POLICIA
“Controlaba mis miedos”

El crudo relato de la medallista olímpica que denunció por abuso sexual a su exentrenador

María Eugenia Bosco ganó la medalla plateada en la clase Nacra 17 de vela junto a Mateo Majdalani y fue abanderada de la delegación argentina en la ceremonia de clausura de París. A partir del documental Atleta A se animó a denunciar lo que había padecido cuando tenía 12 años y fue abusada sexualmente por su exentrenador en el Yatch Club de Olivos. “No sé cómo explicarlo, pero fue algo que pasó, que no lo controlé, tenía 11 o 12 años, y lo aparté de mi vida hasta hace un par de años que lo pude ver”, contó en una entrevista con el diario La Nación.

11_01_2025_leandro_tulia_maria_eugenia_bosco_cedoc_g
Acusación. Leandro Tulia (der.) fue el entrenador de María Eugenia Bosco cuando ella competía en Optimist. Tras la denuncia de la atleta fue separado de su cargo. | cedoc

María Eugenia Bosco (27)  soltó. No es fácil soltar una herida, algo que duele, que atraviesa el pecho. Pero ella lo hizo. Con la misma firmeza y convicción que la llevó a ganar una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de París 2024, se animó a denunciar a su exentrenador por abuso sexual. No fue fácil. Y claro que no lo será después, porque la batalla que inició seguramente sea más larga que una competencia de regata, su especialidad. 

La medallista denunció el caso en la Justicia el año pasado, pero esta semana lo hizo público al contar su historia en una entrevista íntima que brindó al diario La Nación, y que enseguida despertó miles de reacciones. 

Bosco fue abanderada de la delegación argentina en la ceremonia de clausura de París, donde ganó la medalla plateada en la clase Nacra 17 de vela junto a Mateo Majdalani. En el momento más alto de su carrera deportiva tomó coraje con la ayuda de su psicólogo y finalmente radicó la denuncia en la UFE de Género de Vicente López, que está a cargo de la fiscal Lida Osores Soler. Entre otras cosas, contó que cuando tenía 12 años y entrenaba en el Yatch Club de Olivos, su exentrenador Leandro Tulia abusó sexualmente de ella en su habitación.  

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La regatista Bosco tiene hoy 27 años. Guardó el secreto más doloroso de su vida durante catorce años. A partir de su denuncia otras mujeres tomaron coraje y también acusaron por abuso a Tulia (ver aparte), quien durante más 20 años estuvo a cargo de la escuela Optimist. 

“Sucedió cuando era muy chica, o sea, cuando estaba navegando en Optimist. No sé cómo explicarlo, pero fue algo que pasó, que no lo controlé, tenía 11 o 12 años y lo aparté de mi vida hasta hace un par de años que lo pude ver, trabajando obviamente y con gente acompañándome. Lo pude volver a mi mente y arrancó otro proceso. Yo sabía que había algo en mí, no sabía de dónde venía, pero sabía que había algo. Y cuando esto vino empecé a entender un montón de cosas”, contó la medallista. 

Bosco recordó que a esa edad ella estaba compitiendo y muchas veces viajaba sola. “Yo venía de San Pedro todos los fines de semana, viajaba a veces con mi hermano (Santiago, dos años mayor y con el que llegó a disputar un Mundial en 29er, otra categoría juvenil), a veces sola y después éramos un grupo grande que se quedaba a dormir en el mismo lugar, todos bajo el cuidado de esta persona. Era un pequeño mundo. Que al final, cuando sos niño, es muy divertido porque estás con tus amigos, estás en un ambiente que creés que controlás, digamos, porque estás en un club, te sentís cuidada y sobre todo tus papás confían y te dan esa confianza de quedarte a dormir ahí. También nosotros hacemos un deporte al que le dedicamos muchas horas. Yo iba todos los fines de semana y a eso le sumaba quedarme a dormir, así que eran muchas horas y mucha responsabilidad de esa persona de estar al mando de nosotros”, apuntó.

Las cosas –según cuenta– sucedían siempre en el ámbito deportivo. “Siempre se dio en el círculo de este club. Se generan cosas en un pequeño círculo que quizás nosotros no controlábamos y esa persona lo tenía muy controlado. Y después, con los años siendo más grande, lo ves. O sea, yo pienso cada momento y digo: ‘Esto no fue en vano’. Gestos, situaciones, momentos... El tema de cómo reagruparnos, como una pequeña secta, por así decirlo”.

También dice que no recibió un pedido de silencio explícito, pero reconoce que sí hubo alguna amenaza: “‘Hacés esto y se lo voy a contar a tus padres’, decía. Y yo creo, viéndolo hoy, que él controlaba mis miedos”.

La deportista reconoce que tardó en darse cuenta de situaciones que eran anormales. “O sea, es que al final no conocés otra cosa, vivís tu pequeña realidad. Cuando te vas distanciando de todo eso, o cuando hablás con gente de otros clubes, o cuando vas creciendo, te vas dando cuenta de que había cosas que no estaban bien. Es muy difícil verlas desde adentro. Mis padres siempre confiaron en esto, confiaron en esta persona y en el club, pero ellos quizás no estaban yendo todos los días ahí a buscarnos: tenían la confianza de que sus hijos estaban bien en un club por el fin de semana”.

Según cuenta, el documental Atleta A –que relata los abusos que sufrieron gimnastas estadounidenses– desbloqueó el recuerdo: “Es que, de hecho, por seguridad, por no querer dejar de ir al club, de compartir con mis amigos todo se me borró. Es como que lo agarrás y ‘adiós’. Fue muy loco, porque el día en que me di cuenta, que fue hace cinco años, estaba viendo un documental justamente de esto y no podía creer lo que veía, y lloraba. Se me desbloqueó el recuerdo”.

“Y pensaba: ‘Esto me pasó a mí’. Yo venía trabajando con un psicólogo y fue también gracias a él que pude sacar esto fuera de mí y lo pude expresar, manifestar y contárselo a mi familia. Y bueno, obviamente estar hoy donde estoy”.

En otro tramo de la entrevista recordó cómo transcurrieron las horas previas a la denuncia penal y lo que sintió después de hacerla. “Me acuerdo de que la noche anterior a hacerla no paraba de llorar. No podía, realmente. Y al día siguiente me acompañaron mis padres y fue muy liberador, muy sanador. Desde ahí me sentí poderosa, es una sensación muy linda, encima con todo el momento [deportivo] que estoy viviendo. Esa sensación fue muy sanadora”.

 

Las otras denuncias

El exentrenador de la medallista está acusado por otros casos de abusos. 

Uno de los hechos ocurrió entre los años 2012 y 2014, cuando la víctima tenía entre 14 y 16 años. Como sucedió con María Eugenia Busco los ataques fueron en el Yatch Club de Olivos. 

Los relatos de las víctimas son coincidentes. El acusado, que vivía en el club, tenía una habitación que parecía la de un apart hotel. Cuando competían, muchas deportistas se quedaban a dormir y Leandro Tulia, según las denuncias, solía invitar a las chicas a su pieza. Pero no lo hacía de manera grupal sino individual y su intención no era hablar de la próxima competencia. Les decía que estaban tensas y se ofrecía a realizarles masajes. Para eso les pedía que se acostaran en su cama, se sacaran la remera y desabrocharan el corpiño. Incluso, las invitaba a dormir con él. 

En los entrenamientos -según coinciden las atletas- el acusado hacía comentarios sexuales en las charlas teóricas. Hablaba de los cuerpos de sus dirigidas sin pudor. 

Con el tiempo, las chicas supieron que los varones que formaban parte del equipo llegaron a sospechar que algo extraño sucedía en las habitación del entrenador. Uno de ellos, incluso, recordó que más de una vez intentaron espiar y escuchar lo que hablaban detrás de la puerta de la pieza. Los chicos tenían la misma edad que las víctimas. Sabían que algo raro pasaba pero nunca imaginaron que podía ser tan grave.