—Usted dijo en una entrevista en el año 2019, antes de la llegada de la pandemia, “lo más preocupante hoy es la muerte del pensamiento crítico”. ¿Ve posible con la muerte del pensamiento crítico salvar al humanismo?
—La muerte del pensamiento crítico no es un peligro, es algo a lo que ya asistimos. ¿Qué significa pensamiento crítico? Significa la capacidad del pensamiento humano de discriminar entre verdadero y falso, entre bueno y malo, en los enunciados que enfrentamos durante el discurso, durante la existencia. La aceleración extrema del flujo de información ha puesto la mente humana, no solo la mente en sentido psicológico, sino también en un sentido neurológico, en una condición en que la discriminación secuencial entre bueno y malo, verdadero y falso, se ha hecho imposible. Este año, hace algunos días, el Oxford Dictionary ha decidido que la palabra más significante, más importante, más veces repetida del año pasado, es la expresión brain rot, que significa cerebro incapaz de funcionar. Parece que los jóvenes, los usuarios de los medios de comunicación han utilizado esta palabra un 230% más que el año pasado. Es decir, es una palabra muy popular. Porque los psiquiatras hablan de attention deficit disorder, trastornos de la atención. No se trata de un trastorno de la atención, se trata del hecho muy sencillo que la atención humana ha sido totalmente sobrecargada por una masa innumerable de información. Entonces el pensamiento crítico se queda como algo muy marginal. Algunos pueden seguir pensando críticamente, para la gran mayoría eso se ha vuelto imposible, el brain rot es la condición real de una humanidad que tiene y sigue siendo humana solo en algunos aspectos, pero no lo es desde el punto de vista de la posibilidad de entender críticamente lo que pasa.
“Muchos jóvenes votan por Milei o por Meloni, son jóvenes que no tienen ningún futuro, y lo saben.”
—En su libro “Futurabilidad. La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad” ya usted hablaba de un presente en el que se desarrollaba la era de la impotencia caracterizada por el retorno del fascismo, la apoteosis de las políticas neoliberales, el imperio de las leyes financieras y la guerra civil global fragmentaria, lo publicó en 2019, cuando todavía Rusia no había invadido Ucrania, ni había ocurrido el 7 de octubre en Israel, con las consecuencias que trajo en toda la zona de Medio Oriente. ¿Qué reflexión hace sobre estos dos conflictos bélicos que están poniendo al mismo tiempo en jaque a Occidente?
—Antes que nada, si me permite, ¿qué significa impotencia? Eso es lo que tenemos que entender. Impotencia significa la incapacidad de determinar nuestro futuro, de determinar políticamente. La política ha sido, durante la era moderna, una técnica, un arte, como prefiera, que nos ha permitido decidir de manera consciente, crítica, si quiere, y realizar transformaciones de manera consciente, voluntaria. La voluntad es la facultad cognitiva que nos permite decidir en la historia del mundo. Yo creo que la voluntad política se ha vuelto incapaz de decidir algo. Lo hemos descubierto paulatinamente en las últimas décadas, cuando los ciudadanos se han enfrentado con la fuerza imparable del poder financiero o cuando los ciudadanos se han enfrentado con la fuerza imparable del poder militar. Entonces, la impotencia política es algo muy claro en la percepción espontánea de la sociedad contemporánea. Pero hay otro lado de la impotencia que no podemos olvidar, es la impotencia psíquica, la impotencia sexual, de una parte creciente de la población occidental. Aquí hablamos sobre todo de Occidente, pero no solo de Occidente. La impotencia masculina, la impotencia de la voluntad y también la impotencia del deseo, ese es un carácter importante de nuestro tiempo. El envejecimiento es un carácter culturalmente, políticamente, muy significativo. Todo eso, la impotencia política, la impotencia sexual de los hombres blancos, nos dice mucho de lo que llamamos fascismo. ¿Es fascismo lo de Javier Milei, de Donald Trump, de Giorgia Meloni? No sé si es fascismo. Históricamente hablando, el fascismo fue un fenómeno de jóvenes. Fue un fenómeno esencialmente juvenil, de una población que al comienzo o a la mitad del siglo XX podía determinar cosas, expandirse. Los italianos que seguían a Mussolini, querían expandirse, conquistar África para someter a las poblaciones civiles, civilizar, bla, bla, bla, bla, eso es el fascismo. Hoy, el fascismo del que hablamos es un fascismo de los impotentes. Sé que muchos jóvenes que votan para Milei o para Meloni son jóvenes que no tienen ningún futuro y lo saben. Son jóvenes que viven en condiciones de impotencia política y también, si puedo decirlo, de impotencia psíquica que se manifiesta, por ejemplo, a través de una epidemia de depresión. Entonces no es fascismo, es algo, si se puede, peor que el fascismo, porque sigue siendo violento y racista como fue el fascismo del siglo pasado, pero es una violencia que no puede lograr obtener sus objetivos. Es una impotencia que sigue reproduciendo las condiciones de la impotencia misma. Por eso, no creo que el siglo XX vaya a repetirse. No creo que abramos una resistencia antifascista que combatirá y ganará. No lo creo. Si queremos llamarlo fascismo, este fascismo de la impotencia va a producir una tragedia que ni podemos imaginar las dimensiones. El fascismo siempre produce tragedia. Pero ahora estamos al borde de una tragedia peor que la tragedia que ya hemos conocido. Hablamos un minuto de Ucrania, hablamos un minuto de Gaza. Ucrania es una guerra, en un cierto sentido, interna al Occidente. Claro, Rusia está en Oriente, pero es culturalmente parte de la cultura blanca, de la cultura de la impotencia, de la cultura del declive, de la cultura del imperialismo. Rusia es un país, siempre ha sido, en los tiempos zaristas y en los tiempos soviéticos siempre ha sido como hoy es, una potencia imperialista. Es una guerra interimperialista. Así la llamó Lenin, y podemos seguir llamándola así. Es una guerra imperialista en la cual Europa lo está perdiendo todo. El punto es que Europa ha entrado en esta guerra, que no es una guerra para los valores europeos, es una guerra para la partición del mundo de la energía. Una guerra que al final ha sido provocada por la dirección de la administración Democrática Americana, por razones que Hillary Clinton había revelado antes del comienzo: queremos provocar un Afganistán al borde de Rusia. Bueno, han provocado un Afganistán, pero parece que no está funcionando como en 1970. Antes que nada, los americanos han impulsado a los ucranianos a una guerra suicida. Después los americanos deciden que no es su guerra, cambian de presidente, cambian de idea, y son todos los europeos que van a pagar el precio de esta guerra criminal y suicida. En cuanto a Gaza, estamos asistiendo a la vuelta del nazismo, porque esa es la verdad. El pueblo israelí, el Estado israelí, sionista, está viviendo una tragedia, ha vivido una tragedia, está inscripta en la historia misma de Israel. Israel es el producto de una voluntad mala de los europeos, de los alemanes racistas, de los polacos, italianos, franceses que han ayudado a Hitler en la exterminación del pueblo judío. Pero Israel es también el producto de una decisión inglesa y europea de expulsar a los judíos de Europa. Antes los hemos exterminado, después los hemos enviado a una tierra inhóspita, que solo a través de la ferocidad, solo a través del genocidio podían sobrevivir. Bueno, el genocidio está aquí. Estamos asistiendo a una reproducción del genocidio nazi por las víctimas. La lección que tenemos que aprender de lo que pasa en Gaza es una lección terminal. Las víctimas pueden emanciparse de su papel de víctima solo si se transforman en verdugos. Esto es lo que aprendimos de la historia de Gaza.
“Las víctimas pueden emanciparse de su papel de víctima solo si se transforman en verdugos.”
—Usted habla de “desertar”, la palabra desertar, desertar de las guerras, desertar del trabajo, desertar de la reproducción de la especie. Me gustaría que nos hablase un poco de esa idea o concepto de desertar de todo y cómo sería en el futuro si desertáramos de todo.
—Usted insiste en la idea de que tenemos que pensar el futuro. ¿Por qué insistir en esta idea? No hay un futuro humano, no lo podemos imaginar de ninguna manera. Empezamos con el colapso climático. Ahora sabemos que el colapso climático no pertenece al campo de las decisiones políticas. Las bromas sobre el “green deal”, mentiras. La guerra es el futuro, no el “green deal”. Entonces, si el futuro es la guerra, ¿qué podemos hacer? Antes que nada, tenemos que hacer como hacen miles y miles de jóvenes rusos y de jóvenes ucranianos, escapamos. Cuando hay guerra, cuando te imponen matar o ser matado, hay una sola elección ética, esta elección es escapar. Desertar. Pero el problema es que la deserción hoy no es una elección solo militar. La misma elección tenemos que hacer cuando pensamos el futuro. Cómo generar hoy significa generar víctimas. Víctimas del cambio climático, antes que nada, de un mundo de sofocamiento, invivible. Significa generar las víctimas de una guerra que se va generalizando y que se acerca cada día a la guerra nuclear. En Europa, la palabra guerra nuclear parecía una cosa muy lejana, hoy sabemos que la solución nuclear es muy probable a la frontera oriental. ¿Por qué generar las víctimas de la infelicidad? Seguramente de la infelicidad. Lo digo también cuando me doy cuenta de que en la Franja de Gaza hay niños recién nacidos que mueren. Esta noche ha muerto una niña de tres semanas. ¿Se puede generar una niña en un lugar que parece Auschwitz? Me doy cuenta de que estoy diciendo cosas horribles, porque no tengo el derecho de discutir las elecciones de una pareja de palestinos. No es mi derecho. Pero no puedo impedir pensar cómo se puede generar una niña en estas condiciones. ¿Coraje? No. No es un signo de coraje. Es un signo de violencia al final. Bueno, las mujeres de todo el mundo están decidiendo de manera consciente o inconsciente, cada vez más, generar víctimas. No es bueno generar personas que serán seguramente infelices, no es bueno. Esa es la decepción sobre la cual pienso.
El mundo hispanohablante es una excepción asincrónica que deberíamos valorizar.”
—Usted habla del futuro como una categoría cultural. ¿Cuál es la relación de la idea del futuro con la cultura? La idea del futuro, por ejemplo, impuesta por Silicon Valley con esas ideas de colonizar Marte.
—Qué significa que el futuro es una categoría cultural. Significa que, claro, desde un punto de vista físico el futuro no puede terminar, no hay un fin del futuro como dimensión física. Pero cuando en la modernidad hemos pensado el concepto de futuro, hemos pensado en un proceso más o menos lineal de progreso, de mejora de las condiciones económicas, sociales, etcétera, esto ha sido eficaz, verdadero. En los últimos dos siglos las condiciones de vida de la población occidental, y en cierta medida también de las poblaciones del mundo han mejorado. Pero sabemos muy bien que esta mejora se paró, se ha parado a partir de los años 60, 70, 80 del siglo pasado. Por qué se ha parado esta posibilidad de expansión que está vinculada al concepto de futuro, porque es un discurso complicado. Hay una responsabilidad del neoliberalismo en esto, yo creo que sí, pero no es suficiente hablar de la forma económica o política para entender el hecho de que un planeta limitado no puede vivir un crecimiento sin límites. Eso lo decía el Club de Roma en 1970 en su reporte sobre los límites del crecimiento, la idea de un crecimiento infinito es una idea falsa. Ahora lo sabemos. El crecimiento que pretende ser infinito ha producido una condición de catástrofe ambiental, climática, de catástrofe económica y social, pero sobre todo de catástrofe psíquica. Lo que estamos viviendo hoy. Entonces, ¿el futuro se acabó? No lo sé. Está Elon Musk, que nos permitirá continuar el futuro más allá del fin del género humano. Porque las cosas que estamos descubriendo es que dos fenómenos se verifican, dos procesos se están verificando al mismo tiempo. De un lado, la sociedad humana entra en una condición de caos creciente, de creciente devastación ambiental, psíquica y geopolítica. Pero, del otro lado seguimos creando tecnologías que nos permiten reemplazar el humano a través de máquinas. Es una manera paradójica y perversa de realizar lo que Karl Marx ha previsto en Fragmentos sobre las máquinas, donde dice, las máquinas harán lo que los hombres han hecho, trabajar, y los hombres serán libres, serán poetas, pescadores, etcétera, etcétera. Era una ilusión, porque lo que hoy estamos constatando es que de un lado los hombres se vuelven incapaces de vivir, de pensar, de ser hombres. Pero del otro lado, está la máquina automática, el autómata y el caos. La perspectiva me parece definirse a través de estas dos figuras que no están integrándose como pensaba Marx. Están reemplazando la una a la otra, el autómata está reemplazando el humano que entra en una dimensión de caos mortal.
“Impotencia significa la incapacidad de determinar políticamente nuestro futuro.”
—Usted en 2009 celebró los cien años del “Manifiesto futurista” escribiendo un manifiesto posfuturista. ¿Qué ocurrió con esa visión del futuro un siglo más tarde, y cuál es, si lo puede ampliar, ya lo venía mencionando, su visión de este futuro del siglo XXI?
—Esto del futurismo es un tema que está de gran moda en Italia, como puede imaginar. En todos los lugares hay manifestaciones futuristas, exposiciones del futurismo. ¿Por qué? Porque hay un gobierno que se inspira en los principios del fascismo y del futurismo italiano, entonces vuelve la gran moda del futurismo. Me parece una buena cosa, porque yo he descubierto el futurismo hace 55 años y ha sido peligroso para mí porque los militantes, los dirigentes del Partido Comunista Italiano, me acusaban de ser derechista porque yo estaba hablando de la belleza de las máquinas, temas futuristas, etcétera, que podían ser interesantes en el siglo pasado, han sido enormemente interesantes. No hay solo el futurismo italiano, no lo olvidemos. Hay un futurismo ruso que tiene valores e intenciones diferentes, pero en el fondo, esencialmente, la idea del futurismo es la infinitud de la potencia humana de crecimiento, de expansión. Esta premisa del futurismo se ha revelado falsa hoy, y tenemos que reconocerlo, hay un movimiento tecnofuturista. He leído recién el manifiesto de Marc Andreessen, que es uno de los teóricos de la revolución de internet, un pensador de Silicon Valley, que habla de una necesidad de relanzar el futurismo. La verdad es que hoy el futurismo es un futurismo de los viejos, un futurismo de una población que tiende a devenir mayoritariamente vieja. No solo es el futurismo de una técnica que está produciendo efectos, que son los efectos que conocemos del cambio climático, etcétera. Es un futurismo que repropone, como propuso en el siglo pasado, la guerra como valor cultural, estético, etcétera, etcétera. Tenemos que decir la verdad, el futurismo ha sido un momento importante de comprensión cultural y estética en el siglo pasado. Pero el futurismo tiene un carácter esencialmente masculino en su corazón. La idea esencialmente expansionista de que el poder expansionista es más importante que el placer, que el gozo. Yo he escrito este manifiesto posfuturista para decir que hoy las palabras de (Filippo Tommaso) Marinetti, tienen que ser invertidas. El contrario de lo que está escrito en el manifiesto de 1909 podría ser verdadero e inútil hoy. Desafortunadamente, el futurismo del siglo pasado ha producido efectos que nos impiden imaginar la ralentización del ritmo, nos impiden gozar de los efectos del desarrollo pasado porque la aceleración es obligatoria. Por qué si no somos capaces de acelerar, fracasamos, y sobre todo, porque la guerra nos impide ser perezosos. La guerra nos obliga a participar en un juego suicida.
“La voluntad es la facultad cognitiva que nos permite decidir en la historia del mundo.”
—¿El aceleracionismo es una posibilidad para usted con la idea de terminar con el trabajo asalariado, disponer de un salario universal para todos y que los humanos nos dediquemos a desarrollar nuestra humanidad?
—Es una pregunta dolorosa porque me obliga a reconocer el fracaso de mi historia política e intelectual. No solo la mía. Qué importa mi fracaso, es insignificante. Es el fracaso del marxismo. Pero es algo más. Es el fracaso de la humanidad, del internacionalismo, el fracaso de una concepción que no la llamo aceleracionista, que es una palabra ambigua que se puede utilizar de maneras muy diferentes. Me refiero a la posibilidad que el marxismo ha representado, la posibilidad de utilizar la técnica como un factor de reducción del esfuerzo humano, de reducción de la explotación humana, una posibilidad de pereza, una posibilidad de ralentizamiento, una posibilidad de gozar del envejecimiento, de gozar de la juventud, gozar, no producir. Ese era el secreto, el rechazo del trabajo. El rechazo del trabajo que no es miseria, pobreza, porque rechazo del trabajo vinculado junto a la técnica habría permitido una liberación de nuestro tiempo. Pero eso no ha pasado. Por qué no ha pasado, esa es una cuestión histórica que nos obliga a pensar en lo que ha pasado en los años 70, 80, cuando la señora Margaret Thatcher cambió verdaderamente la dirección de la historia humana, imponiendo de pensar que el provecho, la acumulación, es más importante que la vida. La vida no importa nada. Lo que importa es el provecho. Ahora estamos frente a las consecuencias, el fin, el fracaso del internacionalismo obrero está vinculado con esto. Pensábamos que el liberalismo se vinculaba con el globalismo. No, no es así. Solo parcialmente es así. El liberalismo ha desencadenado de nuevo la violencia del nacionalismo. Esa es la razón por la cual no creo en el aceleracionismo. He creído en la posibilidad de que la aceleración de las máquinas permitía una pausa de los organismos humanos. He fracasado, qué importa.
“El envejecimiento es un carácter culturalmente, políticamente, muy significativo.”
—Usted dijo textualmente: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. ¿Es lo contrario al fin de la historia de Fukuyama?
—Antes que nada, esta frase no es mía, es de Slavoj Zizek, me parece, pero no lo sé. Estoy de acuerdo, sí. Sabemos que el fin del mundo es perfectamente imaginable. Diría que mucho más que imaginable, es muy realista, muy probable. El fin del capitalismo ha desaparecido en un pasado de posibilidades perdidas. Pero significa fin del mundo, naturalmente. Es una expresión fuerte, muy fuerte. Hay un antropólogo italiano que se llama Ernesto de Martino, que escribió un libro titulado El fin del mundo, en el año 1977. Mi visión, en mi cabeza, es el año en que descubrimos esta posibilidad de un fracaso del futuro humano mismo. De Martino, en su libro sobre el fin del mundo, dice que el fin del mundo es una experiencia que los hombres ya han hecho muchas veces. Los indígenas del mundo precolombino han conocido el fin del mundo. Los indígenas de Norteamérica han conocido el fin del mundo. Porque el mundo no es un planeta. El mundo es un ambiente de valores compartidos, de experiencias, de expectativas compartidas, de imaginaciones compartidas. Todo eso está desapareciendo claramente. La imaginación que se está formando es la imaginación de la mente que está atravesando la experiencia de una mutación cognitiva profunda. La mutación cognitiva es el tema fundamental para entender lo que estamos pasando. ¿Qué es la mutación cognitiva? Es el hecho de que durante un millón de años los humanos han aprendido las palabras por la voz de su madre, hoy hay una generación que ha aprendido más palabras por una máquina que por la voz de un ser humano. Mutación cognitiva es la hiperaceleración de la circulación informacional, que no es solo información, es una esfera de estimulaciones infoneurales. Cuando el cerebro puede conocer los signos de manera secuencial, podemos decir “conocimos”. Cuando el cerebro está expuesto a una velocidad infinita del ambiente infoneural, algo muy profundo se verifica en la mente. La mente no puede estar en condiciones de controlar emotiva y cognitivamente su entorno. La mente está sumergida en esta aceleración y por esta inflación semiótica. Por todo eso, el fin del mundo es aquí, ya lo estamos viviendo. Puede ser que la bomba nuclear va a transformar el fin del mundo en algo más visible, pero a un nivel no totalmente visible pero parcialmente sí, el fin del mundo ya está aquí.
“Este fascismo de la impotencia va a producir una tragedia que ni podemos imaginar las dimensiones.”
—¿Las categorías políticas izquierda o derecha quedaron obsoletas hoy en día?, ¿sirven para algo?
—Tengo que dar dos diferentes respuestas a esta pregunta. Una es una respuesta política, un poco pasatista. La política de la izquierda italiana o europea o norteamericana es un poco diferente en el mundo español, en España, Argentina, etcétera. Pero en Europa la política de la izquierda ha sido indistinguible de la política de la derecha. La izquierda europea ha preparado el neoliberalismo, la privatización, la destrucción del sistema público de la sanidad, la destrucción del sistema público de la educación, etcétera. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los democráticos europeos y los fascistas europeos? No la veo en el fondo. Es un escándalo lo que los fascistas italianos están haciendo contra los migrantes, la deportación, etcétera. Pero la mente que ha pensado la política de Meloni se llama Marco Minniti, era ministro del Interior del Partido Democrático. Un asesino, un racista como lo es Meloni. Entonces, no hay derecha, no hay izquierda en la historia reciente de Europa. Pero hay otra respuesta que tengo que dar. Me parece que todo el sistema categorial de la modernidad, todo el sistema conceptual de la política, no tiene sentido hoy. Porque es la voluntad humana lo que no tiene ninguna potencia. Y cuando la voluntad no tiene potencia, la política no significa nada. Claro que hay personajes como Donald Trump o como en el señor Javier Milei, que aparecen y que son diferentes de la izquierda a muchos niveles, antes que nada, en su gesticulación, en su verborragia, etcétera, son diferentes. Pero al final, por qué tengo que preferir a Joe Biden o Kamala Harris a Donald Trump, no lo puedo entender muy bien. Barack Obama es el presidente norteamericano que ha expulsado más migrantes, más que Donald Trump. Sé que ahora Donald Trump se está preparando a hacer cosas inimaginables, pero son desde un punto de vista substancial, las mismas cosas que han hecho los demócratas. Entonces, izquierda, derecha, por muchas razones, no son categorías interesantes hoy. Me parece mucho más interesante la dicotomía entre humanos e inhumanos, humano y poshumano humano y transhumano, esa es la problemática del tiempo que viene.
—Ahora, sí podríamos decir que las extremas derechas han sabido adaptarse, han sacado provecho de las nuevas tecnologías, de esta nueva ecología comunicacional. ¿Por qué cree que las extremas derechas pudieron más que las, no sé, medio izquierdas para decirlo de alguna manera?
—Es un tema que me interesa mucho, que siempre me ha interesado. Tengo que decir que, en mi experiencia política, ha sido muy importante la experiencia de las radios libres en Italia. En los años 70, el sistema comunicacional italiano y europeo era como un monopolio del Estado. No se podían producir imágenes o sonidos radiofónicos si no eras el Estado nacional, claro. En el 75, 76 empezó a ser posible producir comunicaciones a través de tecnologías muy pobres, como un transmisor radiofónico. En ese momento, empezamos a producir una radio libre que se llamaba Radio Alice, que fue el agresor más violento de las radios libres, el Partido Comunista Italiano. ¿Por qué? Porque la tesis del Partido Comunista era que, si hay una radio libre, pequeña y bonita, eso puede abrir una brecha, una puerta, a los grandes capitalistas que van a intervenir. Y tenían razón. Se podría decir que sí tenían razón porque después de Radio Alice ha habido Berlusconi. Pero no, no tenían razón. Porque el desarrollo de las tecnologías, el desarrollo de los conocimientos técnicos, el desarrollo de la sociedad tardomoderna producía un efecto inevitable de liberalización. El problema en este momento, en los años 70 italianos, no era impedir a los privados de comunicar, era multiplicar las fuentes de comunicación social. Los estudiantes, los obreros, los intelectuales, las mujeres, tienen que multiplicar las fuentes de comunicación. Esa era la propuesta de Radio Alice. El Partido Comunista cerró Radio Alice y después vino el comunicador perverso, malo, que se llamaba Silvio Berlusconi, y lo que hoy devino un dominio de la derecha sobre la comunicación ha sido determinado por esta incapacidad de la izquierda de comprender la transformación del mismo. Se podría decir a propósito de internet. Yo he empezado a ocuparme de internet durante los años 80, cuando internet no existía. Pero la posibilidad de crear en este territorio no ha sido favorecida por la izquierda del siglo pasado, que no entendió, no fue capaz de entender la mutación profunda que la comunicación estaba produciendo.
—Desde el confinamiento y la salida de la pandemia, hemos visto un ascenso de la ultraderecha en todo el mundo, pero hay algunas pequeñas excepciones. En Europa, por ejemplo, el socialismo en España con el gobierno de Pedro Sánchez, o el triunfo de los laboristas en el Reino Unido. ¿Qué explicación usted les encuentra a esos triunfos, pequeños triunfos, si se quiere, de la izquierda o algo parecido a la media izquierda allí en Europa?
—Sinceramente, no tengo una respuesta a su pregunta. Tengo algunas impresiones porque conozco bastante bien la situación española, y un poco también conozco, a través de amigos, lo que pasa en Brasil o en Colombia. Y me parece que hay una especificidad de la esfera hispanohablante (N.d.R: iberohablante), que se manifiesta como una especie de asincronía que se ha manifestado en el siglo XX y que sigue manifestándose en el siglo XXI. Por qué, sinceramente, la respuesta me supera. Me parece que hay una especificidad antropológica. Por ejemplo, la sobrevivencia de las culturas originarias indígenas en Latinoamérica. La complejidad cultural de la realidad española. No lo sé. Lo que estamos verificando, lo que veo, es que España es el único país en Europa donde la gente parece, no digo feliz, pero sonriente, cortés, dispuesta a saludarte en las calles. En Italia todos son nerviosos, todos son rabiosos, son malos. Claramente hay una especificidad también de la experiencia política. Sánchez en ese sentido es un genio, un genio absoluto de la política contemporánea. Es el único político europeo que sigue siendo capaz de desarrollar, con una cierta coherencia, un pensamiento, un proyecto. No soy socialista, no me importa nada, pero lo reconozco. Y el triunfo de los laboristas en el Reino Unido no me dice casi nada. El problema es que los conservadores han sido totalmente paradójicos, totalmente increíbles, ridículos y (Keir) Starmer pudo ganar. Pero hoy parece ya que el pueblo británico no lo ama. No lo votaría de nuevo. Al final me parece que el mundo hispanohablante es una excepción asincrónica que deberíamos valorizar, porque es un lugar en el que la herencia de lo bueno que ha habido en la historia humana, sobre todo en la historia femenina, puede sobrevivir al fin del mundo. La experiencia del feminismo argentino, chileno, español, me parece preciosa desde el punto de vista de continuar el intento de humanizar o feminizar la vida a pesar de todo, a pesar del fin del mundo.
“Antes que nada, los americanos han impulsado a los ucranianos a una guerra suicida.”
—¿Y cuál cree usted que es el lugar que ocupará China en este auge de las extremas derechas y en un orden mundial disputado entre capitalistas, globalistas y capitalistas nacionalistas?
—Como no soy un chinólogo y culpablemente no hablo el idioma chino, no me permito decir cosas que no conozco lo suficiente. Lo que puedo hacer es observar una diferencia que, en mi sentido, por lo poco que puedo conocer, no es una diferencia política, es mucho más profunda que la política. Es decir, es una diferencia antropológica y cognitiva. Yo creo que el pueblo chino, en su larga historia, ha sido capaz de mantener una condición de colectivismo natural, de colectivismo antropológico que no pertenece al orden de la decisión política. Pertenece mucho más al orden de la diferencia antropológica y también, quiero subrayarlo, al orden de la diferencia cognitiva en la relación entre escritura e idioma. China es totalmente diferente, es una civilización que ha producido una forma de comunicación escrita, que no es solo diferente a nivel lingüístico, es diferente también a nivel cognitivo. Esta especificidad, esta diferencia específica de la cultura china puede jugar un papel fundamental en este período. Nunca he sido maoísta, pero reconozco que hoy la experiencia de Mao Tse-Tung, que no es un comunista, es un chino, es un gran pensador chino, un gran político chino que se refiere al marxismo de manera muy metafórica, pero esa experiencia hoy podría devenir importante para resistir a los efectos catastróficos del declive occidental que los occidentales no pueden aceptar. Los occidentales están listos para destrozarlo todo para evitar su propio declive. Espero que el pueblo chino, como las mujeres del mundo hispánico, puedan salvar algo de la buena herencia de la modernidad.
—¿Usted percibe algo como un goce de la crueldad en estas nuevas formas políticas de la extrema derecha?
—Gracias por preguntarme esto, porque es un tema que me concierne mucho, que estoy interrogando mucho. Estoy terminando de escribir un libro que aparecerá en Italia al comienzo del año próximo, que se llama Pensar después de Gaza, y está dedicado a la ferocidad, no a la crueldad. ¿Qué es la ferocidad? Un personaje de la trilogía de ciencia ficción distópica china que se llama El problema de los tres cuerpos de un escritor chino que se llama Liu Cixin, este personaje dice en cierto punto: “Si perdemos nuestra humanidad, perdemos mucho; si perdemos nuestra animalidad, nuestra ferocidad, lo perdemos todo”. Es una frase muy contundente, terrible. Porque nos explica por qué la violencia feroz, en el sentido etimológico de la palabra que significa animal, no humana. ¿Por qué la ferocidad ha vuelto en la historia del mundo? Israel es una prueba evidente de eso. El pueblo judío ha sufrido la violencia extrema de un genocidio que ha producido un trauma que hoy se manifiesta de manera pervertida. Hoy el trauma del Holocausto se manifiesta como conciencia del hecho de que o somos racistas o morimos. Ser racistas, esa es la única manera de sobrevivir al nazismo. Y como el nazismo sigue existiendo, tengo que ser racista. Eso se llama ferocidad. Claro que hay también crueldad. La crueldad es diferente de la ferocidad. La ferocidad es una reacción animal del instinto de conservación; la crueldad es algo humano, elaborado, cultural, es el deseo de producir sufrimiento. ¿Es un efecto de la ferocidad? Lo es parcialmente. Pero hay algo más sádico, más perverso, más doloroso en la crueldad. La crueldad no es necesaria ni a los animales. Los humanos hoy son feroces y también crueles.
—Usted dijo que el capitalismo financiero no nos domina a través de la imposición política, sino a través de automatismos técnico-lingüísticos. ¿Podría ampliar esa idea con nuestra audiencia?
—En el pasado el capitalismo dominaba la vida de los humanos a través de decisiones políticas, imposiciones políticas. A un cierto punto, el dominio económico del capitalismo se ha transformado en automatismos financieros que implican el hecho de que si no haces las cosas así, no perteneces al juego. Hay juegos libres en que se pueden cambiar las reglas. Hay juegos en que si cambias las reglas, estás afuera. Bueno, el dominio financiero es de este tipo. Lo hemos descubierto en 2015, cuando Grecia decidió no aplicar la imposición financiera europea, pero fue obligada, contra su misma voluntad democrática, a aceptarla, porque no había una manera técnica de seguir existiendo. Pero, hay otro aspecto del dominio tecno-lingüístico, la introducción en la mente humana de reglas automáticas. La nueva generación creo que vivirá en condiciones de compatibilización, de adecuación al dominio técnico.
“La sociedad humana entra en una condición de caos creciente, de devastación ambiental, psíquica y geopolítica.”
—Otro de sus libros, “Generación post alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo”, usted hablaba sobre esta generación Alpha. ¿Cómo piensan las nuevas generaciones posalfabéticas? ¿Cuáles son las consecuencias de esos cambios en la conformación de la psiquis?
—Bueno, me parece que ya hemos hablado de esto. He dicho que la aceleración ha producido una sumisión de la mente humana a los automatismos. En el caso de la nueva generación, esto empieza con el hecho de que las palabras, el lenguaje no es algo que aprenden los nuevos nacidos desde la voz de la madre, desde la voz de un ser humano. Cada vez más, el lenguaje es algo que aprendimos en la relación con una máquina conectiva. Esto lo cambia todo, creo.
—Usted dijo que 2020 debe ser visto como el año en el que la historia humana se disolvió. Ya pasaron casi cinco años de ese año, ¿cómo cree que continuó la historia?
—Yo creo que ya vivimos más allá de la dimensión histórica. Vivimos en una condición, si quieres, podríamos llamar una condición neoevolutiva. La evolución ha tomado el lugar que era el lugar de la historia. La historia implica la voluntad, la decisión, la política. La evolución implica fuerzas naturales o técnicas. La técnica es una segunda naturaleza, como ya dijo Heidegger, una segunda naturaleza que nos obliga a ser lo que somos a pesar de nuestra voluntad.
CONTINÚA EL DOMINGO PRÓXIMO CON:
– EL TERCER INCONSCIENTE
– CIVILIZACIÓN, VIRTUALIDAD Y UTOPÍAS
– EL ENVEJECIMIENTO DEL MUNDO
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