No es común que un hijo denuncie a sus padres. Y menos que diga que fue víctima de un “plan criminal” sostenido en el tiempo que la redujo a una “condición infrahumana” y le arrebató la posibilidad de desarrollarse como “persona libre”.
El relato de Clara Campora Tuero (21), una excampeona argentina de nado sincronizado, es impactante. Acusa a sus progenitores por diez delitos: trata de personas, reducción a la servidumbre, abuso sexual agravado, privación ilegítima de su libertad agravada, lesiones graves, coacción agravada, abandono de persona, tentativa de homicidio, sustitución de identidad y falsificación documental, y desobediencia judicial.
La denuncia fue realizada primero ante la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Allí dijo que su calvario comenzó desde que tiene “memoria”. “En forma física, mi padre me pegaba con las manos, con la mano abierta, en el cuerpo en general. También a mi madre, insultos, no servís para nada, sos una vergüenza de hija, no vas a ser nada en la vida, amenazas, te vamos a encerrar en un manicomio, necesitas una lobotomía de cerebro”, cuenta.
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“La violencia física –recuerda– era varias veces al mes de más chica. A partir de los diez recuerdo cuando no le hacía caso a mi madre, mi mamá le decía que me ponga un límite, prohibiéndome cosas, o encerrándome en el baño o en la habitación. Todos los días algo me decían, o había algún grito o insulto. La violencia física fue hasta el último momento que me voy de mi casa, los últimos años era porque no concordaba, porque mis padres querían que haga algo y no estaba de acuerdo, de más grande empezó a ser diariamente, también con mi madre”.
La denuncia de Clara no es solo la exposición de una cadena de delitos aberrantes, sino la manifestación de una vida supuestamente atravesada por la privación sistemática de derechos básicos: la libertad, la autonomía, el cuerpo y la identidad.
Hasta mayo de 2023 Clara vivió con sus padres en la ciudad de Rosario, pero después se fue a vivir sola a la Ciudad de Buenos Aires. “Fui víctima de un sistema organizado de explotación y esclavitud intrafamiliar que me redujo a una condición infrahumana durante años, me transformó en un objeto de los deseos y aspiraciones de mis progenitores sin que nadie del entorno intervenga para protegerme”, plantea en la denuncia que sus abogados presentaron ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº12, y a la que tuvo acceso PERFIL.

Los defensores de la denunciante, Luciano Ortiz Almonacid y Alejandro Vartanian, aseguran que los hechos relatados por la exatleta “constituyen una dinámica de explotación que excede ampliamente el marco de la violencia intrafamiliar, y se inscriben en una estructura criminal compatible con los delitos de trata de personas y reducción a la servidumbre, conforme a lo previsto por los arts. 145 bis, 145 ter y 140 del Código Penal, agravados por la existencia de vínculos de parentesco y por la modalidad sostenida en el tiempo”.
Dice Clara: “El entramado criminal desarrollado por mis padres atentó gravemente contra mi integridad física, psíquica y emocional, situación que persiste hasta el día de hoy a través de secuelas clínicas severas, de un contexto de vulnerabilidad sostenida y de una acción sostenida de ellos para seguir buscando controlar mi libertad, hacerme pasar por loca e incluso perseguirme por ciento de kilómetros con la esperanza que vuelva a su esfera de custodia”.
La ex deportista, que hoy trabaja como creadora de contenidos para la web y actriz de cine erótico, dice que la retiraron de la escolaridad formal “con el pretexto de que debía entrenar en deportes como el tenis y el nado sincronizado, disciplinas a las que fui forzada, sin que mediara voluntad propia”.
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“Lo que se escondía tras esta fachada era una lógica de control: someterme a rutinas agotadoras que me impidieran desarrollar mi personalidad y mis sueños. También prepararme para competir, ganar premios deportivos, acaso con la ilusión de que ellos sean mis managers y continúen dominando cada una de mis acciones”.
Ortiz Almonacid compara el caso de Clara con el del ex tenista Guillermo Pérez Roldán, que padeció todo tipo de abusos a lo largo de su carrera.
“No era una hija: era una servidora de sus necesidades, aislada del resto del mundo y sin derecho a cuestionar. La degradación no se limitó a la explotación física y psicológica. Fui sometida a abusos sexuales reiterados por parte de mi progenitor dentro de este circuito de servidumbre y violencia”, señala Clara en la denuncia.
Sobre estos ataques la joven afirma que ocurrieron “durante años”: “En situaciones donde me encontraba completamente aislada, encerrada en habitaciones o en espacios de la casa donde no podía escapar. Estos actos se cometían bajo la amenaza de mayores castigos o de represalias si intentaba denunciar lo que sufría. Mi papá me decía: ‘Si hablás, nadie va a creerte’ o ‘Esto es lo que merecés’. Mi progenitora participaba también del sometimiento sexual, no solo consintiéndolo, sino fomentándolo”.
“El abuso sexual -dice ella- formó parte de la estrategia de esclavitud emocional: no solo sometían mi cuerpo a través de los golpes y las tareas forzadas, sino que también destruyeron mi intimidad y mi capacidad de autoprotección. Era una víctima secuestrada en su propia casa, sin opción de resistir ni de pedir auxilio”.
Tras la presentación judicial, los abogados de Clara piden la apertura de la causa penal y la adopción de medidas cautelares urgentes y la iniciación de la investigación “bajo los estándares de la normativa vigente y de las obligaciones internacionales de derechos humanos”.
“Me prohibieron tener amigas”
La violencia física era un método recurrente. Clara asegura que recibía puñetazos, bofetadas y patadas. “En una ocasión, la brutalidad de mi progenitor me fracturó el tabique nasal, dejándome sangrando, de-sorientada y sola, sin recibir atención inmediata”, asegura en la denuncia.
Cada golpe era seguido de insultos degradantes: “Me decían ‘sos basura’, ‘no servís para nada’. Estas frases destruyeron mi autoestima y me convirtieron en alguien incapaz de reconocer su propio valor”.
Clara refiere que le prohibieron “tener amigas o establecer cualquier tipo de vínculo afectivo”. “No pude asistir a cumpleaños, ni realizar actividades extracurriculares, ni siquiera relacionarme libremente con familiares o docentes. Cada vez que intenté socializar o buscar ayuda, era castigada o humillada”.
Uno de sus abogados, Luciano Ortiz Almonacid, dice que el caso no puede ni debe quedar impune. “Es imprescindible que la Justicia actúe con la celeridad y firmeza que la gravedad de los hechos exige. No estamos ante un conflicto familiar menor, ni frente a una denuncia común: estamos ante un posible entramado criminal de trata”.