Todos conocemos la tipología de países elaborada por el Premio Nobel de Economía Simón Kuznets en base a datos sobre recursos productivos y grados de desarrollo, de la cual surge que Argentina es el único caso que teniendo recursos suficientes era subdesarrollado. Resultado que responde, en primer lugar, a la Política, la que no ha sabido, o no ha querido, producir el cambio. Pero por detrás de esos procesos hay una sociedad que ha votado por fuerzas que se siente muy cómodas en el subdesarrollo, o ha combatido a fuerzas más decididas al cambio.
Carlos Nino comienza su libro Un país al margen de la ley, asociando esos resultados a la forma de ser de los argentinos; y lo hace con un viejo chiste sobre un supuesto diálogo entre Dios y su ángel auxiliar, en ocasión de repartir atributos a diferentes países. Cuando este último le señala que se le estaría “yendo la mano” en su generosidad para con nuestro país, Dios responde “No te preocupes, que compensaré esa munificencia poblando a esa tierra con argentinos”. Ironías también presentes en programas televisivos, como el de hace unas décadas con Juan Carlos Calabró interpretando “El Contra”. Frente a los invitados que contaban entusiasmados sus proyectos, Calabró sentenciaba: “No va a andar”.
Pero pronto Nino deja la ironía para relacionar características psicosociales de los argentinos con la dinámica de la sociedad, introduciendo el concepto de “anomia”, que toma de Durkheim, quien considera el hecho social como los “modos de actuar, de pensar y de sentir exteriores al individuo y que poseen un poder de coerción en virtud del cual se le imponen”. Autor que en La División del Trabajo Social y El Suicidio señala como ejemplo de este concepto, el momento en el que los vínculos sociales se debilitan por la pérdida de fuerza de esos “modos de actuar” que eran los que servían para integrar y regular adecuadamente las relaciones entre los individuos.
Modos de actuar que dan forma a pautas culturales que han de influir en la conducta de los individuos, como lo muestra Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, al destacar la influencia de esas pautas culturales sobre el comportamiento de los ciudadanos y sus resultados en la nueva organización de la producción. Weber señala que “el moderno capitalismo industrial racional necesita tanto de los medios técnicos… como de un derecho previsible y una administración guiada por reglas formales…”.
Más adelante Nino pasa a definir un tipo de anomia, muy presente entre los argentinos, la “anomia boba”, que existe “cuando la acción colectiva …se caracteriza por la inobservancia de normas y hay al menos una cierta norma que conduciría a una acción colectiva más eficiente en la misma situación”. Anomia que se consolida por normas culturales instaladas ya en el proceso de socialización, y que conduce a que en nuestro país los “estilos de personalidad más comunes sean “Narcisistas. Obsesivos…histriónicos y hasta un tanto paranoicos” (Según estudio realizado por el “Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales” de la Universidad Siglo 21, en base a encuestas).
Rasgos que se consolidan por la acción de fuerzas políticas y de analistas; olvidando las primeras aquello de acompañar cuando se pierde (no acríticamente, pero sí apoyando medidas que apunten a superar el subdesarrollo y la pobreza; tarea que es obligación de todos). En cuanto a los analistas, se destacan por combatir siempre a los gobiernos de turno. Todos ellos remedando una visión pesimista y desalentadora, como el “No va a andar” de Calabró en “El Contra”.
*Sociólogo.
