El gobierno de Cristina Fernández, con la colaboración de su esposo Néstor Kirchner, parece haber vuelto a las raíces del peronismo: la conducción del PJ nacional y la alianza con la Confederación General del Trabajo (CGT). La otrora "columna vertebral" del peronismo, según lo definiera el creador del movimiento Juan Domingo Perón, parece que continúa siéndolo para el gobierno de Cristina Fernández.
Aunque mas no sea por una cuestión de rigurosa necesidad y no de ideología como medio siglo atrás ocurriera -con un sindicalismo actualmente desacreditado con razón ante la sociedad- la Casa Rosada volvió a ser el escenario de un acuerdo con la CGT.
La necesidad tiene que ver con encauzar las negociaciones salariales que comienzan en marzo próximo -con la UOM y SMATA- en una franja, mas allá que después los gremios consigan algunos puntos de más de incremento a través de sumas no remunerativas o un plus, según la actividad. Lo cierto es que el cónclave de anoche en la Casa Rosada también sirvió para ahuyentar los fantasmas de un enfriamiento en la relación gobierno-CGT. No es nueva la estrategia de intentar debilitar al otro para que llegue disminuido a la mesa de negociación. Esa estrategia fue utilizada, sobre todo por los Kirchner, antes de la foto de ayer.
Pero alrededor del camionero creen que quedaron sepultadas las aspiraciones "golpistas" del gastronómico Luis Barrionuevo, quien en su habitual asado de hoy en Mar del Plata, apenas pudo reunir a un puñado de sindicalistas disidentes, de limitado peso específico.
La otra vertiente a la que volvieron los Kirchner, después de cuatro años de profesar el "transversalismo", la "centroizquierda" y la "concertación plural", es el Partido Justicialista. En un "operativo clamor" cuidadosamente pensado, la semana anterior fueron los intendentes bonaerenses quienes pidieron a Néstor Kirchner que conduzca el PJ nacional y esta semana hicieron lo propio los gobernadores justicialistas.
Los impedimentos para que Kirchner sea nombrado presidente del Consejo Nacional Justicialista no son políticos sino burocráticos. Necesita convocar al Congreso peronista para que defina la situación del partido, pero muchos de los congresales tienen el mandato vencido, como los bonaerenses y santafesinos. Del otro lado, sólo el puntano Alberto Rodríguez Saá hace un poco de ruido, pero difícilmente le alcance para hacer peligrar la hegemonía del santacruceño.
Incluso Eduardo Duhalde, quien meses atrás llegó a amenazar con empezar a caminar la provincia de Buenos Aires para rearmar el partido, se llamó a silencio. Ocurre que los dirigentes que todavía mantenían cierta lealtad hacia el ex mandatario, en su mayoría fueron derrotados cuando se presentaron para el cargo de intendente en distintos distritos bonaerenses, el 28 de octubre pasado.
Con escasa convocatoria y ante el avance del kirchnerismo, Duhalde prefirió hacerse a un lado y esperar. No obstante, el kirchnerismo ofrecería al normalizar el PJ una suerte de amnistía, para aquellos "arrepentidos" que elijan volver al partido, bajo un denominador común en la historia del peronismo: el que pierde, acompaña.