La historia de "El Peti" terminó con un baño de sangre. Casi como fue toda su vida. Su nombre era Leandro, un joven de 17 años que era acusado de matar al menos a 10 personas. Pero ahora le tocó a él: el pasado fin de semana fue asesinado de tres balazos en un aparente ajuste de cuentas.
"El Peti" había tenido que desaparecer de su zona de influencia, luego de atacar a tiros a un amigo. Lo buscaban para cobrarse venganza. Entonces decidió esconderse en la casa de su novia, en la manzana 12 de la Villa 15, en Ciudad Oculta, en pleno barrio de Villa Lugano. Fue en ese lugar donde el sábado pasado cuatro individuos encapuchados se lo cruzaron y sin mediar palabra lo fusilaron de tres balazos con armas calibre 9 milímetros, según consignó Infobae.
A raíz de la balacera, ingresó en grave estado al Hospital Santojanni, donde falleció. Según una investigación preliminar de la División Homicidios de la Policía Federal, su muerte hizo parte de una red de venganzas. La semana pasada, un chico del barrio había sido agredido de varios disparos y todos apuntaron contra "Peti" como el autor. Desde la Policía aseguran que luego de este episodio fueron a buscarlo para matarlo y lo consiguieron.
Según testigos, el chico se dedicaba a robar dentro de la villa junto a una "bandita" que lo secundaba. Sobre él pesaba un pedido de captura de la Justicia de Lomas de Zamora porque el 2 de enero pasado había baleado a dos jóvenes para robarlos, en Villa Jardín. Uno se salvó. Pero el otro, Jhonatan Palacios (16), murió. Las órdenes de allanamiento no se hicieron esperar y "El Peti" se convirtió en el objetivo de la Policía.
Y mientras las divisiones de Homicidios de la Federal y de la Bonaerense se ponían de acuerdo para atraparlo, el joven asesino cayó muerto a balazos en Villa Lugano. Estaba acusado de matar hace dos años también a Julio Acosta (20), un amigo suyo. La víctima fue baleada en su propia casa, también en Villa Jardín. Le achacan además otras ocho muertes. En este caso, su novia aseguró que lo mató "por error" y en medio de un juego con un revólver. Testigos aseguran que el día del entierro, Leandro comenzó a disparar tiros al aire, haciendo alarde de lo que había hecho.
"El solía andar con pistolas de alto calibre, pocas veces con revólveres. Y no dudaba: disparaba sin problemas. Era chiquito, tenía cara como de asustado. Uno lo veía y costaba pensar que era el autor de todo lo que había hecho. Ni siquiera demostraba rebeldía, parecía más bien sumiso", dijo un policía a Clarín.