“Dios, hay luz”, fueron las primeras palabras de Adel Gharbal un prisionero sirio olvidado en una celda secreta tras la caída del régimen de Bashar al-Assad.
Su liberación, entre la incredulidad y el festejo a los besos, quedó registrada por las cámaras de la cadena de televisión CNN.
La escena fue en el cuartel general de inteligencia de la fuerza aérea en Damasco, un lugar temido durante décadas por quienes osaban desafiar al régimen. La celda estaba cerrada y fue abierta de un disparo por un combatiente, revelando lo que parecía ser una frazada en el suelo.
“Hay alguien ahí gritaron” y la ausencia de respuesta hizo pensar que el lugar estaba vacío, hasta que notaron un leve movimiento debajo de la manta.
Al levantarla, apareció un hombre desorientado, con las manos en alto, sin comprender lo que ocurría.
En un estado de shock absoluto, Gharbal salió de la celda, apoyándose tanto en la periodista como en el combatiente. Al ver el cielo por primera vez en meses, su reacción fue desgarradora. “¡Dios, hay luz!”, exclamó.
Visiblemente debilitado, Gharbal apenas pudo sostenerse en pie. Cuando le ofrecieron agua, la bebió con desesperación. Le dieron comida, pero su cuerpo, acostumbrado al hambre, no pudo procesarla.
“No supe nada de mi familia durante tres meses. Nada de mis hijos”, confesó, mientras la angustia lo dominaba.
Su incredulidad aumentó al enterarse de que el régimen había caído. “¿Hablas en serio?”, preguntó al combatiente que lo acompañaba. “Siria es libre”, le respondió el rebelde, lo que llevó a Gharbal a darle varios besos en la frente, en un gesto de gratitud y alivio.