El 3 de diciembre de 1990, el Ejército terminó definitivamente con el golpismo como práctica en la historia argentina, con los protagonismos individuales indebidos, con los autores de inconductas recurrentes y con las disensiones internas producto de la politización de las Fuerzas Armadas (FFAA).
La segunda mitad del siglo XX soportó cuatro golpes de Estado (1955/ 62/66/76) y decenas de “chirinadas” que en mayor o menor medida afectaron el orden constitucional. El antecedente inmediato, entre el 2 y 4 de diciembre de 1988, se denominó Operación “Virgen del Valle”, fue incruento y estuvo encabezado por el coronel Mohamed A. Seineldín, quien había regresado clandestinamente a la Argentina abandonando una comisión del servicio que cumplía en Panamá. Para el doctor Horacio Jaunarena “la ideología de los protagonistas era de extrema derecha, y negó un supuesto pacto del general José D. Caridi (entonces jefe del Ejército) con Seineldín” (Clarín, 8 Dic.88). Me consta que hubo pacto y no represión. El justicialista José Bordón manifestó que “fue un claro intento de desestabilizar el orden y pidió al presidente Alfonsín tomar drásticas medidas” (Clarín, 3 Dic.88). Para el radical Leopoldo Moreau “el Gobierno no ha perdido un milímetro de libertad” (Clarín, 6 Dic.88), pero abrió la puerta para la siguiente rebelión. Los insurrectos contaron con un claro apoyo de algunos sectores políticos, empresariales, sindicales, mediáticos, religiosos y de militares retirados. Seineldín fue sancionado y en octubre de 1989 fue indultado por el presidente Carlos Menem (Decreto 1004/89).
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En la madrugada del 3 de diciembre de 1990 se inició otro, el denominado Operativo “Virgen de Luján” en el Regimiento de Infantería 1 PATRICIOS en Palermo, con el asesinato del segundo jefe, teniente coronel Hernán C. Pita, y el mayor Federico A. Pedernera por parte de efectivos insurrectos; el primero de ellos recibió un tiro de gracia en la cabeza a menos de treinta centímetros. Esta era la realidad producto de la soberbia, inconsciencia y fanatismo mesiánico-integrista de varios de sus miembros. Los focos rebeldes detectados eran siete: Regimiento de Tanques 1 y Regimiento de Tanques 6 (Villaguay y Concordia-Entre Ríos); Regimiento de Tanques 2 (Olavarría-Bs.As.); Batallón de Intendencia 601 (El Palomar-Bs.As.); Fábrica de Tanques TAMSE (Boulogne- Bs. As.); Estado Mayor General del Ejército (EMGE) y PATRICIOS. Para sofocar el alzamiento se imponía eliminar rápidamente los focos más alejados. Fue muy importante la colaboración de la Gendarmería Nacional y la Policía Federal. Los rebeldes disponían de tanques y uno de ellos atropelló a un colectivo; en ese hecho murieron seis civiles.
Contamos con el apoyo de la Fuerza Aérea que realizó sobrevuelos rasantes e intimidatorios sobre objetivos de los rebeldes, pues queríamos evitar bajas innecesarias. Al mediodía los focos del interior estaban neutralizados. Los blindados de la Fábrica TAMSE optaron por retirarse hacia el norte, y sus tripulaciones abandonaron los tanques y huyeron vestidos de civil. En Palermo, los cabecillas confiaron en que algunos sectores políticos lograrían imponer un alto el fuego y -como antes- un pacto. Uno de ellos había manifestado: “Los generales no resisten más muertos; hablen con Cesar”; se refería a un dirigente (César Arias) que, en 1989, me había manifestado que solo Seineldín era el reaseguro de la democracia. También hubo un llamado telefónico de uno de los amotinados pidiendo “condiciones para una posible rendición”; y la respuesta de nuestra parte fue tajante: ¡Rendición incondicional!
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Probablemente ellos desconocían que en horas de la mañana la conducción del Ejército había tomado contacto e impuesto detalladamente la situación al señor presidente Carlos Menem, quien dio una precisa respuesta: “No pactaré con nadie. Hagan lo que tienen que hacer. Tienen todo mi apoyo”. Durante todas las acciones no recibimos ninguna orden del poder político. Aproximadamente a las dieciséis horas se completó el cerco sobre el regimiento de PATRICIOS. En aproximadamente un par de horas se logró la rendición de los amotinados. El empleo oportuno de nuestro poder de fuego (artillería) evitó bajas innecesarias en la población civil y entre los mismos insurgentes, insignificantes daños materiales y ahorro de un tiempo precioso para marchar sobre el último reducto de los amotinados: el EMGE (edificio Libertador), que desde la mañana estaba acordonado por propias fuerzas. Su recuperación ocasionó la muerte de un franco tirador rebelde. En quince horas se logró la rendición incondicional, detención y todos los amotinados fueron puestos a disposición de la justicia.
Seineldín no participó personalmente, pues estaba cumpliendo una sanción disciplinaria de arresto en la Guarnición Militar San Martín de los Andes, impuesta con anterioridad por el Ejército. El saldo fue de 14 muertos y más de 100 heridos. Más de 150 rebeldes habían sido indultados por rebeliones anteriores. Me permitiré citar algunas opiniones. Rodolfo Terragno: “Este alzamiento muestra que cuando se indulta, se refuerza la imagen de Impunidad” (Clarín, 5 Dic.90). Magdalena Ruiz Guiñazú: "Algunas de las caras de los indultados el año pasado las volvimos a ver ayer” (Página 12, 4 Dic.90). Presidente Menem: “Se acabaron los 'carapintadas'...Se acabó el 'camello'... Es una locura de un grupo de individuos que se consideraron un tanto mesiánicos” (Crónica, 4 Dic.90). La Comisión Episcopal Argentina: “Condenó el uso de símbolos religiosos, calificando el hecho de invocación temeraria realizada para amparar acciones injustificables” (Página 12, 5 Dic.90).
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¿Actuaron los amotinados motivados por incumplimiento de promesas por parte del Gobierno? No me consta, pero el coronel retirado español Prudencio García afirma que “el propio Seineldín lo afirmó ante el Consejo Supremo de las FFAA el 15 de diciembre de 1990” (El drama de la autonomía militar, Pág. 273/276 y Página 12, 27 Ene.91). Seineldín recibió la pena de prisión perpetua. En 2003 fue indultado por el presidente Eduardo Duhalde (Decreto 1228/03). Falleció en 2009. Guardo de él los imborrables recuerdos del combate en la Guerra de Malvinas. Creo que fue algo bastante improvisado, carente de líderes, cruento, desviadamente ideologizado, anárquicamente conducido, y que jamás apreciaron la reacción de un Ejército cohesionado, disciplinado y conducido profesionalmente por oficiales y suboficiales en todos los niveles y comprometidos con el orden constitucional.
(*) Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas. Ex Embajador en Colombia y Costa Rica.