Las noticias del mundo hablan de la salud del papa Francisco, de Hamás e Israel, de Donald Trump metiéndose entre Rusia y Ucrania, pero en PERFIL nos golpea de lleno un dolor personal. Se nos fue Gabriela Bruzos y para quienes la conocimos, para quienes crecimos con sus enseñanzas y sus filosos comentarios, esta es la noticia del día.
Hincha de Vélez Sársfield, Gaby fue una de esas periodistas todoterreno a quien ningún tema de actualidad le era ajeno. Un día se ocupaba de aquella enfermedad silenciosa y al día siguiente podía conmover con una columna sobre la Generación Dorada del básquet argentino y su amado Emanuel Ginóbili. Podía hacer las recetas de cocina con la misma habilidad que el romance de dos famosos o analizar lo que está pasando en la sociedad o la política.
No fue una firma destacada, ni van a encontrar su nombre muy presente en Google o las redes sociales, de las que huía un poco. Pero hizo de todo en este oficio del periodismo y todo lo hizo bien. Como redactora y como editora, con aquel tono de las viejas redacciones de la gráfica, algo cascarrabias pero noble, porque no había tanta corrección política a la hora de pedir las cosas y siempre había que apurarse. También fue una extraordinaria formadora de periodistas, desde las aulas de TEA y la imagino ácida, rigurosa, exigente. Bueno, como nos trataba a sus compañeros, a quienes no nos dejaba pasar una.
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Todos tenemos algún recuerdo con ella que nos marcó. Cuando lloramos a José Luis Cabezas en aquel maldito enero de 1997 me dijo algo que aún me conmueve: “Pobre José Luis, imaginate lo que vivió y no poder contarlo”. Llevaba el periodismo en el alma.
Marcela Tarrio, editora de Semanario, la recuerda así. “La conocí en 1995 cuando yo entré a Perfil en revista Mujer y luego compartimos varias redacciones. Maestra y amiga, jamás voy a olvidar sus consejos y su humor, tan sarcástico y negro como el mío. Me corría la silla a medida que mi embarazo avanzaba ya en Semanario y la panza chocaba con la vieja máquina de escribir… Me cuidó, y hasta me dio consejos sobre contracciones y bebés. Aún recuerdo cómo elogiaste mi primer título, mi primera tapa. Siempre generosa...”, evoca con un nudo en la garganta. “Fue mi gran consejera y mi amiga, y sin dudas, una de las periodistas que más admiré. Tanto como a su firmeza de convicciones sobre todos los aspectos de su vida. Querida Gaby, fuiste, sos y serás la mejor. Hoy estarás dando clases en el paraíso y por supuesto, cantando, algo que amabas hacer y que incluso hacíamos juntas entre nota y nota. Besos, respeto y admiración eternas” completa.
También Marisa Cortéz, otra periodista con varias décadas en PERFIL quiso recordarla: “Era 1981 y yo empezaba a trabajar en el escalón más bajo de la redacción de TV TODO, con 20 años. Ella, que tenía solo un año más, fue quien me explicó cómo tenía que hacer la tarea. Ya era “La Bruzos”: Apasionada, resolutiva, precisa, periodista con todas las letras, buena compañera. Entonces, Gaby y yo comenzamos un camino que duraría 30 años, con paréntesis donde cada una siguió su rumbo para volver a encontrarnos finalmente en Mía. En esa revista tan querida compartimos no solo el trabajo (mucho, siempre) sino además, lo bueno y lo malo que nos traía la marea de la vida personal: desde mis embarazos tardíos a su separación, por ejemplo. No podíamos ser más diferentes (y nos hemos llevado como el mismo diablo a veces) pero ella sabía que contaba conmigo y yo con ella. Porque Gaby era de fierro, no fallaba. Con su voz mandona y su inteligencia, la chica de Ciudadela parecía que podía con todo. Por eso es que hoy me cuesta tanto creer que algo la haya vencido”, cierra.
Sí, maldita sea, a “La Bruzos” la muerte le ganó la partida. Pero nos quedan sus enseñanzas, su ejemplo y pasión por este oficio. El amor con que cuidó a cada compañera en problemas, el cariño con que marcó algún error en la redacción de una nota o la convicción con que defendía sus pasiones y sus ideas. Gracias Gaby, por todo lo que nos diste. Te lloramos y te vamos a extrañar siempre.