OPINIóN
¿Sapiens?

Yo, conmigo mismo y mi ego

El libertarismo es una libertad negativa que procura evitar al otro, porque restringe mis intereses, no suma para mi bienestar, el único valor que cuenta. Con esta modernidad, se acabó la narrativa de la vida en sociedad y basta de mentiras y marketing: volvimos a ser Homo Neandertal.

Hombre de Neanderthal 20240731
Hombre de Neanderthal. | wikipedia

Los seres humanos tenemos un instinto natural para formar grupos. Es una necesidad esencial a nuestra supervivencia. Los Homo Sapiens somos esencialmente sociales. Aprendimos a cooperar de manera flexible con muchas personas, superando la naturaleza gregaria de otros animales o de los Homo Neanderthalensis. Esto nos llevó a formar comunidades con estructuras más complejas de relaciones sociales. Como lo menciona Yuval Noah Harari en De animales a Dioses, la cooperación fue la clave del éxito de los Homo Sapiens

Lo que permitió la cooperación entre Homo Sapiens desconocidos entre sí, fue el desarrollo de capacidades lingüísticas. Para Aristóteles el hombre es un zóon politikon cuya socialización se sustenta en la palabra como fundamento de lo social. La palabra fue crucial en la construcción de la cooperación, permitiendo la transmisión de saberes.

La palabra también posibilitó la creación de narrativas que habilitaron un horizonte común: nos contamos una historia que nos moviliza a cooperar junto a otros para el bienestar de todos. Es a partir de esa narración de mitos, ficciones o historias, que convergemos en el diseño de dispositivos políticos-jurídicos que materializan nuestra vida en sociedad. Toda nación, religión y partido político, y toda empresa privada, tiene su narrativa, que evoca la idea del bien común. La narrativa permitió la construcción de sentido de la vida en sociedad. 

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Permitió: del pretérito perfecto simple del modo indicativo, utilizado para dar cuenta de que la acción aconteció en el pasado. 

Hoy, la narrativa exalta exclusiva y excluyentemente al “yo”. Es el clima de época. Se impone desde distintos ámbitos la idea de la hiper-individualización de la persona, en contraste con esa otra narrativa que valoraba la cooperación y el trabajo en conjunto. Esto es lo que Eric Sadin ha denominado, en La era del Individuo tirano, el nuevo ethos: la persona replegada en sí misma y con derecho de hacer prevalecer únicamente su verdad. 

Lo que permitió la cooperación entre Homo Sapiens desconocidos entre sí, fue el desarrollo de capacidades lingüísticas; hoy la narrativa resalta excluyentemente el 'yo' "

El discurso del marketing tiene un solo mensaje: el éxito medido en dinero alcanzado por el hombre de manera individual. Es la cultura del self-made man, que no necesita de nadie más (y es del hombre: la mujer vende sus fotos íntimas, en una nueva mercantilización de su cuerpo). Esta nueva narrativa se cuela a través de las redes sociales haciendo hincapié en que la victoria se consigue en soledad. Nos sumerge en un sistema intensivo de consumo de todo aquello que debemos hacer para ser mejores. Y no basta con ser mejores, hay que ser mejores que los demás. Es el feedlot de nuestro ego (el engorde a corral, como método de producción eficiente de carne).

El nuevo ethos: la persona replegada en sí misma y con derecho de hacer prevalecer únicamente su verdad"

Esta narrativa también tiene su eco en las palabras de los políticos, que individualizan la culpa del éxito en mi “yo” y descargan la culpa del fracaso en “el otro”. Así, nos hacemos militantes de nuestra propia victimización para someter todo a nuestra necesidad. En esta lógica, aplaudimos al emprendedor millonario (¿auto-realizado?) con quien queremos identificarnos, y juzgamos con la meritocracia al vecino, solo porque piensa políticamente distinto a mí. 

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En contraposición a la noción de libertad positiva, (aquella libertad pensada en la igualdad de oportunidades), el discurso político actual impone la idea de “libertad negativa”, el libertarismo. Es la libertad pensada en términos defensivos, que únicamente protege los derechos propios para que el “otro” no interfiera. Somos libres en la medida en que nadie contraríe nuestras acciones o intereses. El “otro” es una competencia en un juego de suma cero, no coopera por el bienestar nuestro. Ello pone en cuestionamiento los mecanismos de solidaridad mutua, como la educación y la salud pública.  

En contraposición a la noción de libertad positiva, (aquella libertad pensada en la igualdad de oportunidades), el discurso político actual impone la idea de 'libertad negativa', el libertarismo"

No queremos nada con el “otro”, porque piensa distinto a mí. Entramos en un loop que rechaza lo que no es “como yo”. No hay nada más violento y autodestructivo que eso, nos dice en La expulsión de lo distinto, el filósofo surcoreano Byung Chul Han, puesto que nuestras experiencias personales se constriñen cada vez más en lo igual a nosotros.   

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Del zoon politikon al zoon gregarius. Los discursos políticos nos están conduciendo al animal gregario que dejamos de ser. El Homo Neanderthalensis solo se relacionaba con el pequeño grupo que sentía y pensaba igual a él. Como en ese entonces, hoy los discursos políticos solo buscan construir identidades emocionales que expresan una negación hacia el otro. 

Es la polarización afectiva negativa que está erosionando la cohesión social y demoniza al adversario político. El otro es un traidor, un incompetente, un simio y un bruto, porque no piensa como yo. El otro no la ve. ¡Afuera! 

Emmanuel Lévinas, en su libro Totalidad e Infinito, dice que tenemos una responsabilidad hacia el otro, porque el “bien esta en el otro”, en el prójimo, en el distinto a mí. Pensar en una democracia de calidad es buscar con el otro lo mejor para todos. Es la palabra empleada en la construcción de consensos. En tiempos donde están de moda intelectuales como Murray Rothbard o Friedrich Hayek, ¡que insolente es leer a Emmanuel Lévinas!

*Profesor Superior Universitario (UCA); Licenciado en Ciencia Política (UNR); Diplomado en Gestión Pública (UCC); Analista y Consultor político