al lado de la mía, en el barrio porteño de Villa Ortuzar. En ese momento tenían 17 y 14 y íbamos al mismo colegio, el Nicolás Avellaneda. La noche del 30, igual que en el guión de la serie estrenada recientemente en Amazon Prime, les sobraba una entrada para el show de Callejeros en Cromañón, por lo que fueron a buscar a otro vecino del barrio, Claudito, quien los acompañó al recital sin ser todavía fan de la banda.

20 años después, ambos hicieron su vida, pero aseguran que lo de Cromañón los marcó, y en muchos sentidos les sigue pesando. Jorge está en el ambiente del arte. Hace música y organiza shows teatrales en Paseo La Plaza. Durante el intercambio en off, contó que renunció a un trabajo en televisión porque en el resumen de los medios pasaban imágenes crudas y amarillistas de la tragedia. Juan acaba de ser padre y sigue ligado a grupos y actividades relacionadas a los sobrevivientes de Cromañón. De hecho, fue parte de la delegación que asesoró a los actores y productores de la serie. A pesar de que muchos la criticaron, ellos lo vieron como una oportunidad de reabrir la discusión con la sociedad de qué pasó en Cromañón y rediscutir el discurso instalado, que estigmatizó a los jóvenes que fueron al recital.

Entre mates y medialunas, la charla se desarrolló en un ambiente cálido y de confianza. Sin embargo, cuando quise abordar el tema y pedí que relataran cómo vivieron lo que sucedió en Cromañón, recibí una seria (aunque pertinente) advertencia. 

— Me interesaba retomar esa idea, cómo vivieron lo que ocurrió, siendo además un hecho que tuvo tanta trascendencia mediática y tantas opiniones. ¿Cómo fue para ustedes ese día?

— Juan: Contar el día no sé si tiene mucho sentido, es algo que hace un poco mal a la psiquis, aunque no lo notes, hablar de eso, volver a revivirlo. Es como revictimizarse, de alguna manera. Volver a pasar esos momentos por la cabeza y por el corazón hace un poco mal. Pero además Tampoco sé si suma mucho los hechos de contar dónde estaba yo, cómo fue que salimos…

Jorge y Juan
Jorge y Juan, hermanos y sobrevivientes de Cromañón.

— Jorge: Hay algo que la serie de Cromañón trajo de nuevo a contextualizar, y tratado de una manera que, en definitiva, me parece que no aborda morbosamente la cuestión ni es amarillista: es la historia.

Algo que me interpela, más que nada, es esa inocencia que teníamos. Cromañón era eso: Callejeros, el momento que vivíamos, esa idealización de la fiesta, del juntarse, del compartir… y la inconsciencia, en el sentido de ser joven, no de estar loco. Ese encarar la situación de vivir la vida, que está bien, que es más del estereotipo de un joven. Yo creo que esa actitud la podría haber sostenido mucho más tiempo si no me hubiese pasado eso.

Yo me volví una persona sumamente miedosa, pero a niveles que a veces son preocupantes. O sea, no querer salir de mi casa porque tengo miedo de que me entren a robar, por ejemplo. De esas, cientos de miles. Entonces, quiero decir, fue un lugar que nos marcó para siempre y que nos llevó también a eso: ahora estar todo el tiempo sabiendo que tenés una bomba de tiempo. Porque también, en cualquier momento, en una situación que por ahí podrías manejar de otra manera, te cuesta y te podés salir de la vaina.

Me he ido de millones de situaciones favorables para mí. Tuve que abandonar esos lugares. Porque también hay algo que a mí me pasó (a todos les afectó de distinta manera), pero que yo empiezo a entender un poco que es esto del “escaparse”. Estar siempre adelantándome al peligro. Entonces, escaparme. Si no me puedo escapar, prefiero no ir. Eso, en algún punto, te aleja de la vida. Es bastante heavy, la verdad.

—  Juan: Tiene que ver con cómo funciona el cerebro, me parece, la cabeza de uno con la memoria. Esto que te decía de no revictimizarse... No sé, ¿de quién es la frase esa de “volver a pasar por el corazón”? ¿Debe ser de Galeano, no?

Te doy el ejemplo de otro compañero, sobreviviente también, de la Coordinadora Cromañón. Él está siempre con medicación psiquiátrica desde Cromañón. A diferencia de nosotros, que por cosas del destino logramos salir antes de que se cortara la luz, porque nos avivamos de lo que estaba pasando y salimos corriendo con mucha gente, medio apretados, pero no vivimos lo que vivieron muchos adentro, este amigo sí.

Él, por ejemplo, estaba en la otra punta del escenario y tuvo que cruzar por donde estaba toda la gente. Medio que se cayó, no sé, se levantó y salió de alguna manera. Logró salir. Y él me contó que, durante mucho tiempo, cuando tenía que cruzar una calle con el semáforo, corría. Como que su cerebro le disparaba, evidentemente, la señal de algún tipo de peligro mínimo —el de cruzar la calle—, pero que ponía en riesgo su vida. Y él se iba corriendo. No se daba cuenta hasta que un día estaba con un amigo y su amigo le dijo: “¿Qué hacés, boludo? ¿Por qué te fuiste corriendo?”. Ahí se dio cuenta de lo que había pasado y lo habló con su psiquiatra.

Lo traigo a colación porque tiene que ver con eso, con el tema de cómo tu cabeza se modificó para siempre a partir de lo que ocurrió, en una etapa en la cual ni siquiera eras un adulto. Eras un pibe, estabas empezando a salir o conociendo un poco la noche.

Cuando hablamos de la inconsciencia de los jóvenes, creo que tiene que ver con la inocencia del juego, que no tenés cuando sos adulto. Sos inocente en el sentido de que querés ir a jugar e incluso querés romper un poco con el orden establecido, romper las pelotas, y no estás pensando todo el tiempo en cuidarte.

Creo que eso, después de Cromañón, muy rápidamente se invirtió completamente. Pasamos de ir a buscar, inocentemente, dónde divertirnos, a descubrir y ser felices, a ponernos en un lugar totalmente, por lo menos en mi caso, de controladores y vigilantes. A ser nuestros propios adultos, por decirlo de alguna manera.

Una frase que imperaba mucho en esa época era: “Si no nos cuidamos nosotros, no nos cuida nadie”. De eso fue un ejemplo paradigmático Cromañón.

Juan
Juan tenía 14 años cuando le tocó vivir la tragedia de Cromañón junto a su hermano mayor.

— ¿Esa frase circulaba entre la juventud en general o entre los grupos de sobrevivientes?

— Juan: Creo que entre la juventud de ese momento, y entre los sobrevivientes, lo debo haber escuchado por ahí en alguna marcha más de una vez, en recitales. No sé si lo habrá dicho algún referente, me suena Chizzo de La Renga, habrá dicho quizás en algún recital post Cromañón: “Cuidémonos entre nosotros, que si no, no nos cuida nadie”.

Eso también hizo que en nuestra cabeza, yo y muchos porque lo sé, que después de ahí esto que hablabas de los boliches y los lugares de refugio... Bueno, a partir de ahí ya ibas a un boliche y no ibas a divertirte, a pasarla bien. Si ibas a un boliche, los que íbamos, los que pudimos volver a ir, más allá de que nos costó mucho tiempo también, lo primero que hacías era ver los matafuegos, la salida de emergencia. ¿Entendés? Entonces eso ya no es lo mismo que el resto de la juventud.

Además, porque lo cierto es que si bien en Cromañón se supone que había tres mil y pico de personas, muchos jóvenes de nuestra edad... La realidad es que, en la ciudad de Buenos Aires, en la provincia y en Argentina, había muchos más jóvenes. Es decir, vos decías recién: “Cromañón nos pasó a todos, de alguna manera, generacionalmente”, pero a nosotros nos pasó concretamente. Y esos traumas y esos miedos, convivir con eso mientras otros no ven lo que te pasa, también te aísla mucho

Entonces, la única que te quedaba, por ahí, era, o “hacerte el boludo”, como que no había pasado nada, hacer un ejercicio para decir: “Bueno, esto no me va a afectar”, o tenías que juntarte con los mismos que habían estado, porque eran los únicos que te iban a entender, los únicos que te podían contener. Y te perdías, por ahí, de muchas amistades y de muchas cosas.

— Jorge: Yo no participé en tantos espacios donde se pudiera debatir lo que nos pasó. Con la serie empecé como a identificar un montón de cosas que me pasaban con lo que sentían esos personajes.

En su momento hice terapia en el Alvear, pero como tenía dos cercanos que habían estado, Juan y Claudito, si se daba en algún momento hablarlo, hablaba con ellos. Pero igual, a mí como que me pegó a olvidarme y entrar en una rutina, ¿viste?

Perdón que recuerde algo quizás medio fuerte. Esa noche, un padre con su hijo en brazos nos pidió ayuda. Lo empezamos a ayudar para llevar a ese pibe a una ambulancia. Era muy difícil encontrar una ambulancia que estuviera vacía, y lo que hicimos fue subirlo a un patrullero, y no lo quisieron subir. Ahí tengo la sensación de ver por primera vez a la policía con otra cara. Yo no había tenido problemas hasta ese momento con la policía, se la criticaba como algo más simbólico, algo del rock.

Había un policía, un patrullero libre, se podía llevar a este chico para asistirlo, y me dijo el mismo policía que no lo podía subir porque no tenía la orden del juez. Entonces ahí entré en conflicto también con la sociedad, para mí. Ahí cobra sentido esta consigna: “Si no nos cuidamos entre nosotros, no nos cuida nadie”. Que, por otro lado, era muy cierto también. Yo veía que todos los que estaban ahí estaban ayudándose, que los vecinos todos salían a ayudar a todo el mundo, que ahora se me fue pero…

Jorge
"Me he ido de millones de situaciones favorables para mí". Cómo lo vivido en Cromañón afectó a Jorge.

— Juan: Había también una línea de colectivos que ayudó.

— ¿Hubo una red de solidaridad que se generó espontáneamente para ayudar?

— Juan: Sí. Quiero desdecir algo que dije antes, de que no nos cuidábamos. En realidad, entre nosotros nos cuidábamos, y lo que reinó en Cromañón fue la solidaridad, sin lugar a dudas. Y esa es la frase que, si querés, poné como título en la nota porque la realidad es esa. O sea, parte de la estigmatización también tuvo que ver con señalar desde los medios que éramos inconscientes, que éramos unos borrachines drogadictos, que nos metíamos 400.000 en un lugar y prendíamos bengalas como si eso fuera lo único que ocurría ahí. Y la realidad es que no hay que quitarle mérito a que no era seguro hacer eso. Yo no estaba particularmente de acuerdo con las bengalas, pero no me quiero hacer el embanderado de que estoy en contra de las bengalas porque tiene toda una explicación que hubiera bengalas, si querés después lo hablamos. Pero sí, cuando yo vi a un pibe que estaba prendiendo una candela que tiraba pelotitas de fuego para el techo, dije: “Esto no está bien”. Y por eso lo agarré a él y nos fuimos.

Pero lo que quería decir es que la solidaridad no solo fue de la gente que pasaba por ahí, sino de los propios pibes que estuvimos en Cromañón, que en algunos casos volvieron a entrar una y otra vez a sacar gente desconocida.

Yo entré una vez sola a buscar alguna conocida mía que no la encontré, y tuve que salir porque me di cuenta del peligro que corría ahí adentro. La justicia determinó que el 40% de los que fallecieron fue por entrar a sacar a otros. Chicos que ya habían salido y decidieron entrar a buscar a gente anónima que estaba desmayada. Y entraron cuando ni los bomberos se animaban a entrar por ahí.

Y bueno, esa es la solidaridad que, por ahí, lamentablemente todavía no se alcanzó a entender en nuestra sociedad que hubo en Cromañón.

— Me siento interpelado un poco, porque claramente fue muy diferente cómo lo vivió la juventud que estaba ahí que quienes no atravesaron cromañón directamente, o lo vivieron como un hecho mediático. Me gustaría profundizar en esa idea. ¿Sentís que la juventud no comprendió lo que ocurrió y que la sociedad no contuvo a las víctimas de cromañón como lo debería haber hecho?

— Juan: Sí, totalmente. El Estado contuvo un poquito, porque hubo una atención médica en la ciudad de Buenos Aires muy breve. El protocolo aparte indicaba que eran 6 meses de tratamiento… era necesario más.

— ¿Los fueron a buscar para acercarles ayuda?

— Juan: No, me parece que se hizo público en un momento que estaban atendiendo en el Hospital Alvear, en el Fernández. Se hizo público, se fue corriendo la bola y nos fuimos a atender. Eso en cuanto al Estado. Después se abrió un padrón para incorporar a los sobrevivientes en subsidio económico, en contención de salud, en posibilidades de laburo, bueno, determinados tipos de asistencia del Estado.

Con respecto a si hubo comprensión de la sociedad de lo que pasó, yo creo que, como vivimos en una sociedad tan marcada todavía en esa época por lo que decía la televisión... Ahora capaz cada uno tiene su propia información, ¿viste?, por las redes, pero en ese momento la televisión marcaba la agenda. Y como desde la televisión se dijo esa mentira de que en Cromañón había guarderías en el baño, yo creo que eso sirvió para que la gente dijera: “Por algo les habrá pasado”.

— ¿Hubo una condena mediática hacia las víctimas? 

— Juan: Sí, Exactamente.

— Jorge: Lo escuchábamos en la misma escuela por pibes de nuestra edad.

— Juan: La sociedad lo comprendió así. Y yo lo he hablado, hoy en día lo hablo con gente que, por ahí, me parece que no son los más conservadores, para decirlo de alguna manera, gente “piola”. Y les digo que lo de la guardería en el baño es mentira y me dicen: “¿En serio eso no pasó?”. El mensaje fue tan fuerte que sirvió para estigmatizar

Creo que la juventud comprendió más. Por ahí la juventud más del palo del rock lo comprendió también, quizás hasta los de la cumbia. Pero después, ya otras culturas del rock, no. Me ha pasado ir por la calle y que me bardeen por llevar una remera de Callejeros, y que me bardeen con Cromañón. Había una cosa ahí tipo: “Che, ¿pero no te diste cuenta lo que pasó?”.

— Jorge: En el colegio tuvieron problemas con uno de los pibes que en el baño te dijo: “Y bueno, está bien que se murieran todos los negros”. Había sido un boliche de Once. Los medios lo llevaron un poco para ese lado de estigmatizarlo lo más que pudieron.

— Juan: Yo creo que si en los medios en vez de decir la mentira de que había una guardería en el baño hubieran hablado de que hubo pibes que no les importó su propia vida para salvar a otros, hoy estaríamos hablando de los héroes de Cromañón.

— Jorge: Es importante ver cómo fue evolucionando la cuestión. Esa noche nos acercamos a buscar a la amiga de él, y un bombero me dice: “Está con los muertos”. No eran las cosas dichas fáciles. Era realmente como estar en un campo de guerra, más o menos.

— Yendo al tema de las responsabilidades. Es verdad que hubo una combinación de factores que generaron la tragedia Por ejemplo las condiciones del lugar, el hecho de la media sombra que estaba arriba que desprendió el humo tóxico, las salidas de emergencia que estaban bloqueadas. Y ahí después mediante la justicia alguna de alguna manera la sociedad procesó eso declarando ciertas culpabilidades, Omar chabán, dueño del lugar, y la banda…

— Jorge: Ibarra en cierto punto también.

— Juan: A Ibarra lo destituyeron mediante un juicio político de la legislatura de la ciudad de Buenos Aires, pero no estuvo en la causa penal. También hubo inspectores que fueron en cana, y creo que un comisario. Claramente, los que más conocemos los nombres y las caras son Chabán y Callejeros. Casi nadie conoce a Rafael Levy, que era el dueño del hotel que estaba pregrado a Cromañón.

Omar Chabán
Fotografia de archivo del gerenciador de Cromañon, Omar Chaban, quien había sido condenado a más de 10 años de prisión por la muerte de 194 personas durante el incendio que se produjo en el local nocturno en 2004, quien murió esta mañana a los 62 años a causa de la enfermedad terminal que lo afectaba.

— ¿Qué opinan de cómo se manejó el tema de la condena a los responsables?

— Jorge: No tengo una opinión tan formada. Me quedo con lo que vi en ese momento: lo vi a Pato (Fontanet) sacando gente. No lo vi irse corriendo, y eso, en el momento mismo que lo vi, fue sentir que él era tan víctima como yo y que estaba ahí como uno más. Yo no responsabilizaría a la banda ni a palos. Pero no tengo mucho más pensado al respecto.

Después, cuando Omar Chabán murió de cáncer, lo otro que pienso es desde un lugar más espiritual: que lo que pasó le afectó, lo atravesó y le arruinó la vida. No era solamente un comerciante. También tengo amigos que lo quieren porque fue un gestor cultural. Pero la verdad es que en su accionar, que no haya podido frenar el recital, que lo haya intentado varias veces, que haya estado la puerta cerrada… para mí, Chabán es el máximo culpable de todo lo que pasó.

— Juan: No es la misma la cabeza de un pibe de 17 o 14 años que estuvo ahí y la de 20 años después. En el medio tu cabeza cambió, pensaste mil cosas, fuiste y viniste con el tema. O sea, no es tan fácil.

Pero, en líneas generales, en ese sentido yo creo que nadie quería que ocurriera Cromañón. A nadie le convenía, nadie tuvo la maldad de querer que se mueran todos esos pibes. Pero yo creo que de los máximos responsables, uno es Chabán. ¿Por qué? Porque era un tipo que, así como era un gestor cultural que en los 80 y 90 dio un montón de oportunidades a un montón de artistas con el Parakultural, después con Cemento, abrió Cromañón. Así como hizo eso, él sabía cómo era, tenía mucha experiencia en gestionar este tipo de lugares.

Y si bien le deben haber pasado miles, porque siempre estaba el riesgo ahí latente, me parece que ya siendo un tipo adulto y teniendo un lugar como Cromañón, en donde van bandas como Callejeros que prenden un montón de bengalas, y que para que no se cuele gente desde el hotel (porque la salida de emergencia daba al hotel) tu decisión empresarial como dueño de lugares sea, en vez de poner más seguridad ahí, poner un candado… 

Además, una de las cosas que hizo que yo me vaya, que lo agarre a él y le diga “no te vayas para adelante”, fue porque el tipo salió 2 minutos antes de que empiece el show a decir: “Esto va a ser una masacre, dejen de prender bengalas, pelotudos”, qué sé yo. Él sabía que era algo que podía pasar.

Si vos lo tenés tan claro y tenés a todos los pibes ahí, ¿cómo no abrís la salida de emergencia? Tomá una decisión. Porque digo, y en esa misma línea de pensamiento, yo entiendo que la banda, si bien tiene responsabilidad sobre su público en un punto, en algunas cuestiones…

— ¿En lo que puede controlar al público en el momento?

— Juan: Un poco, hasta por ahí nomás. Pero nunca se imaginó tampoco que podía pasar eso.

La responsabilidad de la banda es decidir tocar. Después se puede discutir si te vendieron alguna entrada más o menos, como pasaba en todos lados. Digo, no es que es solo un Cromañón, ¿viste? “Viene bien la cosa, me habilitaron para tanto, pero si quiero vender un par más…” Después de Cromañón, todo el mundo dijo: “Mirá lo que hicieron”, pero todos lo hacían. Aparte, se exageró en un momento el número y dijeron que había como 4500 personas. Creo que el lugar estaba habilitado para 2800 y había 3500...

— Creo que esto le podía haber ocurrido a casi cualquier banda. Es verdad que la banda puede tomar alguna decisión, porque en función de la cantidad de público podés elegir en qué lugar. Obviamente, hay una producción de ese show, donde la banda toma decisiones…

— Juan: Hay una cuestión que tenías que haber ido a ver a Callejeros varias veces para entenderlo. Pato Fontanet era el primero en decir que no prendan bengalas. En Obras dijo: “Hubo un cacheo en la puerta, si pasaron el cacheo, mucho no podemos hacer, pero les pido por favor que no prendan bengalas porque no se ve nada, no se disfruta nada, no veo yo, tengo asma, tengo que parar”.

Las advertencias por parte de él estuvieron siempre. Tocaron en Excursionistas el 18 de diciembre, 12 días antes, y yo me acuerdo que dijo: “Tocamos acá al aire libre para que  tiren lo que quieran, pero en Cromañón no rompan las pelotas con las bengalas”.

O sea, el chabón sabía que era algo que molestaba, que tenía cierto riesgo. Calculo que no pensó que el riesgo fuera algo como lo que terminó pasando, pero sabía que era algo que no estaba bien

En ese momento, Pato Fontanet tenía 25 años, tenía su banda, le estaba yendo bien, la gente lo quería ir a ver. Era un público heredero de Los Redondos. Lo menciono porque tampoco es que vos le podés decir: “Che, no hagas esto”, y no lo van a hacer. Preguntale al Indio Solari, cuando le decía a la gente: “No vengan”. La gente iba igual, copaba Obras, entraba, te copaba, se peleaban con la policía, y vos eras el músico de la banda que te venían a ver. ¿Qué más podías hacer?

Pato Fontanet
El ex cantante de Callejeros, Patricio Santos Fontanet, se presenta esta noche en el acto homenaje a las víctimas de Cromañon al cumplirse 17 años de la tragedia

— Jorge: El espíritu que te posee también en este momento es el de esa voluntad colectiva. Todo el mundo entraba todo el tiempo. Yo, porque de casualidad agarré más gente de la que había salido para subirla al colectivo o a una ambulancia, no sé qué... No pensé en entrar, ¿viste? Quizás porque no tenía a nadie adentro, no se me ocurrió.

En un momento lo veo a él y a Claudito que van a entrar, esto fue al último momento de la noche, y se iban a mandar. Medio que se pelean conmigo y casi que se me van. Y bueno, sale un chabón con un niño en brazos. Entonces ahí fue como que nos abrazamos y dijimos basta.

A lo que quería llegar era a cómo no era posible tampoco, en ese momento, decidir nosotros cuándo frenar. Estábamos supeditados a un ritmo que realmente nos superaba. No teníamos respuesta de la policía, no teníamos respuesta de los bomberos, no entendíamos nada.

— Juan: No. No estaba preparado el sistema sanitario, ni la policía, ni nada para un incendio de semejante magnitud, con tanta gente y en esas condiciones. Fue todo muy rápido. Además, en 2 minutos de aspirar ese gas tóxico que tiraba la lona ya te desmayabas.

Hubo mucha gente que se salvó. De hecho, una amiga que había ido tenía un yeso en la pierna. La entramos a buscar y no la encontramos. Se salvó porque se desmayó y quedó en una línea debajo de los 30 cm con respecto al piso. Ahí no llegaba tanto el humo. Hubo muchos que se salvaron así. A la piba la sacó otro de los que por ahí después murieron.

El cuidado ahí éramos nosotros cuidándonos. Los bomberos después llegaron e hicieron un cordón para que no entrara más gente, porque los pibes querían seguir entrando. Me acuerdo de pibes peleándose con los bomberos, imaginate la desesperación de tener a alguien adentro y que no te dejen entrar a buscarlo.

— Jorge: También hubo gente de las fuerzas que actuaron bien. Yo vi a un policía, puntualmente, con un respirador, dejar el respirador y volver a meterse.

— Juan: Los bomberos laburaron bien dentro de lo que estaba a su alcance.

— ¿Cómo fue el después de Cromañón? ¿Fueron las movilizaciones? ¿Se organizaron con el grupo de sobrevivientes?

Juan: En la primera etapa lo que ocurría eran las marchas más masivas, bastante masivas, donde no solo estaban los familiares y sobrevivientes, sino que acompañaba bastante la sociedad en general. Eran marchas multitudinarias de Once a Plaza de Mayo en las que se pedía por la destitución desde Kirchner hasta Ibarra y la pena para Chabán.

Ahí ya se podía ver, al calor de esas marchas, un poco la disputa de una de las cosas que generó un quiebre entre familiares y sobrevivientes: básicamente, los que defendían a la banda y los que no. 

Hubo una querella en contra de la banda liderada por algunos padres. Esto no quiere decir que todos los sobrevivientes creyeran que la banda era inocente, pero hubo un acompañamiento de esa lucha, incluso después de Cromañón, en las calles y en la querella, como para bancar a la banda. Y ahí se empezó a romper porque, imaginate, después de las marchas se empezaron a armar las asambleas para seguir luchando por la memoria y la justicia. Yendo a tribunales, con un juicio que terminó haciéndose recién en 2008, con la primera sentencia, empezaban a verse las caras en las asambleas numerosas y, capaz, alguno decía: “Está bien, loco, pero Callejeros no es culpable”, y una madre que se le había muerto el hijo te decía: “Sí, es culpable, y yo voy a pelear hasta la muerte porque vayan en cana”.

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En un principio los absolvieron porque no tenían pruebas, y después, por presión mediática o porque las personas que querellaron tenían algún contacto, no sé cómo fue eso porque fue bastante raro. Pero justamente por lo que decidió el poder, los medios, todo en conjunto, lograron volver a abrir la causa y los sentenciaron.

Esos primeros años estuvieron marcados por el duelo y la lucha. Esas divisiones a mí me encontraron más del lado de la banda. Además, como esto que te decía antes, nos sentíamos parte de un colectivo que quedó aislado del resto de la sociedad. El único lugar donde me sentía bien era yendo a ver a Callejeros. Sentía que ahí seguía viviendo con gente que me comprendía. 

La banda seguía sublimando en el arte también el dolor, en las canciones que escribía Pato, que hablaban de lo que había pasado, muy signado por eso, hasta 2008 o 2009, que fue el juicio. Bueno, creo que fue el último disco que sacaron, de hecho, y después se separó la banda.

También, en el medio uno creció, se fue alejando también por otras cosas, y por un duelo personal. En algún momento, en ese parate, dije: “Basta de esto, necesito vivir como si no me hubiera pasado Cromañón, que mi vida no esté signada por esto”. Obviamente soy lo que soy porque estuve en Cromañón, no me voy a poder sacar eso de encima. Pero necesito ver el mundo de otra manera porque, si no, te quedás ahí, y es una espiral muy terrible, no muy esperanzadora. No podés proyectar, te quedás enojado, te sentís resentido con lo que te pasó y no podés hacer nada bueno.

En 2013, ya casi 10 años después, me encuentro con que en la Legislatura porteña se estaba peleando por una ley de reparación que ya existía pero que se vencía: la Ley de Reparación Integral para Víctimas Sobrevivientes de Cromañón, que repara, en términos generales, a familiares y sobrevivientes.

Ahí vi que había un amigo, con el que yo también había ido a Cromañón, que estaba yendo. Empecé a vincularme y a meterme más en esa lucha, que ya dejaba de lado las disputas por las culpabilidades. Ahí se logró armar lo que se llamó la Coordinadora Cromañón, que justamente coordinaba y nucleaba organizaciones que antes no se podían mirar a la cara, porque unas odiaban a la banda y otras no. Se juntaron por un bien común: el bienestar de los familiares y los sobrevivientes.

A 10 años, se habían suicidado, si no me equivoco, 17 sobrevivientes. Y, bueno, creo que en ese momento veintipico de padres y madres habían muerto de enfermedades oncológicas, que algunos vinculan a eso y otros no. Habrá que hablarlo con un científico o un médico que sepa más.

A partir de ahí, yo tuve una militancia más activa durante unos cuantos años, peleando por ese derecho y por la memoria. Íbamos a escuelas, dábamos charlas. Ahí apareció el Estado a abrazarnos, de alguna forma. En 2013 o 2014, a partir de la Subsecretaría de Juventud de Desarrollo Social, el subsecretario nos convocó porque se cumplían los 10 años, para hacer festivales en homenaje y un montón de otras cosas.

Se hicieron los 10 años, se hicieron eventos federales en todo el país, recorriendo con festivales de música. Íbamos nosotros, contábamos la historia, y eso después se replicó, ya sin el Estado, en las aulas de las escuelas, contándole a los pibes lo que había pasado. Un poco lo que te contaba recién: decirles a los pibes más chicos que en Cromañón hubo algunos cuantos héroes.

Después, yo me desvinculé de la Coordinadora. Pero hoy en día, como ya pasó la cuestión penal, me parece que las organizaciones, cuando se encuentran, lo hacen para eso: para luchar por cuestiones como la renovación de la ley de reparación. Porque te la dan de prórroga por dos años, y tenés que ir a discutirla.

Hoy en día, lo que se está peleando, entre otras cosas, es que sea vitalicia, que es lo que se pide siempre. También que se reabra el padrón, porque en el padrón hay más o menos la mitad de la gente que realmente estuvo ahí. Hay un montón que no están en esa ley y que lo necesitan. Algunos por temas de salud, otros por el subsidio económico, por un montón de cuestiones.

Hay una oferta laboral que surge todos los días, un mailing que te llega con ofertas laborales. Son un montón de cuestiones que contempla la ley, que más o menos te abraza y no te deja en banda. Hay un montón de personas por incluir que no están.

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— ¿Sienten que la sociedad aprendió algo con Cromañón? ¿Sienten que debería aprender algo que no aprendió?

— Jorge: Me pasó de hablarlo, por ejemplo, con una compañera de la facultad que quería escribir un libro sobre Cromañón y no me quería escuchar porque le dolía que yo se lo cuente.

También me pasó hace poco, leer ahora una publicación que hizo mi prima a raíz de la serie. Ella escribió que existía una deuda pendiente de cómo se había tomado lo que había pasado esa noche. La publicación de mi prima me sorprendió, en el sentido de que una cosa es que nosotros, que lo vivimos ahí, podamos decir que no le dieron mucha bola a esto, y otra cosa es que, en verdad, la gente que tiene un recuerdo de eso que pasó, y que no fue muy consciente de lo que ocurrió, lo diga.

También me pasó hablar con gente que no quiere ver la serie. Entonces me doy cuenta de que existe como eso alrededor de muchas personas: de no interesarse, no comprometerse, no querer saber qué pasó. Y yo me siento mejor cuando la gente lo empieza a tomar no como algo que nos pasó a determinadas personas, sino como algo que…

— Juan: …Nos pasó a todos. Es el slogan de la Coordinadora: “Cromañón nos pasó a todos”.

— Jorge: Yo me siento mejor así, porque…

— Juan: Yo siento que… ¿Por qué me parecía tan importante la serie? Porque yo siento que la sociedad no entendió un carajo lo que pasó en Cromañón… Mi respuesta es muy tajante en ese sentido. Pienso que solo nosotros, o los que estábamos cerca, lo entendimos realmente.

Marcha por Cromañón en 2014, a diez años de la tragedia.
“La corrupción mata”, una consigna durante una movilización a Plaza de Mayo, a diez años de Cromañón, 2014, a diez años de la tragedia.

— Jorge: Pensá que la sociedad reaccionó directamente a que le cerraron todos los lugares. O sea, ese fue como un efecto inmediato…

— Juan: Yo siento que la sociedad no lo entendió, y por eso me interesaba tanto la serie. Porque sabía que la serie iba a ser una forma de instalar el tema de una manera como nunca antes había pasado. Era la posibilidad de cambiar un poco el discurso

De hecho, en la serie hay escenas de las asambleas posteriores a Cromañón, están hablando y uno dice: “Che, loco, pero todavía siguen diciendo que había una guardería en el baño. O sea, piensan que somos una mierda”. Lo dicen en la serie, y eso se lo dijimos nosotros.

— Jorge: De hecho, los psicólogos descubrieron ahí que lo que podía estar ocurriendo era un caso de resiliencia. O sea, la palabra resiliencia empezó a explotar ahí. Fueron casos que desbordaron la psicología. Los mismos psicólogos estaban intentando entender la situación que vivimos, imaginate la sociedad…

— Juan: Creo que sobrepasó a todos: a la política, a la sociedad, a nosotros mismos. Y a veces ocurre este fenómeno de la negación. Ponéle un ejemplo: una madre que tiene un hijo que consume drogas, y se lo están diciendo a todo el mundo, y la madre no quiere, no se quiere hacer cargo porque le duele, no sabe cómo abarcar algo tan grave. Con Cromañón me parece que nadie supo cómo abarcar eso. Entonces era como: “Bueno, que pase, ya está”. ¿Quién tiene las herramientas para abordar esto?

— Jorge: Con respecto a la dificultad para abordarlo desde la psicología, me imagino que tiene que ver con que hay poca referencia a hechos comparables. Algunos sobrevivientes decían: “Esto es lo más parecido a una guerra”.

— Juan: Una vez escuché a un sobreviviente de Malvinas decir: “Los de Cromañón van a vivir lo mismo que nosotros”. Esto en el sentido de que el estrés postraumático es crónico. Además, vuelve siempre en cualquier momento de tu vida. Por eso queremos que la ley sea vitalicia. Porque yo, hoy, por ejemplo, puedo estar bárbaro. Ponéle que tengo una hija chiquita, tengo un laburo más o menos, me va bien, mi mujer me ama, mi vieja está bien, mi hermano está bien. Ahora, en tres años, mi mujer me dejó, mi vieja se muere, mi hermano tiene un problema de salud, y yo recaigo. Capaz que no me puedo levantar de la cama, ¿entendés? Eso es lo que pasa con muchos pibes que se suicidaron años después. Tipos grandes, que ya tenían familia, todo. Y es lo que les pasó a muchos combatientes de Malvinas también, que se suicidaron. Murieron más, como dice la canción de Ciro: “Murieron más acá que allá”.

A 20 años de la tragedia, la serie sobre Cromañón genera críticas y elogios | Perfil

— Fuiste muy tajante con esto de que la sociedad no entendió Cromañón, que no lo llegó a comprender. Si fuéramos por la propositiva, ¿qué es lo que creés que la sociedad tendría que entender o que podría aportar para mejorar esa comprensión?

— Juan: Creo que tiene que haber estado presente el ámbito que sea regulando los lugares privados. Esto ocurrió en un boliche, en un lugar cerrado, y no estuvo el control del Estado. Número uno, fundamental: eso tiene que estar siempre. Y eso tendríamos que haber aprendido. 

No pasó ni pasa. Hubo otras tragedias en boliches, donde murió menos gente, pero murieron. Y esas cosas siguen pasando. Y lo podés trasladar no solo a los boliches, sino a cualquier otro ámbito: escuelas donde se caen los techos, digamos. Cuando el Estado no está, es que pasan estas cosas. Eso, fundamentalmente, no lo regulan los privados. O sea, eso por un lado.

— Jorge: Con el feminismo, por ejemplo, hoy las mujeres tienen absolutamente claro, más que nadie, lo que es un caso de femicidio. Ninguna mujer no se va a solidarizar con ese caso, no va a comprender lo que pasa a la familia. Con la distancia, creo que una sociedad que pueda comprender que esto fue una tragedia, que pueda comprender la magnitud de lo que se vivió y que pueda contemplar lo que significó para esos niños y niñas, esos jóvenes. 

A mí lo que me vino a sanar un poco fue la serie, porque yo siento que la serie lo que hace es llevarlo a un lenguaje que es un poco más asimilable. Entonces, si la sociedad puede escuchar, puede entender de mejor manera lo que ocurrió…

— Juan: Desestigmatizar es lo que, para mí, va a hacer que el día de mañana nos sintamos que volvemos a ser reconocidos por el hecho traumático que nos ocurrió. 

Te recomiendo que, si querés, busques. No me acuerdo ni el concepto, pero hay un tipo que se llamó Ulloa, que de hecho hoy en día el Centro Ulloa es un centro de atención psicológica que, en su momento, dependía de la Secretaría de Derechos Humanos y Justicia de la Nación. Son los psicólogos y psiquiatras que acompañan a los que declaran en los juicios de lesa humanidad. Ahí había un concepto de este psiquiatra muy interesante, que tiene que ver también con lo que dije de Malvinas: esto de que el olvido te mata más todavía

Quizás la forma de que la sociedad reconozca lo que nos pasó, lo que pasó en Cromañón, es que justamente abracen lo que ocurrió y sientan que les podría haber pasado a ellos. Que los que estuvimos ahí fuimos víctimas. Creo que ahí recién uno puede volver a sentirse un ser social, parte de esta sociedad. Porque si no te pasa eso, no vas a poder. Es lo mismo que le debe pasar, imagino yo, a un pibe que nace en un barrio sin ninguna posibilidad económica, que no tiene para morfar, que el papá le pega a la mamá, que no tiene para ir a la escuela y que le pegan, que sufre un montón de padeceres, y que no tiene el reconocimiento de la sociedad. Incluso lo tratan de criminal.

Ahí, yo creo que en ese punto, yo, que soy un pibe de clase media que nací en Villa Ortúzar, pude comprender por ahí lo que les pasaba a esos pibes. Que te señalen sin tener idea de lo que viviste. Que digan cómo son las cosas, cómo hay que hacerlas, con aire de superioridad. En esa situación, en esas condiciones, siempre está el que sabe cómo hay que hacer las cosas, ¿viste?

Entonces, me parece que, para que la sociedad recuerde de buena manera y abrace lo que pasó en Cromañón, tienen que entender que no fuimos los responsables. Nosotros fuimos víctimas desde el minuto cero. Y, además, tienen que saber que fuimos muy solidarios, de que esa juventud fue la más solidaria que yo conocí en mi vida.

fm / ds