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Una ola violeta amenaza con una balcanización de la UCR

En Diputados pone en juego dos tercios de su representación. En el Senado, perdería cuatro de sus 13 bancas. Un examen crucial para su identidad.

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Galleta política. | Pablo Temes

El cisma que divide al PRO, sobre cómo vincularse con Javier Milei sin caer en el intento, también atraviesa al radicalismo, el segundo socio de la extinta alianza Juntos por el Cambio. Dejó de ser una fuerza nacional después de la derrota de 2023 y solo sigue funcionando en los distritos donde gobierna. El arranque de extraordinarias en el Congreso, que podría terminar en un intento fallido, volverá a desnudar la actualidad de la UCR en la era Milei: con una bancada de la Cámara de Diputados que está dividida en tres bloques, en medio de una creciente ola violeta dentro del partido, especialmente entre aquellos que buscan sobrevivir a los comicios de este año, donde el radicalismo tendrá un examen tan exigente en las urnas como el que afrontarán sus primos del PRO.

El bloque radical vive su segunda división en los últimos tres años. Ahora está repartido en tres bloques. Juntos concentran 33 bancas esparcidas en dos grandes espacios y un monobloque, conducido por el santafesino Mario Barletta que, enojado por la diáspora, llamó “Unidad” a su espacio. De los 33 escaños que tiene, el radicalismo pondrá en juego 23. El recambio afecta a los dos bloques del cisma. La bancada orgánica de la UCR, que preside el cordobés Rodrigo De Loredo tiene 20 escaños y deberá renovar 14, casi un todo o nada. El sector que se separó, en repudio al acercamiento con el Gobierno, es el bloque Democracia para Siempre, que lidera el bonaerense Pablo Juliano. Tiene 12 bancas y hay nueve que este año pasarán por el cedazo electoral. El volumen del recambio que afronta el radicalismo en Diputados es inversamente proporcional a cómo les puede ir en las próximas elecciones. Las encuestas que manejan en el archipiélago radical preanuncian un escenario sombrío, igual de preocupante como el que delinean en el PRO. La sumatoria en algunas provincias no llega a los dos dígitos y el promedio nacional los supera por muy poco. Las excepciones son las provincias donde gobierna el partido, cuyos gobernadores cerraron el año con buenos numeros en términos de imagen de sus gestiones. Si esa tendencia se mantiene, aún dividido, el partido radical afrontará una balcanización electoral, entre mandatarios provinciales que buscarán convivir pacíficamente con la LLA en comicios locales y tomar distancia de la pelea nacional. El giro podría implicar una drástica baja de las dos bancadas radicales en Diputados.

El temor a la insignificancia es el motor del cisma radical, que estalló cuando aparecieron los primeros diputados que se animaron a desconocer la línea del partido, presidido por el senador porteño Martín Lousteau. Antes de la división, cinco diputados, bancaron los vetos del Presidente que anuló dos iniciativas impulsadas por el partido como la reforma previsional y la actualización del presupuesto universitario. De los cinco, tres fueron castigados por la Convención del partido. El gesto quedó diluido antes de fin de año, cuando el presidente recibió a De Loredo, a los que se habían rebelado y a un puñado de correligionarios mendocinos, con el potente auspicio de Alfredo Cornejo, que volvió a gobernar la provincia hace un año. Las urnas le dieron un espaldarazo en los comicios locales pero después bancaron a Milei en segunda vuelta por encima del 70% de los votos. Fue Mendoza la primera foto promisoria que recibió el equipo de campaña de LLA en la jornada del balotaje del 19 de noviembre de 2023. La segunda fue Córdoba, con un Martín Llaryora que ya venia de ganar la sucesión de Juan Schiaretti bajo el signo del peronismo cordobesista. Ya electo asistió a un Milei fortalecido con el mismo electorado que antes había bancado a Mauricio Macri en la pelea de una reelección que perdió en todo el país, salvo en Córdoba y en la Ciudad de Buenos Aires. Todos esos datos que le daban competitividad al PRO hace menos de tres años atrás, ahora son un activo de La Libertad Avanza en el arranque de este año electoral. La fuga de votos por ultraderecha de la extinta Juntos por el Cambio no ha terminado. En esta etapa se encamina a una inflexión que podría recrear a la alianza que fue derrotada en 2023, pero como un frente antikirchnerista capaz que superar las guerras internas del radicalismo y del PRO. Parte de radicales y macristas podría quedar afuera de ese tinglado en cada distrito, condenados a la intemperie de una ultrapolarización construída por el Gobierno para confrontar con el peronismo. En diciembre Milei recibió a De Loredo y parte de su bloque, con peluca y sin ella. Con una foto, promesas y un rato de escuchar propuestas, diluyó el castigo de la Convención Nacional a los que habían desconocido al partido a la hora de votar. La expulsión quedó reducida a una reprimenda de escaso impacto político. Refleja, al menos por ahora, el escaso poder de fuego que tiene el partido para reconducir el cisma que se cocina a fuego lento en cada distrito y que ya tuvo varias explosiones internas en Diputados.

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En el Senado la UCR tiene 13 bancas y podría perder cuatro. El bloque es presidido por el correntino Eduardo Vischi y convive con Martín Lousteau, que termina su mandato y pondrá en juego su banca en la Ciudad, donde el radicalismo porteño ya anticipó que no compartirá un eventual acuerdo electoral entre el PRO y LLA. Vischi responde al gobernador Gustavo Valdés, que este año termina su segundo mandato y no puede reelegir. Busca que su hermano Juan Pablo lo suceda, pero en medio de una durísima interna con el exmandatario Ricardo Colombi, que antes respaldó a Valdés, ahora lo combate y este año volverá a pelear por la gobernación. La interna del radicalismo correntino podría ser un cisne negro en la única provincia que este año tiene elecciones ejecutivas. El jujeño Carlos Sadir mantiene la hegemonía radical que lideró Gerardo Morales durante años y en el Chaco, el regreso de la UCR al poder con Leandro Zdero a la cabeza abre un interrogante sobre las urnas para este año, pero el foco de impacto regional serán las elecciones correntinas para gobernador. La ausencia de Morales en el dispositivo de poder jujeño dejó un hueco de liderazgo para el radicalismo norteño y la disputa por la orientación del partido a nivel nacional ahora volvió a pasar por Cornejo, que está cada vez más cerca del Gobierno. Enfrente está el eje compartido por Lousteau y el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro. Ambos, dirigentes del espacio Evolución, con eje en Santa Fe, el distrito donde la UCR no abandona sus críticas a Milei pero sin contradecir a un electorado sensible a la crisis de seguridad.

Por fuera de las cinco provincias que controla el radicalismo, el otro interrogante será la provincia de Buenos Aires, donde el partido viene de una interna áspera, con acusaciones de fraude que concluyeron en la victoria de Miguel Fernández, exintendente de Trenque Lauquen, como presidente del comité provincial. Detrás ganó el senador Maximiliano Abad. En dos de los cinco distritos gobernados por la UCR se cocinan coyunturas locales determinantes. Desde la elección ejecutiva en Corrientes hasta la que definirá la convencional de la reforma santafesina dentro de cuatro meses. Termómetros que marcarán el pulso y la sobrevida de un partido cuya existencia no está en discusión, aunque este año afronte un examen definitorio para el futuro de su identidad.