El próximo 13 de febrero se llevarán a cabo los alegatos de la querella y la fiscalía en el juicio por la muerte de Micaela Rascovsky. Un caso que, según la querella, “ha generado una profunda conmoción social y que expone, una vez más, las fallas estructurales en la respuesta de la Justicia ante la violencia de género”.
Como se recordará, Micaela, que al momento de su muerte tenía 25 años y cursaba la carrera de Medicina en la Universidad de Buenos Aires (UBA), fue encontrada sin vida por la policía en la madrugada del 13 de abril de 2021, en el domicilio que compartía con su pareja, el abogado Guido Pascuccio, en el barrio de Villa Ortúzar.
Desde la querella se sostiene que la joven fue víctima de femicidio, argumentando que la relación estaba atravesada por un patrón de violencia de género.
Si bien el cuerpo de la joven presentaba varias lesiones, el acusado llegó al juicio imputado por “abandono de persona seguido de muerte”.
Patricia Ortiz, su mamá, encabezó una lucha descomunal desde que su vida se desmoronó. Al punto que cuando Pascuccio recuperó la libertad se paró en la puerta de su departamento con un megáfono
para decirle que “no iba a parar hasta que pague por lo que hizo”.
Micaela era la única hija y hacía tres meses que estaba conviviendo con su novio.
Pero más allá de la gravedad del crimen, el juicio cobra aún más relevancia debido a las múltiples negligencias que se habrían producido en la etapa de investigación. Según la parte litigante, “desde el inicio de la causa, la Justicia no aplicó el protocolo correspondiente en casos de muerte de mujeres, y no solicitó en tiempo y forma las cámaras de seguridad de la zona. Además, habría obstaculizado la participación activa de la familia en el proceso”.
El abogado, que estuvo preso durante un año y cinco meses en la cárcel de Marcos Paz, llegó al juicio acusado por los delitos de “abandono de persona seguido de muerte y lesiones doblemente agravadas en contexto de violencia de género”, aunque la querella buscará que se cambie la acusación a “homicidio agravado por femicidio”, que prevé una condena a prisión perpetua.
Micaela era víctima de violencia de género. Su familia estaba al tanto porque un día antes de morir le envió a su mamá unas fotos de su cuerpo con los moretones que tenía producto de una nueva golpiza. También fotografió un plato de cocaína que estaba en el living, como prueba de la adicción de su pareja.
El informe de autopsia confirmó que Micaela presentaba siete lesiones y aportó un dato aterrador: en sus muñecas hallaron signos de que había estado atada. “La elevación a juicio marca que el acusado intentó ahorcar a Micaela dos veces en diferentes momentos: uno en la noche del hecho, porque Mica estuvo maniatada de manos y antebrazos”, contó la mamá de la joven a PERFIL, antes de que se iniciara el juicio.