La popularización de los cursos de cocina aparece en MasterChef que invita a personas comunes a jugar a ser profesionales y cocinar como los jueces. En la versión local parece que nadie aprendió mucho: se premió a quien mejor sazonó el guiso casero. Elbita venció a Pablo quien hizo “la cena” con ingredientes que no había tenido nunca en su cocina. Chorizo en la lasagna mató langosta. La historia de una chica humilde que entiende que la ensalada Waldorf deconstruida es el must de la sofisticación es más conmovedora que la del abogado con ínfulas de gourmet. Y menos culposa para productores y jueces.
Pero el cuento es que Elba se inscribió para ser Donato y aprender a decorar los platos y mientras las jueces eran implacables con el exceso de cardamomo en uno, a la otra le destacaron que la nuez decorando la mousse era un avance. El afán por la igualdad a veces delata un prejuicio de clase peor que el que se intentaba subsanar.
*Analista de medios.