OPINIóN
UADE

Una cultura que daña: la de la ansiedad

Hay algunos peligros en nuestra vorágine. La búsqueda constante de escaparse de la espera y, a la par, no dar pausa a nuestros pensamientos y actividades, pueden ser una trampa para nuestro cerebro. Por qué.

Mirando por la ventana 20240628
Mirando por la ventana. | Pixabay

Las promociones de desodorante nos prometen un día sin pausas, tenemos botones para evitar demoras de 10 segundos en los créditos de una serie, bancos y otros servicios nos facilitan los trámites para que los hagamos rápido y sin movernos de nuestra casa. También tenemos la información que nos es entregada en formatos cada vez más breves, los reels de 20 segundos reemplazan artículos extensos, pero vemos uno tras otro sin mucho tiempo para procesar la información que nos brindan.

En las publicidades, un escenario que se repite: una persona en el sillón de su casa, realizando pagos y transacciones con una sonrisa, probablemente rodeada por niños jugando tranquilamente. Esta escena termina siendo aspiracional en el imaginario colectivo. Nos convencemos de su condición idílica. Parece que no tener que esperar, que llevar trámites a nuestra vida familiar, que evitar cualquier situación de espera, es lo ideal. ¿Es realmente así?

Hay algunos peligros en esta vida de vorágine. Tanto la búsqueda constante de evitar la espera, como el hecho de no dar pausa a nuestros pensamientos, puede devenir en una sobrecarga del sistema. Si utilizamos la metáfora de la computadora, ponemos tanta memoria RAM en funcionamiento que empezamos a fallar en cada cosa que hacemos. 

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La cultura de la inmediatez nos genera la necesidad de hacer tareas online "cuando tenemos un tiempito". En lo personal, he transferido dinero en un ascensor de 6 pisos, enviado notificaciones a los docentes de mis hijos desde el colectivo, pagado cuentas en una sala de espera. Hace no tanto tiempo, en los ascensores hablaba del clima con el vecino circunstancial, en el colectivo miraba por la ventana y en las salas de espera leía revistas de chismes que siempre estaban desactualizadas.

Todos agradecemos el poder acceder a diferentes servicios en muchas situaciones, el tener acceso ilimitado a nuestros correos, a las plataformas laborales y poder solucionar tareas rápidamente. Pero hay una trampa para nuestro cerebro, pues le pedimos que nos alerte de espacios de posible inactividad para ocuparlos rápidamente. También que se acuerde de las tareas breves y las tenga a mano en esos posibles huecos para rellenarlos inmediatamente. Nuestro cerebro lo hace de la mejor manera posible a costa de liberar la hormona de cortisol que es la que se encuentra vinculada con la ansiedad.

He transferido dinero en un ascensor de 6 pisos, enviado notificaciones a los docentes de mis hijos desde el colectivo, pagado cuentas en una sala de espera. Hace no tanto tiempo, en los ascensores hablaba del clima"

Es como vivir con ansiedad. Pero buscando ese estado ansioso, lo hemos normalizado y hasta es posible que lo defendamos.

La ansiedad es una reacción emocional que se despierta por anticipación de posible peligro. Combina un estado de alerta con un imaginario sobre posibles desenlaces negativos ante esa situación. 

La ansiedad que nos mata

Determinados eventos son lógicos en el despertar de la ansiedad: previo a una cita, un examen, el inicio de un viaje o una entrevista laboral. Allí, nuestro cerebro quiere estar completamente enfocado en tener su mejor performance y pone todos sus recursos a disposición. La liberación de la hormona cortisol es, también, la que prepara a nuestro cuerpo para la huida o el ataque. Es instinto de supervivencia. Pero no puede ser nuestro estado constante, necesitamos de las pausas.

Buscamos desconectar mirando pantallas (juegos interactivos, series, programas de chimentos), nos dormimos con pastillas o tenemos insomnio en el que los pensamientos del día se nos repiten en forma desordenada y atolondrada. ¿Cuándo llega la pausa?"

Buscamos desconectar mirando pantallas (juegos interactivos, series, programas de chimentos), nos dormimos con pastillas o tenemos insomnio en el que los pensamientos del día se nos repiten en forma desordenada y atolondrada. ¿Cuándo llega la pausa?

Además del descanso de ocho horas que se vincula con la salud emocional y mental, también son importantes las pausas durante el día. Encontrar momentos sin mirar el celular y sin hablar con gente parece una tarea imposible. El contexto cultural nos envuelve con la necesidad de estar todo el tiempo activos y productivos; el costo asociado es alto. 

Qué es la ansiedad

Los espacios de entrenamiento mindfulness, yoga y otras prácticas espirituales o de conciencia plena se presentan como necesidades para estas pausas. Son muy buenos, y los recomiendo, pero también podemos ayudar a bajar los niveles de cortisol con situaciones de todos los días. 

En lo cotidiano hagamos un esfuerzo por mirar por la ventana en el colectivo, esperar la consulta sin mirar el celular y no salteemos la apertura de una serie. En síntesis, no nos dejemos atrapar por una necesidad de “todo rápido y todo ya”, demos tiempo a las cosas en su momento. 

Esta sensación de estar apurados todo el tiempo no es placentera ni saludable. Hackeemos el sistema, elijamos los momentos de interacción y los de reposo, cuando estemos con niños jugando alrededor mirémoslos o juguemos con ellos, pero evitemos hacer transacciones bancarias.

*Directora del Departamento de Psicología de UADE.