OPINIóN
democracia comunitaria y tecnología

Un camino hacia la transparencia

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Mando. Es importante evaluar las decisiones. | Presidencia

Quienes tienen o tuvimos la responsabilidad de gobernar, tanto a nivel municipal, como así también provincial o nacional nos enfrentamos permanentemente con aciertos y con errores, por eso es importante –con el paso del tiempo–, reconocer qué cosas pudieron haberse realizado de otra manera.

Siempre que me tocó ejercer un cargo ejecutivo lo hice con la plena convicción de realizarlo bajo una práctica que podríamos llamar cogobierno, gobierno de coalición o sencillamente democracia comunitaria donde, quienes ganaron la elección juntamente con quienes la perdieron, llevaron adelante un plan de gobierno con convivencia política. De esta manera quedaba atrás la vieja antinomia “el que gana gobierna y el que pierde acompaña” –para darle paso a una forma de ver la gobernanza moderna–, que es “el que gana gobierna y el que pierde también gobierna”.

Lo hice desde el municipio de Lomas de Zamora, desde la gobernación de la provincia de Buenos Aires, cuando me tocó estar al frente del Ejecutivo Nacional, y a nivel internacional –siendo presidente del Mercosur–, promoviendo la creación de la Comunidad Sudamericana.

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En 1991, cuando juré ante la Asamblea Legislativa acompañado por el presidente Carlos Menem dije: “Señores legisladores, quiero anunciar solemnemente ante esta honorable asamblea, que el mío será un gobierno de unidad. Seré el gobernador de todos los bonaerenses y no de una fracción, de un partido o de un frente. Como la recuperación de la Provincia no puede ser tarea de un sector, para mí, queda suprimida desde hoy la vieja y equívoca antinomia, oficialismo-oposición. Desde este momento, sólo me importan las diferencias entre quienes piensan siempre primero en los intereses de la Provincia, y aquellos que creen que el partido es más importante que la gente”. Y para hacer realidad esa afirmación puse en manos del radicalismo, todos los órganos de contralor del Estado provincial y abrí el Gabinete a la participación de técnicos y dirigentes de ese partido, tratando de evitar de esta manera la corrupción estructural.

Algo similar volví a aplicar en los difíciles momentos de 2002 al asumir la Presidencia de la Nación. Cuando acepté hacerme cargo del Ejecutivo lo hice poniendo una sola condición: que la Asamblea Legislativa me votara por unanimidad, porque la única manera que entiendo la gobernanza es mediante un trabajo en comunidad donde, como dije anteriormente, lo colectivo esté por encima de lo individual. Durante esas jornadas quedó comprobado el valor del ámbito parlamentario como expresión de democracia, diálogo y búsqueda de consenso.

Pero lo que en un principio surgió como una alternativa a la hora de gobernar, como ser que el control esté en manos de la oposición, hoy puede resultar insuficiente para combatir la corrupción si tenemos en cuenta que el default moral en el que vivimos ha llegado tan alto que tanto unos como otros, pueden ponerse de acuerdo para robar juntos.

Y es en este punto cuando debemos darle suma importancia a la revolución tecnológica, en general, y a la Inteligencia Artificial en particular. Debemos poner la tecnología del siglo XXI al servicio de la transparencia.

No hablo de algo inédito, porque ya se está utilizando en diversas partes del mundo. Países como Estonia han liderado la adopción de tecnologías avanzadas para mejorar la eficiencia gubernamental y la transparencia, a través de la digitalización y el uso de IA. Por su parte, Chile ha comenzado a explorar cómo la tecnología puede ayudar en la lucha contra la corrupción, buscando implementar sistemas más transparentes y automatizados que reduzcan las oportunidades para prácticas corruptas, y todos ellos están demostrando que la tecnología puede ser una poderosa aliada en la construcción de sociedades más justas y transparentes.

En paralelo al ejercicio del trabajo político desarrollé mi otra vocación que es la docencia. Así, me desempeñé en la facultad de Derecho de la Universidad de Lomas de Zamora, y en España, estuve al frente de la Maestría en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política de la Universidad de Salamanca y la Universidad Camilo José Cela de Madrid, donde intenté iniciar a los alumnos en el mundo de la gobernanza.

Ahora bien, y volviendo al comienzo de la nota, en lo personal uno de los errores que he cometido fue no haberme dedicado más tiempo en hacer docencia en mi país sobre democracia comunitaria.

Hoy, lo que está en cuestionamiento no es la actividad política, sino una forma de entenderla. Y mucho tiene que ver el desarrollo de las redes sociales y la disrupción de las nuevas tecnologías, que ponen en discusión muchas de las formas clásicas de ejercer el poder en las democracias tradicionales.

*Expresidente de la Nación.