En el mundo del arte conceptual, donde la provocación se mezcla con las cifras astronómicas, el pasado viernes quedó registrado un episodio digno de este tiempo posmoderno. En un lujoso hotel de Hong Kong, Justin Sun, el joven magnate chino-estadounidense y creador de la plataforma de criptomonedas Tron, cumplió una promesa que sintetiza el espíritu de nuestra época: devorar una obra de arte valorada en 6,2 millones de dólares.
La obra, titulada “Comedian”, del italiano Maurizio Cattelan, no es más que un plátano pegado a una pared con cinta adhesiva. Lo que para muchos sería un gesto banal, en el universo del arte contemporáneo representa un cuestionamiento a la noción misma de valor. Subastada por Sotheby’s en Nueva York, Sun adquirió la pieza, pero su verdadero acto artístico no fue la compra, sino la decisión de ingerirla ante un séquito de periodistas e 'influencers'.
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“Es mucho mejor que otras bananas”, declaró el magnate entre risas, tras el primer mordisco. Y con esa frase, que podría parecer trivial, resumió la paradoja de este tipo de arte: lo efímero y lo simbólico colisionan en una narrativa que no necesita del objeto para trascender.
Arte, criptomonedas y narrativa digital
En un discurso previo, Sun justificó su acto y trazó una línea entre el arte conceptual y las criptomonedas. Ambos, según él, comparten una esencia intangible: existen más en el plano de las ideas y la propiedad intelectual que en el mundo físico.
La pieza de Cattelan, que incluye instrucciones para reemplazar el plátano cuando se descomponga, es una metáfora perfecta para un ecosistema donde lo que importa no es la materialidad, sino el concepto. Para Sun, devorar la obra en público era un paso natural. “Comerla durante una rueda de prensa también puede formar parte de la historia de esta obra de arte”, afirmó el magnate.
Una banana entre Trump y los NFT
El gesto de Sun no fue el único anuncio del día. En un movimiento que ilustra cómo el capital simbólico se conecta con el capital financiero, el empresario aprovechó para informar una inversión de 30 millones de dólares en World Liberty Financial, una plataforma respaldada por el expresidente Donald Trump.
El evento concluyó con un gesto a medio camino entre lo kitsch y lo performativo: cada asistente se llevó una banana y un rollo de cinta adhesiva, recordatorios físicos de una obra que ya había sido devorada, pero cuya narrativa seguirá fermentando en el universo digital.
La historia de este plátano es un recordatorio de que en el mundo del arte contemporáneo, y tal vez en la economía de las criptomonedas, lo que realmente importa no es el objeto, sino el relato que lo envuelve.
NG