Su voz aflautada, casi amable, no encaja en esa mole de carne y hueso. Hasta parece intimidar a los nueve guardias musculosos que, fusil en mano, lo custodian sin pestañear. El hombre que le escribe cartas de amor a su esposa y les leía cuentos a sus ocho hijos es considerado el secuestrador más temible del país. El apodo del que reniega lo heredó de su padre, un ex camionero parco y gruñón que llora con sólo pensar que su hijo más rebelde podría pasar el resto de sus días entre rejas. A Sergio Orlando Leiva Pérez, de 38 años, todos lo conocen como el “ Negro Sombra”. En su barrio, en El Talar de Pacheco, algunos de sus vecinos lo veneran como si fuese un mesías. Rezan arrodillados ante la cruz que él talló en madera y le agradecen los alimentos que donó a la parroquia San Francisco de Asís.
El peso de su prontuario no llega a arquearle la espalda, pero lo acusan de ser el líder de una peligrosa banda de secuestradores. También le adjudican tres crímenes y asaltos a mano armada. Y hace unos años fue detenido por un cuádruple homicidio, pero resultó inocente. Leiva sólo se hace cargo de los robos. El miércoles 25, poco antes de ser condenado a 23 años por el secuestro de Mirta Fernández, leyó una carta con metáfora incluida. “ Soy un ser humano, no un monstruo o un mono. Los secuestros me fueron cargados a mi cuenta como el que le fía en el almacén a la señora de uno”, afirmó ante los jueces.
“ Es uno de los secuestradores que me torturó”, declaró Fernández en el juicio. “ No soy un santo, pero tampoco un secuestrador”, le dijo “El Negro Sombra” a PERFIL en diálogo telefónico desde el pabellón de máxima seguridad de Marcos Paz.
—¿Le pesa ser el delincuente más peligroso del país?
—Eso me da mucha gracia (se ríe). Tengo códigos y jamás secuestraría a nadie. Mucho menos violar o cortar un dedo. Tengo esposa, hijos y hermanos. Condenarme a mí, que no soy rubio de ojos celestes, es quedar bien con la sociedad. Dentro de poco me van a acusar de haber robado las manos de Perón.
—¿No conoce a ninguno de los integrantes de la banda?
—Los vi el primer día de juicio. Esto está armado. No me probaron nada. El ex policía (Juan Carlos Gómez) me desvinculó. No voy a negar que soy ladrón. Pero no soy Satanás con ametralladora. Van a querer colgarme en una plaza ante el pueblo para pasarme por la guillotina, peinadito y afeitado.
—¿Qué necesidad de mentir tendría una mujer que fue violada, torturada y mutilada?
—Me da mucha pena lo que le hicieron. Pero le llenaron la cabeza. Yo no fui. Ni la conozco.
—Pero ella reconoce su voz, dice que lo vio y que la torturó con dos cables pegados...
—Jamás haría una cosa así. Ella dice que yo estaba sentado en la parte de atrás del auto y que le dije: “Perra, hace cinco meses que te estábamos siguiendo”. Pero un policía declaró que en ese momento yo me estaba tiroteando con él. No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo. Y me vio antes del reconocimiento de rueda. Eso no es válido.
—¿También negará su participación en los secuestros de Rodríguez y Astrada?
—No tuve nada que ver. Era otro “Negro Sombra”. Nunca secuestré ni maté. Mi cuerpo parece un colador: está lleno de tiros. La cana nunca me quiso agarrar vivo. En 2003, cuando era el más buscado, fui detenido en la Comisaría 23ª de Palermo por una pelea en la bailanta. Di un nombre falso y me largaron. Me sacaron fotos y no tenía barba. Nunca usé, como dicen mis acusadores.
Visto de cerca, “Sombra” intimida. No por su estatura, de un metro setenta y cinco, sino porque es ancho, tiene manos grandes y brazos fornidos. Sus cejas gruesas acentúan su mirada ruda. Sus seis hermanas juran que es inocente. Y dicen que en sus inicios en el delito entre todas juntaban el dinero que él robaba y lo devolvían. “ Nunca secuestró. Nos duele el calvario que pasó la chica. El sería incapaz de cortarle un dedo a alguien”, dice Claudia, una de sus hermanas. PERFIL recorrió el barrio de “Sombra”. Una paradoja: su precaria casa está enrejada y queda sobre la calle Libertad, a tres cuadras de la villa San Pablo.
El menor de los hijos de Leiva se llama Antonio y tiene un año y medio. Su nombre se debe a la admiración que su padre tiene por el Gauchito Gil, el “santo” de los delincuentes. El y sus siete hermanos caminan todos los días más de quince cuadras para poder hablar con el “Negro Sombra”. En su casa no hay teléfono porque los operarios no se animan a ir. Las ambulancias tampoco entran. No hace mucho, un grupo de jóvenes le impidió el paso a una que iba a asistir a un enfermo. Según sus hermanas, apareció él y les ordenó que dejaran pasar al móvil. “ Papi es bueno”, dice Vanesa, de 13 años. “ Más de una vez, en casa me retaron”, cuenta “Sombra”.
—Falta que ahora diga que les lee cuentos a sus hijos y que duerme con la luz prendida...
—¡Es que les leía cuentos a mis pibes! No soy bruto, eh... leí El túnel, de (Ernesto) Sabato. A mi esposa le escribo cartas románticas. Y duermo con la luz prendida. ¡Pero ojo, eh!, lo hago porque paso frío y la lámpara calienta más que la frazada. No es porque les tenga miedo a los monstruos. Con todo lo que dicen, ellos me tienen miedo a mí.
"No soy el mítico ‘El Negro Sombra. Hay muchos en la villa. A mí me dicen ‘Churrasco quemado’. Soy un tipo simple que además de robar ama a su mujer y a sus hijos”, afirma Sergio Leiva. Ese fue el argumento que utilizó en septiembre de 2005, cuando lo condenaron a 21 años y seis meses de prisión por haber asesinado a dos jóvenes en 2002. La condena fue ordenada por el Tribunal Oral en la Criminal Nº 3 de San Isidro, que juzgó a Sergio Leiva Pérez por los crímenes de Mariano Menéndez, quien había ido a comprar droga a la villa San Pablo, y Guillermo Lindon, muerto a balazos, en episodios diferentes.
El 29 de mayo, “Sombra” volverá a sentarse en el banquillo de los acusados. Es que lo juzgarán por los secuestros de Rubén Astrada, el padre de Leonardo, ex entrenador de River, secuestrado el 26 de junio de 2003 cerca de su casa de Boulogne, cuando iba a trabajar en su auto; pasó 27 días encerrado; Ernesto Rodríguez, el padre de Jorge “Corcho” Rodríguez, y Pablo Belluscio, quien pasó 43 días secuestrados, y lo liberaron tras el pago de 100.000 pesos. Al joven, que por entonces tenía 25 años, también le amputaron el dedo.
Todos esos secuestros tuvieron características similares: las víctimas fueron interceptadas por autos ocupados por hombres armados, en principio se pidió un millón de pesos de rescate y siempre amenazaron con amputar un dedo. En algunos casos lo hicieron. El secuestro más resonante fue el de Ernesto Rodríguez (74 años), quien pasó 43 días encadenado a una cama. Le tiraban comida al piso, lleno de ratas, le gatillaban el arma en la cabeza varias veces y lo amenazan con cortarle un dedo. El secuestro ocurrió el 23 de diciembre de 2003 a una cuadra de la quinta de General Rodríguez, propiedad de la víctima.
El Negro Sombra: Ahora me van a acusar de robar las manos de Perón
Lo acusan de ser el líder de la banda que secuestró a Mirta Fernández, Ernesto Rodríguez, Rubén Astrada, Pablo Belluscio, Francisco Hanner, Carlos Cirelli y Cristian Riquelme, entre otros. También le adjudicaron tres crímenes y robos a mano armada. Supo ser el delincuente más buscado del país. Ahora es el más temido. El miércoles 18 fue condenado a 23 años por el secuestro de Fernández, quien en 2003 fue torturada, mutilada y violada. Se suma a otra condena anterior a 21 años por un doble homicidio. “ Falta que digan que robé las manos de Perón”, afirma el “ Negro Sombra”.
