Basado en la filosofía de que "hay posibilidad de transformar todo el tiempo" y "transformarse", el legislador porteño Juan Cabandié asegura que el Frente de Todos está listo para volver a gobernar. "Sinceramente, creo que estos cuatro años nos hicieron revistar muchas cosas en las que quizás erramos", dijo. "Nuestra experiencia es que gobernamos doce años. De la noche a la mañana se destruyó lo bueno que habíamos hecho. Porque hicimos cosas buenas".
Entrevistado por Jorge Fontevecchia en su programa Periodismo puro (Net TV), el referente del kirchnerismo reflexionó acerca del pasado y de los métodos de hacer política de los años '70. "Fuimos pasionales", dijo, reconociendo la necesidad de "pensar que el conjunto de la sociedad no está politizado como nosotros". Presentándose como un moderado, el ex integrante de La Cámpora cree que "tenemos que convivir" con lo que no piensan igual y que "ya no se puede hacer política como en los 70".
A continuación, un fragmento de la entrevista:
—Schopenhauer escribió en “El mundo como voluntad y representación” que sin esa pulsión no habría mundo. Pero ¿cómo se controla la agresividad para que no derive en violencia?
—Siguiendo con la mirada analítica, creo que hay mecanismos de sublimación como para transformar lo negativo para que no derive en cuestiones que perjudiquen al resto.
—Convertir el enojo en acción positiva.
—Exactamente. Mi involucramiento o la cobertura que obtuve con Abuelas y el hecho de colaborar para encontrar a otros nietos fueron una salvación, un camino a transitar que me ayudó muchísimo, fue la otra gran ayuda para poder sublimar y poner esa carga negativa, esa bronca que tenía cuando descubrí mi identidad, Me preguntaba ¿por qué tuve que atravesar esos 25 años tan pésimos, tan horrorosos, con tanta violencia por parte de este hombre, si yo nunca tendría que haber estado en esa casa? Me pasó eso, obviamente. Y desear el abrazo de mis papás y saber que no van a estar, que no lo voy a tener. Néstor me abrió una puerta importantísima para canalizar todo eso. Y las Abuelas también. Luego, a partir de esos cimientos uno construye una familia, su vínculo con la política, con los propios hijos. Puedo decir que la política me salvó.
—Fue terapéutica.
—Absolutamente. Fue terapéutica. Sí.
—El kirchnerismo en la última etapa se excedió en esa agresividad. ¿Es esperable que venga un kirchnerismo con menor conflictividad?
—No hablaría de agresividad sobre el pasado. Creo que más bien fue vehemencia. Fuimos pasionales. Y reivindico la pasión en la política. Pero también tengo que pensar y analizar que el conjunto de la sociedad no está politizado como nosotros. Y quizás nosotros en algún punto nos equivocamos pensando o diagnosticando que todos tenían que tener el mismo apasionamiento que nosotros.
—Si del otro lado hay una intensidad en el apasionamiento similar, estamos frente a un conflicto peligroso.
—Absolutamente. En la década anterior había otro paradigma: presencia y ausencia. Si vos estabas de mi lado eras presente y si no estabas de mi lado, tenía que hacerte ausente, tenía que ausentarte. Hoy convivimos. En este paradigma, todos tenemos que convivir: los que piensan totalmente distinto a nosotros, y nosotros no tenemos otra cosa que convivir con ellos. Y disputar, disputar electoralmente y aceptar también al otro.
—¿Cuántos años de psicoanálisis tenés?
—Desde los 19.
—Sigmund Freud asociaba la agresividad a la pulsión de tanhatos opuesta a la pulsión de eros, pero no desprovista de una erótica en su momento de arrojo porque hay una descarga. El placer como fin del displacer al desagotar la tensión acumulada. Cuando vos tenías una actitud tan vehemente, ¿no había algo de autosatisfacción?
—Uno está atravesado por distintas variables. Hace un rato te decía que siempre procuré diferenciarme de la persona que me crió. Me criaron en contextos de violencia.
—Hasta estuviste a punto de ingresar a un colegio militar, inducido por esa persona.
—Sí, al Liceo Militar. Incluso hice una academia preparatoria. El pasado te condiciona, pero no te determina.
—Jean Paul Sartre decía que somos libres de hacer con nosotros lo que primero otros hicieron con nosotros. Pero siempre tenemos libre albedrío.
—Si todo estuviera determinado de antemano, no habría posibilidad de transformación. Hay posibilidad de transformar todo el tiempo. Incluso, de transformarse. En eso se juega la inteligencia de los hombre y mujeres: la alternativa de revisar lo que hicimos bien y lo que hicimos mal. También de cambiarlos y modificarlos. Sinceramente, creo que estos cuatro años nos hicieron revistar muchas cosas en las que quizás erramos. Nuestra experiencia es que gobernamos doce años. De la noche a la mañana se destruyó lo bueno que habíamos hecho. Porque hicimos cosas buenas.
—No hay gobierno que no haya hecho algo bueno.
—Pero hicimos muchas cosas buenas. Esas cosas buenas se destruyeron de la noche a la mañana. Lo que nosotros podemos pensar hoy es que con esa experiencia tenemos que entender que si nos toca gobernar de vuelta, tenemos que dejar de lado nuestros errores y mejorar lo que hicimos. La vida es dinámica. Como diría Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río”. No solamente porque cambia el agua, sino porque nosotros somos distintos a cada paso. Entonces, esa perspectiva de haber estado y revisar nuestros errores, creo que nos tiene que hacer mejores.
—¿Entra el kirchnerismo en un proceso de madurez?
—Siempre digo que hay un “momento Tabaré” y un “momento Mujica”. Y que nosotros tenemos que interpretar bien eso. Quizás hay momentos de más avance y quizás hay momentos de consolidación de lo avanzado. Hay momentos más arriba y otros más equilibrados para consolidar lo que se hizo. Si nosotros nos lo proponemos, tenemos una gran oportunidad: la de definir nuestro modelo de desarrollo, contemplando los distintas escenarios y variables de la Argentina. Si logramos consolidar nuestro modelo de desarrollo y ponemos al país en la senda del crecimiento, debería ser para siempre. Ahora, esa definición todavía no está saldada: todavía estamos en el debate de: industria o campo, finanzas o no.
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—Claramente ninguno tuvo éxito económico en la Argentina. Probablemente ese sea uno de los problemas que impide que se haga esa síntesis hegeliana.
—Nosotros contamos con un elemento a favor: haber gobernado doce años y aprendido de los errores. A eso podemos sumar dos cuestiones que son sustanciales, y que también son en principio primarios, pero las podemos industrializar: el litio y Vaca Muerta.
—Friedrich Nietzsche. Habla del “amor fati”, el amor como una suerte de destino. ¿Vos sentís que tuviste un momento de acción sin cálculo, sin reflexión?
—No es mi ánimo teorizar tanto al respecto, pero me parece que lo que nos movió fue la pulsión de vida. La pasión también te lleva a cometer errores bajo esa pulsión de vida.
—Buscando esa pulsión de vida a veces lograbas lo contrario.
—Sí. Puede haber errores en el camino. Cuando hablo de pulsión de vida me refiero al bienestar general, a los derechos.
—Lo contrario a la pulsión de muerte.
—Sí.
—No solamente vos, sino también Wado de Pedro padecieron el hecho de tener padres asesinados por la dictadura. Eso dejó una huella: dos de los cuatro integrantes de la conducción de La Cámpora estaban en la misma situación.
—Me parece que eso es una cuestión que tiene que ver con lo etario. Somos una generación a la que nos toca, nos tocó ser hijos de desaparecidos.
—Pero en el total de la sociedad ustedes son una excepción.
—No es igual con el peronismo, que está atravesado por la última dictadura. Tiene que ver con eso. Pero si vos me decís, en ese análisis más profundo que el planteo era el de una agrupación setentista, no estoy de acuerdo. No se puede hacer política como en los 70.
—¿Tienen que superar el setentismo?
—Los 70 fueron hace más de cuarenta años. No significa que haya principios que reivindico, que condene a quienes produjeron las desapariciones forzadas.
—¿Detenerse en el tiempo sería revivir el error?
—Sería una nostalgia equivocada.