OPINIóN
Ucrania-Rusia

Argentina y la guerra: lejos pero cerca

Podemos identificar tres ámbitos en el cual las consecuencias para el país son significativas: comercio exterior, financiamiento externo y vigencia del derecho internacional y el multilateralismo.

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Guerra Rusia y Ucrania. | AFP

La guerra en Ucrania tiene consecuencias de alcance global, que alteran contexto internacional que enfrenta nuestro país.

Alejada geográficamente del escenario bélico y sin capacidad de influir en los acontecimientos en el terreno de la seguridad, Argentina tiene sin embargo importantes intereses en juego en el conflicto; la guerra está más cerca de lo que pensamos: impacta sobre nuestra inserción internacional, también sobre nuestra vida cotidiana. Podemos identificar tres ámbitos en el cual las consecuencias para el país son significativas: comercio exterior, financiamiento externo y vigencia del derecho internacional y el multilateralismo.

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La guerra tiene un fuerte impacto en los mercados mundiales de commodities, generando dificultades en el abastecimiento y subas de precios. Dos mercados interesan especialmente a nuestro país: uno es el de alimentos, en el cual Argentina es un jugador de primer nivel. Al respecto, debe recordarse que Rusia y Ucrania figuran entre los primeros exportadores mundiales de trigo (29% entre ambos países) y maíz (19%).

La guerra en territorio ucraniano y las sanciones de las potencias occidentales a Rusia generan disrupciones en la producción y la logística, empujando una suba de precios de aproximadamente un 25% en el caso del trigo y un 10% en el del maíz. Ello impacta favorablemente sobre el valor de las exportaciones argentinas, al tiempo que contribuye a crear presiones inflacionarias a nivel global, con repercusiones domésticas.

El otro mercado clave es el de la energía. Rusia es el segundo exportador mundial de petróleo y el mayor exportador de gas natural y por ello la guerra impacta sobre los precios de esos bienes. El petróleo supera cómodamente la barrera de los USD 100 por barril, mientras el GNL (Gas Natural Licuado) que nuestro país importa ronda los 30 dólares por millón de BTU. En este terreno, Argentina sufre las consecuencias de su dependencia de energía importada. Debemos estar atentos a la prolongación de las condiciones actuales, teniendo en cuenta la escasez de divisas que enfrenta la economía local. De cara al futuro, la inversión para desarrollar nuestras fuentes de energía es fundamental para disminuir la vulnerabilidad frente a los shocks externos.

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Un segundo impacto de la guerra se relaciona con el financiamiento externo; más concretamente con el vínculo entre la necesidad de recursos de nuestro país y sus alineamientos internacionales. El respaldo norteamericano en el FMI fue decisivo para la aprobación del nuevo acuerdo; resulta claro que la neutralidad frente a la acción militar de Rusia rusa era incompatible con dicho apoyo. A ello se suman la renegociación de las obligaciones con el Club de París, también dominado por las potencias occidentales.

Más allá de cualquier juicio político y moral sobre la invasión rusa, el conflicto desnuda un hecho central de la política exterior argentina: la dependencia del ahorro externo impone restricciones a la autonomía internacional de nuestro país. Es por ello que el equilibrio fiscal y la ampliación del mercado de capitales doméstico son metas a las que aspirar si queremos aumentar nuestro margen de maniobra externo. Aunque a veces no resulte tan evidente, el orden macroeconómico y la independencia nacional están estrechamente vinculados.

Tercero, el conflicto pone sobre la mesa –en un debate que tiene a los Organismos Internacionales, como ONU y OEA, como ámbitos privilegiados– dos cuestiones especialmente sensibles para nuestro país: el respeto al principio de integridad territorial de los Estados y la protección de los derechos humanos.

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La afirmación del principio de integridad territorial es de especial importancia para un Estado mediano con capacidades militares limitadas, como Argentina. De manera general, un mundo en el cual el derecho internacional –instrumento de resolución pacífica de controversias– y el multilateralismo rigen las relaciones entre los Estados, resulta un entorno más favorable para la seguridad y prosperidad de nuestro país que uno en el cual la fuerza juega un rol dominante. Pero además la defensa de la integridad territorial es de vital importancia en la posición argentina respecto a Malvinas: Argentina no puede respaldar o permanecer neutral frente a una invasión sin contradecir su posicionamiento en relación a una porción de su propio territorio que se encuentra ocupado por una potencia extranjera. La condena al accionar ruso, en tanto violatorio de la integridad territorial de Ucrania, responde a intereses nacionales de largo plazo.

La protección de los derechos humanos es otro elemento central de la política exterior argentina. El país tiene un recorrido importante en este campo a nivel internacional (piénsese por ejemplo en la reconocida tarea del Equipo Argentino de Antropología Forense) arraigado en su dolorosa historia; de allí se deriva un prestigio que constituye un recurso de softpower a preservar y fortalecer. Por ello manifestarse claramente frente a la situación de derechos humanos en Ucrania –ataque a civiles inocentes y desplazamiento forzado de millones de personas– constituye no sólo un imperativo ético, sino también la defensa de un interés nacional vital.

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Resulta evidente que la guerra altera de manera significativa el entorno externo de la Argentina e influye por diversas vías en la vida doméstica. Es por ello que, más allá de las diferencias ideológicas al interior de la coalición de gobierno, el posicionamiento frente al conflicto debe construirse desde una mirada que privilegie el realismo, sin resignar los valores. Una mirada que, sin renunciar a cambiarlo, acepte al mundo tal como es. La voluntad es un insumo esencial de la política; reconocer sus límites es uno de los primeros deberes de un estadista.

 

Tomás Múgica. Investigador del Centro de Estudios Internacionales (CEI). Universidad Católica Argentina (UCA).