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La vida sexual de los reyes de España: priapismo, amantes, bastardos y cine porno en palacio

Adicto al sexo, en el siglo XVIII el rey Felipe V no pudo explicar a su hijo cómo se hacen los bebés. La reina María Luisa fue definida como una "impura prostituta" y Fernando VII sufría de macrosomía genital. Isabel II, amante de la diversión hasta el amanecer, tuvo muchos amantes y su hijo amó a una hermosa cantante. En el siglo XX, llegaron el rey productor de pornografía y el de las "2.000 amantes".

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Los reyes de España | CEDOC

Si alguno piensa que la vida íntima del rey Juan Carlos de España es escandalosa, es porque no conoce bien la historia de sus antepasados.

Descendientes del mujeriego rey Luis XIV de Francia (el Rey Sol), los Borbones llegaron a Madrid a finales de 1700 para reemplazar en el trono a la dinastía Austria, que se extinguió sin descendientes.

Desde entonces, los Borbones reinaron en España navegando entre crisis políticas, revoluciones, guerras civiles y exilios, pero 300 años de convulsiones no pudieron romper el vínculo de los monarcas con el país. Tampoco lo logró la conducta privada de sus reyes.

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Adicto al sexo, Felipe V no pudo explicar a su hijo cómo se hacen los bebés

El primer Borbón que reinó en España fue Felipe V (1682-1746). Había nacido en el exuberante entorno del Palacio de Versalles, donde reinaban la depravación, los venenos, las aventuras sexuales y las amantes de su abuelo, Luis XIV.

Decidido a romper con el estigma, Felipe se esforzó en llegar virgen a su matrimonio y ser fiel a su esposa, la italiana María Gabriela de Saboya. Pero no lo consiguió y su voracidad sexual, causada probablemente por su priapismo -erecciones que se prolongaban durante horas- lo condujo a la locura.

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La reina María Luisa Gabriela murió de tuberculosis a los 25 años, pero ni siquiera la enfermedad logró apartar a Felipe V. “El rey practicó sexo con su esposa hasta el último momento, cuando era lo más parecido a una cadáver”, dice Marta Cibelina, autora de Los Borbones y el sexo.

“Felipe no abandona ni de día ni de noche a la que lleva siendo su amante esposa durante trece años”, dijo la historiadora Alejandra Vallejo-Nájera. “No ateniéndose a razones, el monarca reclama su derecho a los últimos fornicios y tiene que ser arrancado a la fuerza de la cama de la moribunda que, por primera vez en su vida conyugal, no está para trotes de alcoba”.

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El primer Borbón que reinó en España, Felipe V, era ultra religioso y vivía atormentado por los pecados que cometía. Para mayor martirio, era un adicto al sexo que no salía de la cama de su esposa ni cuando estaban enfermas.

El rey lloró desconsoladamente a su esposa, pero en menos de un año se casó otra vez. Su segunda esposa, la parmesana Isabel Farnesio, aprendió a complacer los deseos de Felipe V, del que no se separaba nunca. Eran tan unidos que incluso concedían audiencias oficiales en la cama.

Según un religioso de la corte, Isabel Farnesio “se cree que es dueña absoluta del reino, pero su condición es la de una esclava, pero su marido no deja que se aleje de él ni un solo momento”.

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Según Marta Cibelina, Isabel llegó a buscar una dispensa papal que “evitara tener que satisfacer a su esposo más de tres veces al día”.

Cuando su esposa estaba lejos y no era capaz de satisfacer su deseo, Felipe V recurría frenéticamente a la masturbación y, ya que era muy religioso, después se sentía atormentado espiritualmente.

“Ante el estupor de los cortesanos, obligaba a sus propios bufones a golpearle con dureza y a escupirle en el rostro; una forma de expiar sus pecados sin recurrir a sus confesores”, escribió José María Solé, autor de Los pícaros Borbones.

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Aunque era hijo de un adicto al sexo, el rey Luis I nunca pudo consumar su matrimonio porque nadie le explicó qué hacer. Tampoco supo que hacer con las prolongadas erecciones que sufría (priapismo).

El segundo Borbón que reinó en España lo hizo brevemente, en 1724. Cuando la salud mental de Felipe V se agravó, abdicó al trono en favor de su hijo Luis I (1701-1724), que estaba casado con una francesa amante del exhibicionismo.

Luis I y su esposa, Luisa Isabel de Orleáns, se habían casado en la adolescencia y el entonces príncipe de Asturias no supo cómo consumar el matrimonio y su padre, aunque era adicto al sexo, sentía vergüenza de explicarle al niño cómo concretar el acto sexual.

“Aunque es hijo de un adicto al sexo, también ignora por completo qué es lo que hay que hacer entre sábanas”, dice Vallejo-Nájera.

La situación de Luis era desesperante ya que padecía de priapismo, al igual que Felipe V. En una carta a su padre, Luis le dijo: “Quiero que usted me diga si hay que estar mucho tiempo sobre la princesa y cómo tenemos que hacer los dos, y también si yo podría hacerle eso esta noche”. 

Luisa Isabel era, según su propia abuela, “la persona más desagradable que he visto en mi vida”. Era una amante del exhibicionismo que “se paseaba desnuda por los pasillos y balcones de palacio; disfrutaba provocando. Se quitaba la camisa y con ella de rodillas limpiaba los baldosines del suelo”, describió Marta Cibelina. 

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Definida como una "vulgar prostituta" con "ojos de bruja", la reina María Luisa mantuvo relaciones con hombres más jóvenes y bellos a la vista de todos, incluso su esposo el rey Carlos IV.  

La reina eructaba en público, se dormía, acosaba sexualmente a los guardias y alguna vez la encontraron junto a una cocinera del palacio en su cama. A Luis I, agonizante por la tuberculosis, no le quedó otro remedio que encerrar a su esposa durante un tiempo porque todos temían que se hubiera vuelto loca. 

El hermano de Luis, Carlos III (1716-1788), fue probablemente el hombre más sano y cuerdo que se sentó en el trono de España: amó profundamente a su esposa y nunca tuvo amantes, y cuando enviudó decidió que jamás volvería a casarse, precisamente, por la pena que sentía.

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Amante de la relojería y de la caza, Carlos III llevaba una rutina meticulosa y estaba seguro de que mantenerse ocupado y llevar una vida sana le evitaría caer en los problemas mentales que padecieron su padre, su hermano y otros de sus antepasados.

En palabras del biógrafo César Cervera Moreno, autor de Las Locuras de los Borbones, Carlos III “solo era feliz entre perros, caballos y escopetas, de las que era un experto coleccionista”.

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Fanático de los burdeles, el rey Fernando VII amargó la vida de sus esposas (tuvo cuatro) y padeció de macrosomía genital, es decir, su pene era enorme.

 

Una “impura prostituta” en el trono, el rey que sufría de macrosomía genital y los muchos amantes de Isabel II

El hijo de Carlos III, el rey Carlos IV (1748-1819) no tuvo mucha suerte porque se casó con la princesa María Luisa de Parma, definida a veces como una mujer “ardiente y voluptuosa” y otras veces como una “impura prostituta”.

Era conocida en la corte por sus poco discretas aventuras sexuales con hombres de categoría inferior y su vida “estuvo dominada por las pasiones y flaquezas de su sexo, y no poseyó ninguna de sus virtudes”, según escribió el religioso Andrés Muriel.

Se cree que María Luisa tuvo cientos de amantes más jóvenes que ella incluso cuando ella, a los 40 años, ya parecía una anciana, era obesa y prácticamente no tenía dientes. 

Su relación más famosa fue con el guardia real ascendido a primer ministro Manuel Godoy, que se ganó la confianza del rey, y al parecer supo complacer a la reina, para acumular poder, dinero y honores. A la vez, algunos dicen que ejercía violencia física contra María Luisa cada vez que no conseguía lo que quería.

En su lecho de muerte, María Luisa habría confesado que ninguno de sus hijos era del rey.

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Huérfana de padre a los tres años y abandonada por su madre cuando fue obligada a exiliarse, Isabel II creció para convertirse en una mujer fogosa que al parecer llevó a la cama a decenas de sirvientes, guardias y cortesanos.

El hijo de María Luisa, Fernando VII (1784-1833) fue uno de los reyes más impopulares y desagradables que tuvo España. Fanático de los burdeles, amargó la vida de sus esposas (tuvo cuatro) y padeció de macrosomía genital, es decir, su pene era enorme

A causa del tamaño de su pene, a Fernando VII se le dificultó tener hijos y hubo que crear un artilugio para ayudarle: una especie de flotador con un agujero que permitía el coito sin lastimar a la mujer.

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Gracias a esto, la cuarta esposa de Fernando VII pudo engendrar a la reina Isabel II (1830-1904), que pasó a la historia como una monarca amante de la diversión, las fiestas, los bailes, el teatro y de los guardias reales.

Huérfana de padre a los tres años y abandonada por su madre (que tuvo que exiliarse), Isabel creció prácticamente sola, sin educación ni protección. Rodeada de una camarilla corrupta y ambiciosa, se cree que incluso fue víctima de abuso sexual en su niñez.

Cuando llegó el momento de que Isabel II contrajera matrimonio, el elegido fue el menos adecuado para ella: un primo que era abiertamente homosexual. Los españoles ridiculizaron al consorte, Francisco de Borbón, al que apodaron “Paquita” y se reían de él diciendo que “mea en cuclillas como una señora”.

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Afeminado y delicado, el esposo de Isabel II, don Francisco de Borbón fue ridiculizado por su esposa y por el pueblo: lo llamaban "Paquita" y  decían que "mea sentado como una señora".  

Desesperada, Isabel II aceptó con desagrado su destino, pero sus votos matrimoniales no aplacaron sus pasiones: quedó embarazada doce veces, pero posiblemente ninguna vez con su marido. Ella misma habría reconocido a sus hijos la identidad de sus respectivos padres.

Las historias filtradas por los cortesanos daban cuenta de que numerosos sirvientes, guardias, militares, políticos, intelectuales, artistas y otros hombres pasaron por la cama de Isabel II, todo lo cual le dio fama de reina adicta al sexo. 

Hombres atractivos y fuertes fueron amantes de la reina: el general Serrano (a quien ella apodó “el general bonito”), el compositor Arrieta, el gobernador Marfori, el militar Puigmoltó, el cantante Tirso Obregón, el capitán De la Puente… A veces los amantes de Isabel llegaban a influir en la política del país, como sucedió en el caso del marqués de Bedmar.

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“Tal vez, si como apuntan, la reina sufrió abusos sexuales en la niñez o se sintió abandonada por su madre, lo que buscaba de forma incesante en el sexo no era más que la rescataran, algo que ninguno de sus amantes pudo o supo hacer”, analizó el psicólogo español Luis Martín del Pliego.

La conducta de la reina y su desinterés por el gobierno condujeron a la Revolución de 1868, que la envió al exilio. En palabras del historiador español Jorge García Ruiz, la reina parecía “siempre sedienta, nunca cansada de torpes y libidinosos placeres”. 

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Amargado por la muerte de su bella primera esposa, y doblemente amargado por tener que casarse con la segunda, Alfonso XII frecuentó prostíbulos y bares madrileños para ahogar sus penas. En el camino, dejó varios hijos extramatrimoniales. 

 

El rey que tuvo hijos con una cantante, el pornógrafo y el de las “2.000 amantes”

Alfonso XII (1857-1885) era hijo de Isabel II y probablemente del militar Enrique Puigmoltó. Ascendió al trono en 1872, después de la restauración de la monarquía, y se hizo muy popular de inmediato.

Pero después de enviudar de su primera esposa, el joven Alfonso XII se deprimió y se entregó a los placeres nocturnos. 

Eran famosas en Madrid sus aventuras nocturnas con un grupo de amigos, que fueron reconocidos como “la banda de Palacio”. “Juntos visitaban garitos y tabernas de poca monta”, según relata Josep Carles Clemente en el libro Amantes reales.

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Necesitado de un heredero, en 1879 Alfonso se casó con María Cristina de Austria, que desde su primer día en España soportó con valentía el desprecio generalizado. Era la esposa de un marido enlutado que no la quería y que consolaba su pena en la compañía de prostitutas

Durante sus últimos años de vida, antes de que la tuberculosis lo matara a los 29 años, Alfonso mantuvo una romántica relación con la bellísima cantante de ópera Elena Sanz Martínez, quince años mayor que él, que le dio dos hijos. 

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Definido como adicto al sexo, Alfonso XIII se aficionó a la pornografía y financió la producción de las primeras películas XXX de España para su consumo personal en un cine instalado en el palacio de Madrid.

Después de que Elena tuvo dos hijos del rey, la reina María Cristina le dio un ultimátum: o la cantante se iba de España o ella misma regresaría a Austria. La madre del rey, la exiliada Isabel II, que no sentía ningún cariño por María Cristina, recibió a Elena y a sus hijos en París y llegó a referirse a ella como su “nuera ante Dios”.

El único hijo de Alfonso y María Cristina, el rey Alfonso XIII (1886-1941), fue probablemente un “adicto al sexo”, en palabras del historiador Jesús Izquierdo. Para César Cervera Moreno, las fantasías sexuales del rey “eran muchas y muy retorcidas”.

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Mimado por su madre, sus tías y sus cortesanos, se convirtió en un joven moderno, transgresor y seductor que se aficionó al sexo gracias a la complicidad de sus amigos, que lo llevaron por el mal camino, despejaron los obstáculos que hallaba para su diversión y se esforzaron por ocultar al público esta faceta de depredador sexual. 

Convertido en un adulto y casado con una princesa británica, la despreció, la culpó de todos los males que le ocurrían y tuvo muchas aventuras e hijos extramatrimoniales. Sus visitas a la “casa de citas” Hotel Mónaco, en el barrio madrileño de Chueca, se hicieron legendarias. 

Alfonso XIII conservó una colección de fotografías de mujeres desnudas en posiciones eróticas, de las cuales muchas habían pasado por la cama del rey, y contrató a la productora barcelonesa Royal Films (fundada en 1915 por los hermanos Ramón y Ricardo de Baños) para que le realizaran, mediante importantes pagos realizados por el conde de Romanones, películas pornográficas para consumo personal

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Atrapada en un triángulo amoroso con una duquesa y su marido, la reina Victoria Eugenia aprovechó el exilio en 1931 para separarse de su marido: "No quiero volver a ver tu fea cara otra vez", le dijo.

Se trataba de las primeras películas para adultos realizadas en España y el rey disfrutaba de ellas en la pequeña sala de cine del Palacio Real, a veces solo, a veces con amigos. 

Las actrices, elegidas por el rey, solían ser prostitutas del barrio Chino de Barcelona y las películas tenían guiones basados en la política o la religión en los que Alfonso, como productor ejecutivo, dejaba su impronta: “El confesor”, “El ministro” y “Consultorio de señoras” --rodadas entre 1915 y 1925--, son algunos de los títulos. 

A pesar de que Alfonso XIII se había acostado con muchas mujeres, fue la relación de su esposa la reina Victoria Eugenia con Rosario, duquesa de Lecera, y su marido lo que finalmente provocó la ruptura matrimonial.

El rey acusó airadamente a su esposa de tener un romance con el duque, de quien era muy cercana. 

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Pero según el biógrafo de Victoria Eugenia, Gerard Noel, la duquesa también estaba enamorada de la reina, sin que el rey lo supiera: "Victoria Eugenia no tenía tales inclinaciones, aunque las de la duquesa eran bien conocidas: varias institutrices y doncellas habían sido despedidas de su servicio en circunstancias misteriosas a lo largo de los años".

Ya en el exilio después de la caída de la monarquía, cuando el rey ordenó a su esposa elegir entre él y el duque, Victoria Eugenia respondió en plural: "Los prefiero a ellos y no quiero volver a ver tu fea cara otra vez".

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Enviado a España a los diez años para su educación, el príncipe Juan Carlos sucumbió a las malas influencias y se entregó a decenas (algunos dicen cientos) de amantes. Entre ellas, la vedette de los años 70 Barbara Rey y la actriz Sara Montiel.

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Apenas se casó con la princesa Sofía de Grecia, el matrimonio se rompió a causa de las frecuentes aventuras sexuales del joven Borbón. 

La autora Pilar Eyre contó en su libro La soledad de la Reina que Juan y Sofía llevaron vidas separadas desde 1976, cuando ella descubrió la primera aventura de su esposo. Deseaba irse del palacio con sus hijos y no volver jamás, pero su madre la convenció de no hacerlo.

Sólo el entorno más cercano sabía que los reyes vivían separados y que sólo se encontraban cuando el protocolo los obligaba: un divorcio haría convencido al General Franco de que Juan Carlos no sería el heredero adecuado. 

Según el historiador Amadeo Martínez Inglés, Juan Carlos llegó a mantener relaciones con 62 mujeres en solo un “período apasionado” de seis meses y supuestamente tuvo más de 2.100 parejas femeninas entre 1976 y 1994

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Según varios biógrafos, el rey Juan Carlos y la reina Sofía se separaron en 1976, cuando ella descubrió las primeras aventuras sexuales de su marido. Desde entonces fueron solo un matrimonio de puertas para afuera.

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El principal problema de Juan Carlos era que “le contaba todo a todo el mundo”, dijo el historiador. “Disfrutaba contando las amantes que tenía”. 

Juan Carlos “humilló” a Sofía “miles y miles de veces” pero ella “siempre ha aguantado estoicamente porque quería a toda costa que su hijo fuera rey”, dijo Martínez Inglés. “Hay algunos que han asegurado que la reina le pilló por sorpresa pero no fue así. Ella tenía sus informantes en Palacio. La Zarzuela siempre ha sido un nido de espías. Ella sabía que este hombre se escapaba todas las noches”.

En los años 70 y 80, “los reyes de España estaban de moda, se los veía como una pareja moderna, de gran fuerza icónica, aunque casi nadie conocía entonces las tormentas que agitaban su matrimonio”, escribió Pilar Eyre, que describe a Juan Carlos I como un “seductor profesional”. 

“El rey, bronceado, sexy, atlético, elegante… era no solo el rey de España, sino el rey del mundo. Como me dijo un amigo suyo entonces: ‘¡Se le ofrecían todas! ¿Qué con cuántas estuvo? ¡Yo qué sé! ¡Mil quinientas!’”

Para Martínez Inglés, “Juan Carlos ha tenido dos tipos de amantes: las oficiales y las que no. Siempre ha sido un depredador sexual. Mujer que veía, se quería acostar con ella”. 

La vedette Bárbara Rey, la decoradora de interiores Marta Gayá, la cantante Paloma San Basilio, la actriz Sara Montiel figuran en la lista de “conquistas oficiales” de Juan Carlos, que las invitaba a pasar las noches en el palacio donde vivía con la reina Sofía. 

El excomisario José Manuel Villarejo, involucrado en múltiples escándalos que salpicaron a la élite española, dijo durante un juicio en 2022 que agentes de Inteligencia inyectaron al rey “hormonas femeninas e inhibidores de la testosterona para bajar su libido porque se entendió que era un problema para el Estado que estuviera tan ardiente”.

Darío Silva D'Andrea | monarquias.com