Casi trece meses atrás Javier Milei aniquilaba cualquier pronóstico electoral al ganar el balotaje presidencial por más del 11%. Desde ese momento, los distintos sectores de la Argentina comenzaron a repetir hasta el cansancio la misma pregunta: “¿Cuánto dura?”. Los más optimistas decían que para abril estaría liquidado. Pero el libertario volvió a demoler toda predicción, logró despejar esa pregunta del escenario político y este jueves celebrará un año de gobierno dejando claro que llegó para quedarse.
El aniversario viene con un Milei convencido de estar atravesando la mejor etapa del Gobierno. Las encuestas que le acercan se lo dicen, pero también los números que decide mirar (inflación, riesgo país y brecha cambiaria) y más aún: goza de una oposición totalmente diezmada y desconcertada.
“El ajuste más grande de la historia” que no terminó de caer sobre la casta y sí sobre jubilados y trabajadores tiene aguante. Por ahora, el Gobierno asegura que el ciudadano que lo puso en el poder entiende el camino trazado en este primer año. Pero en la Casa Rosada admiten que el sacrificio tiene que valer la pena y en el segundo año de gestión esto tiene que quedar demostrado.
Para el mensaje que grabará el próximo martes y se transmitirá por la noche, Milei le pidió a cada ministro que prepare los “hitos” de su gestión. Aún no definió si estará solo frente a cámara o si aparecerá junto a todo su equipo. Pero sí tiene claro que repasará la herencia recibida, lo hecho hasta ahora y sus resultados. Y le dedicará un capítulo a “los anticipos de lo que se viene”. Allí deberían estar las buenas noticias de fin de año.
La glorificación a la estabilización de la macroeconomía contrasta con variables como la merma del empleo, la pérdida de poder adquisitivo, el derrumbe del consumo (desde supermercados hasta centros comerciales), y la caída de sectores como la construcción y la industria. Las dos banderas de este gobierno: superávit e inflación, ¿a qué costo?
Las preguntas que giran en torno al plan económico ahora son hasta dónde se puede sostener el atraso cambiario y cuándo se cumplirá la promesa de campaña de levantar el cepo.
Pero Milei vuelve a romper un mito. No se trata de un gobierno peronista y nadie habla de un diciembre caliente, como tantos otros que, incluso el peronismo, debió atravesar. Intendentes del Conurbano no salen de su asombro. Se dicen el primer mostrador al que llegan los reclamos de los vecinos y no ven en sus municipios posible conflictividad social inmediata. Una importante cadena de supermercados con distintas sucursales en el Gran Buenos Aires apenas recibió por estos días un solo pedido de bolsones de comida. Para esta fecha, la lista suele multiplicarse.
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Mientras tanto, en contraste con el gobierno anterior comandado por Alberto Fernández, apareció en esta primera etapa un presidente dispuesto a tomar decisiones y a confrontar, no importa con quién. No solo dejó fuera de su gabinete a amigos de más de 20 años como Nicolás Posse, sino que puso aún más en crisis a la oposición que ya había quedado aturdida.
La atomización de los distintos espacios queda a la vista en cada votación que atravesó el Congreso. Aunque solo se aprobaron nueve leyes en el año, con 39 diputados y 7 senadores (6 y Francisco Paoltroni que dice seguir respondiendo a Milei) logró imponer la ley bases, con más de 238 artículos y el pacto fiscal. Los traspiés más importantes que sufrió logró torcerlos como la aprobación por parte de la oposición de la ley de movilidad previsional y el aumento del presupuesto universitario, que fue inmediatamente vetado por el jefe de Estado y avalado por el Congreso.
Allí aparecieron los héroes. Ya no cuenta con menos de 40 legisladores del oficialismo, sino que casi 90 diputados están dispuestos a avalar el rumbo libertario. Esta lista no distingue color político y contiene a macristas, radicales, líberos y hasta peronistas.
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Algunos lo hacen por el terror infundido desde el principio con ataques públicos a quienes piensan distinto; otros porque la figura de Javier Milei es fuerte en sus distritos y planean colgarse de él; y otros para sobrevivir a épocas de crisis. De eso saben los gobernadores, acostumbrados a ser oficialistas sin importar quién esté en la Casa Rosada. A muchos de ellos no les fue mal en la época del “no hay plata” y consiguieron de manera discrecional hacerse de recursos.
En la cumbre conservadora que desembarcó la última semana en Buenos Aires, la batalla cultural atravesó cada uno de los discursos del oficialismo. Incluso el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, aseguró que sus decisiones tienen que estar acompañadas de la disputa de sentidos para tener éxito.
En este capítulo es en el que aparecen las agresiones públicas más duras. En la pelea que la mayoría de las veces avala el propio presidente, la guardia armada de Las Fuerzas del Cielo cumplen su rol principal. Amedrentar, amedrentar y amedrentar. Contra el progresismo, contra el feminismo, contra la simbología peronista, contra los medios de comunicación, contra la cultura y contra lo que aparezca en el camino. Milei lo hizo: cumplió su primer año de gobierno.