OPINIóN

¿Y la torre de Babel?

Aunque creemos que ya vivimos en la ciencia ficción, esta película recién ha comenzado. Alejar indiscriminadamente la inteligencia artificial nos privaría de muchos beneficios cotidianos. Más que enemiga, tendríamos que comenzar a considerarla un complemento, cuando sepamos mejor hacia dónde permitiremos que nos lleve.

Inteligencia Artificial
Inteligencia Artificial | Cedoc

Los que vivimos en los ‘70 y vimos al hombre poner un pie en la luna nos preguntábamos por la existencia de los ovnis, nos sorprendíamos con las computadoras enormes que ocupaban habitaciones enteras; devorábamos los libros de Bradbury y Asimov; sentíamos que la ciencia ficción, tan joven, podía extinguirse superada por la verdadera ciencia. 

Pero las computadoras han perdido tamaño aceleradamente: de la habitación enorme al escritorio, del escritorio al portafolio y del portafolio al bolsillo. Esta afirmación, que parece muy sencilla, nos ha cambiado las costumbres. Hoy es posible llevar gran parte de la vida familiar, laboral, personal, hasta secreta, en las breves dimensiones del teléfono celular, que es una extensión de nuestra mano, como lo era la espada para los héroes mitológicos.

Las clasificaciones a favor o en contra de las TIC, referidas en los ‘90 a “apocalípticos e integrados” o  “nativos e inmigrantes”, por mencionar las más populares, no podían evitar explicaciones metafóricas. En la actualidad podemos simplificar, y decir que hay dos grandes grupos con los grises de toda clasificación: los que están de acuerdo en utilizarlas y los que no. 

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En los grises se encuentran, entre otros, los fanáticos, que creen que con tocar un botón todo se soluciona; los indiferentes, que usan el celular de teléfono; los desconfiados o precavidos que evitan la banca online; o los detractores, que piensan que permitir el crecimiento de las TIC va a deshumanizarnos, basados en el temor de que el hombre sea superado por la máquina y pierda el dominio y las decisiones sobre su destino.

Hoy es posible llevar gran parte de la vida familiar, laboral, personal, hasta secreta, en las breves dimensiones del teléfono celular, que es una extensión de nuestra mano, como lo era la espada para los héroes mitológicos"

Actualmente, se hace evidente esta discusión en el análisis casi ineludible de la llegada de la inteligencia artificial (IA) a nuestras vidas. Entre la admiración y el espanto, nadie quiere quedarse afuera y muchos se esfuerzan por entender lo mejor y lo peor de esta ¿novedad?, con argumentos y explicaciones que pasan por cuestionamientos surgidos de la ética, la educación, la política o la economía.

Pero, indiferente, la IA avanza, se perfecciona, evoluciona, facilita los usos, se naturaliza. Para darles un ejemplo: hace 10 años, el traductor de Google era un desastre; solo servía para orientar y darnos algunas pistas. Hoy las traducciones, por lo menos las de los idiomas más populares, han mejorado ostensiblemente y, no solo nos permiten superar, casi en el acto, el problema de comprender un texto escrito en un idioma que desconocemos, sino que nos ayudan también, celular de por medio, con la oralidad y lo que podemos llamar traducciones simultáneas virtuales. No son perfectas, pero es solo cuestión de tiempo. El turismo, los negocios, los estudios se han simplificado en este sentido. La torre de Babel se derrumba y yo tampoco puedo librarme de las metáforas.

La IA avanza, se perfecciona, evoluciona, facilita los usos, se naturaliza"

¿Qué hacemos con esto? Primero: olvidar el fantasma de la dominación. Segundo: dejar de lado la ilusión de que podemos detener este avance; ni siquiera estamos seguros de que debemos hacerlo, ya que nos privaríamos de muchísimos beneficios, que ni imaginamos. Tercero: comprender que la tecnología nos complementa no nos reemplaza.

Por ahora solo podemos contar con una mirada parcial. Cuando tengamos un poco más claro hacia dónde vamos, sería importante delimitar cómo implementar esta oportunidad para que nos beneficie y cómo rechazarla cuando pueden peligrar valores inherentes a la persona, a su ética y a su compromiso con la verdad.  

Todavía no hemos llegado al punto de partida.


*Asesora del Vicerrectorado de Investigación y Desarrollo (USAL)