OPINIóN
Expectativas

Vocero en emergencia comunicacional

En contextos de alta sensibilidad, la actuación de los voceros o jefes de prensa debería ser empática en vez de orientarse a provocar nuevos riesgos, o incluso crisis.

Manuel Adorni
Manuel Adorni | CEDOC

Es claro que los temas de asuntos públicos son delicados y que también hay tantas opiniones como personas y versiones sobre los hechos políticos, y por esto, también sobre cómo tratar las emergencias. Diríamos, casi tantos como directores técnicos de fútbol para la Selección pero no sería el caso, dada la sensible situación que transitamos como sociedad.

El reciente caso del vocero presidencial dando respuesta al uso de los alimentos que se encuentran en depósitos en dos provincias es un claro ejemplo en el cual pueden darse muchas opiniones pero en donde hay un común denominador que no nos permitiría alejarnos mucho de la consideración crítica sobre la respuesta que emitió el vocero.

Aun con razón, y siendo razonable, hay momentos en donde las respuestas deben ser objeto de un tratamiento, tono, consideración y valoración distinta. Lo que aquí exponemos y buscamos es dar claridad sobre la forma y fondo que es necesaria para la actuación de los voceros en contextos de alta sensibilidad para no provocar nuevos riesgos, o incluso crisis, hechos de los cuales no se vuelve hacia atrás ante el escándalo.

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Por esto, sería aconsejable que en ocasiones como éstas la vocería trabaje sobre la respuesta en clave contextual y empática, no alentando mayores disensos a los ya visibilizados, y no siempre incurra en dar respuestas en clave administrativa y formularia o legalista, como se emitió en el caso que estamos analizando. Realizar lo que se denomina en la actividad un: ajuste de expectativas.

Por esto, insistimos, que es correcto comunicar si esos alimentos tienen un destino específico y están amparados legalmente, o incluso judicializados, como podrían ser el caso de las 50 camionetas que entraron en el debate y consideración -por twitter- que pudiera servir para asistencia social. Pero no menos correcto es agregar la dimensión de empatía a la comunicación oficial.

No se pierde razón en el debate si se suma la sensibilidad, no se pierden argumentos si se suman gestos y soportes retóricos a una comunicación que en contextos altamente agudos, el ponerse en el lugar del otro o buscar el entendimiento por valores y no sólo por normas, es lo más aconsejable.

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Por eso, es esperable comunicar a la población el destino que tienen los mismos, las acciones judiciales que se realizarán y si las competencias administrativas permiten o no ciertas acciones. Pero, indudablemente, la vocería debe incorporar en este contexto las comunicaciones sobre las acciones para alcanzar habilitaciones sociales que muestran que además de estos sustentos hay otros caminos políticos en donde efectivamente lo que se demanda puede tener otra respuesta con algún grado de certeza y satisfacción.

La vocería no es fácil en este contexto, por esto se valora a quienes la llevan a cabo, y por esto sumar al debate público y a la agenda pública consideraciones para su mejor desempeño es un deber también de los especialistas en comunicación política, estratégica, relaciones públicas y con experiencia en el mismo sentido a fin de afianzar una esfera pública con contenido y sensibilidad que no provoque desbordes o exasperaciones.

Se debe siempre buscar administrar valores y sensibilidades para no provocar continuos disensos, o nuevos disensos, o peores reacciones de indignación, mayor conflicto, conflictividad o incluso crisis reputacional u organizacional. Esa es la función primordial.