Los últimos días de vida del Papa Francisco fueron intensos por diversos motivos. Primero, porque tuvieron lugar, increíblemente, durante la celebración de Semana Santa y las Pascuas. Y segundo, porque el Sumo Pontífice debió llevar a cabo diversas actividades en medio de un notorio cansancio y problemas de salud que, a pesar de estar controlados, venían minándolo hacía ya tiempo.
Según su entorno, el Francisco parecía visiblemente agotado. Cuando recorrió la Plaza de San Pedro durante el Domingo de Pascua, fue aclamado por una eufórica multitud que, quizás, no imaginaba que aquella se convertiría en su última aparición pública. A sus 88 años y debilitado por una doble neumonía que lo mantuvo hospitalizado durante cinco semanas, algunos funcionarios del Vaticano sospechan que el jefe de la Iglesia católica sabía que sus fuerzas se estaban terminando.

Entre los católicos reunidos el lunes 21 en el Vaticano para rezar tras el anuncio de la muerte de Francisco, muchos confesaron que sentían que su aparición en Pascua, tan sólo un día antes, había sido una señal inequívoca de que el papa estaba mejorando. Sin embargo, y aunque los médicos habían aconsejado una recuperación de dos meses, el pontífice había retomado gradualmente sus actividades en el mes transcurrido desde su salida del hospital. La aparición del Domingo de Resurrección fue la última de varias en las dos últimas semanas.
En diálogo con AFP, una fuente del Vaticano sostuvo: “Tenemos la impresión de que quería llegar hasta el final. Era el Papa del pueblo. No murió en el hospital aislado del resto del mundo, tuvo tiempo de volver, dar su bendición, vivir la Pascua. Estamos todos impresionados”.
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Las últimas semanas del Papa Francisco
Tras salir del hospital Gemelli de Roma, el jefe de los 1.400 millones de católicos del mundo no perdió el tiempo y volvió rápidamente al trabajo. De hecho, el 6 de abril, apenas dos semanas después de recibir el alta, Francisco hizo su primera aparición pública en el Vaticano, luego de oficiar una misa dedicada a los enfermos en la plaza de San Pedro, ante la sorpresa de los congregados. "Feliz domingo a todos. Muchas gracias", susurró con voz débil, todavía con una cánula nasal para el oxígeno.
Pero esa no fue la última vez que el mundo lo vería. Las apariciones públicas continuaron. el 10 de abril, cuando entró en la Basílica de San Pedro para inspeccionar las recientes reformas. El día anterior, mantuvo una breve audiencia privada con los reyes Carlos III y Camilla, y el 12 de abril abandonó el Vaticano para rezar en la basílica de Santa María la Mayor, en el centro de Roma, donde será enterrado.

Sus últimos momentos, que fueron en su residencia de Santa Marta, dentro del Vaticano, consistieron en misas diarias en el segundo piso, para luego trabajar en su despacho. Estaba rodeado día y noche por un equipo médico, firmaba documentos, escribía cartas y rezaba.
Para marcar el inicio de la Semana Santa de Pascua, apareció el 13 de abril en la misa del Domingo de Ramos, donde, desde su silla de ruedas empujada por la plaza de San Pedro, estrechó manos y ofreció caramelos a los niños.
Aunque se vio obligado a delegar en los cardenales las principales celebraciones de la semana, el Papa se dirigió el jueves a una ruinosa y abarrotada cárcel de Roma para saludar a unos 70 reclusos. Preguntado a su salida sobre cómo llevaba la Semana Santa, Francisco respondió: “Lo mejor que puedo”
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El domingo 20, cuando apareció en el balcón de la basílica de San Pedro para su tradicional bendición ya se lo veía más agotado que de costumbre: “Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua”, dijo, visiblemente debilitado, antes de delegar la lectura de su texto. Luego, pronunció la tradicional bendición en latín. Fueron sus últimas palabras en público.
TC CP