La noche del 14 de noviembre de 2009, María Cristina Robert esperaba en su casa de Pergamino la visita de su hija Gabriela, su yerno Fernando Pomar y sus nietas María del Pilar de 3 años, y Candelaria de 5 años. La familia había salido desde la localidad de Mármol, donde vivían, y habían hecho una primera parada para dejar a Franco, el hijo mayor, en la casa de sus amigos. La idea del viaje nació alrededor de una propuesta de trabajo para Fernando que en principio iba a viajar solo, pero la insistencia de María Cristina por ver a sus nietas terminó con la familia a bordo del Duna Weekend rojo.
Tras esperar varias horas, María Cristina comenzó a preocuparse por la tardanza de su familia. Realizó la denuncia a la policía y comenzó una búsqueda ineficiente que, con el transcurso de los días, derivó a un sinfín de teorías disparatadas y a toda la sociedad debatiendo sobre el paradero de los Pomar.
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Para el 26 de noviembre el caso era tapa de todos los diarios, ocupaba horas en los principales canales de televisión, pero no tenía avances por parte de la policía. A Casimiro Frutos, un trabajador que también viajaba a Pergamino, le llamó la atención un auto rojo volcado al costado de la ruta 31 que ya había visto 10 días antes. Dio el aviso correspondiente al 911, pero los funcionarios a cargo de la búsqueda no lo consideraron relevante y la desaparición de los Pomar siguió varios días más sin resolverse.
Inoperancia y teorías disparatadas
Karina Pollice, funcionaria de la fiscalía Nº 4 de Pergamino, era la encargada de la investigación. Su principal hipótesis hablaba de una disputa familiar y que Fernando Pomar tenía un arma de fuego que nunca se encontró durante la requisa de la casa.
El caso había tomado tal trascendencia que los principales funcionarios de la provincia estaban detrás. Daniel Scioli, gobernador, Carlos Stornelli, ministro de Seguridad, y Paul Starc, secretario de investigaciones, sostenían que la familia había abandonado el país sin avisar, pero sin mayores sustentos para su teoría ya que no se encontraban deudas u otro hecho puntual que colabore con esa hipótesis.
Los días pasaban, se sumaban a la investigación agentes de caballería e infantería. Se buscaba por tierra, en las rutas y en las lagunas aledañas. Los funcionarios parecían estar cada vez más lejos de encontrar la verdad y la imagen de Fernando Pomar fue la más afectada. Se lo acusó de violento con su familia por una foto poco clara que se capturó en el peaje de Villa Espil. También se llegó a insinuar que estaba en los negocios de la efedrina por tener conocimientos de química. En una historia curiosamente similar a la del éxito televisivo Breaking Bad. Los medios de comunicación también tuvieron un rol clave en la desinformación general y hasta se pudo ver a una vidente en la televisión analizando el caso.
No hubo teoría que la sociedad, confundida por la negligencia en la investigación, no haya tenido. La más disparatada que se escuchó incluyó a ovnis abduciendo a la familia. Hipótesis que, incluso, fue incluída en el expediente.
La aparición de los Pomar
La respuesta estaba en aquel llamado de Casimiro Frutos al 911, cuando denunció un auto rojo abandonado al costado de la ruta 31. El auto era el Duna Weekend de la familia Pomar que había chocado a tan solo 40 km de llegar a Pergamino. Allí se encontró a la familia, 24 días después de su desaparición, y si bien las autopsias determinaron que Fernando había tenido una muerte instantánea por una fractura de cráneo, su mujer Gabriela soportó varias fracturas y podría haberse salvado si hubiese tenido una atención inmediata.
La aparición de la familia derivó en el segundo gran papelón del caso que fue la investigación posterior. La inoperancia de los funcionarios no terminó con ningún detenido. María Cristina murió antes de que de que la Cámara Federal en lo Contencioso Administrativo de San Martín responsabilizara a la provincia de Buenos Aires. Franco, el hijo de la familia que se quedó en José Marmol aquel 14 de noviembre, recibió una indemnización de $1.700.000 por daños morales. También se determinó responsabilidad en Fernando Pomar por el estado de los neumáticos del auto y se aclaró que ningún integrante de la familia tenía puesto el cinturón de seguridad.
La lentitud de la justicia, las apelaciones y las maniobras de los abogados, exculparon a los funcionarios que omitieron aquel llamado al 911 que podría haber cambiado la historia y a los encargados de hacer rastrillajes que se cobraron, pero no se hicieron. Hubo policías condenados en primera instancia que luego fueron absueltos y una causa que prescribió, no encontró justicia y quedó en la historia argentina como uno de los papelones más grandes.
ADP
LT