Andrea Ugalde no durmió para poder estar en el funeral del papa Francisco. Llegó de madrugada al Vaticano y corrió tan rápido como pudo para ubicarse “en primera fila”.
Esperó desde la una de la madrugada el aviso de las autoridades para lanzarse a la carrera hasta la Plaza de San Pedro, donde se realizó el servicio. A su alrededor, miles de personas llenaron rápido la avenida y la plaza.
Muchos de los asistentes eran jóvenes peregrinos con banderas y estandartes sobre los hombros, mientras sacerdotes vestidos de gala se arremolinaban bajo las majestuosas columnatas de la famosa plaza de Bernini.
“Arranqué como una bala para abrirme camino”, explicó Ugalde, de 39 años.
La policía la detuvo en dos oportunidades para revisar su bolso. Pero lo logró, consiguió un asiento en la primera fila reservada para los fieles. “Valió la pena no haber dormido”, expresó esta mujer que tan pronto supo la noticia de la muerte del papa compró un boleto de Los Ángeles hasta Roma.
Del aeropuerto fue directamente a la capilla ardiente el jueves y ahora pasó la noche en vela para el funeral.
“Difícil entrar”. Gabriela Lazo durmió en su auto. El día anterior condujo ocho horas con su esposo y tres hijos desde La Verna a Roma. El tránsito les impidió llegar a la capilla ardiente pero estaban determinados a acudir al funeral. “Le tenemos tanta devoción, nos da mucha pena lo que le pasó porque lo llevamos en el corazón, un papa sudamericano”, señaló esta peruana de 41 años.
Algunos rezaban rosarios y oraciones en silencio apoyados en las columnas. Otros posaban para fotos con remeras con el rostro del Papa y una paloma, y la basílica de fondo.
“Despacio, despacio”, pedía el personal de seguridad a la gente que corría para conseguir uno de los asientos libres, que se llenaron en menos de una hora desde la apertura de la plaza. “Fue muy difícil entrar”, expresó Eloise Bird, una australiana de 38 años, que asistió con sus hijos. “Los niños pequeños eran aplastados”, aunque no se arrepiente.
También en la fila, Gabriela Bracamonte viajó desde Argentina con un grupo de fieles. Francisco “vino a hacer una revolución en la Iglesia, con cosas nuevas, positivas, de mucho amor hacia la gente”, dijo.