OPINIóN
Universidad del Salvador

Somos responsables de nuestras acciones y pensamientos

Como la reina en "El país de las maravillas", quisiéramos siempre ordenar “Que le corten la cabeza”, sin indagar primero quién es realmente el culpable. Atacamos y condenamos, sin aceptar previamente cuál es nuestra parte en el asunto. Le pasó a Jorge Luis Borges y nos pasa a todos.

Reina en Alicia en el país de las maravillas
Reina en Alicia en el país de las maravillas | Agencia Freepik

Somos sin duda responsables de nuestros pensamientos, acciones, pero también de aquellas cosas que podrían hacer la diferencia, o que a pesar de que sea una acción no propia, si callo, si hablo, si opino, si no hago nada, también soy responsable.

Es más debemos saber que en todo estamos involucrados, directa o indirectamente.

La reina, con una furia a ciegas, ante la menor ofensa, pide condenar al culpable, no importa si lo hizo o no, solo matar al culpable, esto hacemos para liberar las culpas, atacar primero, condenar, no aceptar nuestras responsabilidades o pedir justicia como corresponde, a pesar de no haber estudiado o profundizado el hecho.

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En el cuento Alicia en el país de las maravillas, escrito por Lewis Carroll, una de las frases más famosas es esa en que la Reina pide “Que le corten la cabeza”.

La reina, con una furia a ciegas, ante la menor ofensa, pide condenar al culpable, no importa si lo hizo o no, solo matar al culpable, esto hacemos para liberar las culpas, atacar primero, condenar, no aceptar nuestras responsabilidades o pedir justicia como corresponde, a pesar de no haber estudiado o profundizado el hecho.

Ser responsable, trabajar nuestro concepto de qué implica ser culpable, o de culpar a otro, vivimos con esa necesidad de no sé de qué se trata, pero yo no fui, alguien tiene que haber sido. Aún cuando no encontramos algo, que hemos estado usando recientemente, pensamos que alguien nos lo sacó, o cambió de lugar, sin hacer el esfuerzo de recordar qué hice yo con ese objeto, la última vez que lo tuve.

La culpa es la imposibilidad de conciliar la moral social paterna o materna, con las pulsiones que pujan por salir, en busca de satisfacción, al decir freudiano"

Culpar al otro, buscar culpables, inferir sin argumentos, es parte de la trama de nuestras vidas, quizás nos deja más tranquilos culpar que pensar en qué parte de lo ocurrido tengo yo responsabilidad. Esto es claro, en muchos de nuestros eventos cotidianos, los ejemplos serían agotadores, en la política, en las peleas, en la economía, en la pobreza, en el cambio climático, en mi edificio, en mi barrio, en mi país, la culpa la tienen los demás de lo que acontece.

Y es que la sociedad nos ha enseñado a sentirnos víctimas y a proyectar nuestros problemas en los demás. Por eso, decimos cosas tales como “me has amargado el día” o “por tu culpa ahora me he enfadado”. Nos equivocamos al decir esto, porque no siempre nos enfadamos cuando alguien actúa de determinada manera. Todo depende de cómo se encuentre nuestro estado de ánimo en ese momento o de lo que el otro dice, me implica y por eso evito hacerme cargo.

Psicología de la culpa: ¿Cómo despojarse de ese sentimiento?

Hacer que otra persona sea la responsable de nuestras emociones no es más que una manera de sacudirnos nuestra propia responsabilidad y desencadenar conflictos con los demás.

Somos responsables de nuestra vida en todos los sentidos. No podemos culpar a nadie de cómo la estamos viviendo, aunque encontremos, miles de escusas, el no detenernos a pensar qué de mí o de lo que hice o no hice, tiene parte en esa reacción o en ese acontecimiento.

Hacer que otra persona sea la responsable de nuestras emociones no es más que una manera de sacudirnos nuestra propia responsabilidad"

La culpa es la imposibilidad de conciliar la moral social paterna o materna, con las pulsiones que pujan por salir, en busca de satisfacción, al decir freudiano.

La culpa es parte de nuestra neurosis, pero es a la vez, la emoción que más nos pesa, y no siempre resolvemos adecuadamente lo que ella nos despierta.

La no resolución de la culpa se relaciona además con nuestra salud mental, porque cuando no la asumimos como responsabilidad, tendemos a creer que lo que sucede, es debido al azar, a la mala suerte o que los demás nos quieren hacer daño, provocando creencias distorsionadas de la realidad, que afectan las emociones y las relaciones interpersonales.

También está la otra cara, la necesidad de reparar las culpas ajenas, la vivencia de querer aunque sea algo, de misericordia"

Hacer que otra persona sea la responsable de nuestras emociones no es más que una manera de sacudirnos nuestras propias responsabilidades y es muchas veces una manera de facilitar el desencadenar en los conflictos con los demás.

Pero también, está la otra cara, la necesidad de reparar las culpas ajenas, la vivencia de querer aunque sea algo de misericordia con lo no hecho, o no resuelto, algo así como el que se toma todas las culpas ajenas, para reparar a la humanidad.

Humanidad que se olvida que todos somos accionistas en la rueda de la vida, que todos formamos parte.

Para ejemplificar esta narrativa, nada mejor que el cuento que Borges dictó poco antes de morir  una traición, una ejecución y una culpa que lo acompañó hasta el final

Un texto breve inédito que María Kodoma encontró durante la cuarentena y que le había pedido escribir y que el mismo Borges le dictara, “ Desde el momento de nacer contraje una deuda, asaz misteriosa, con un desconocido que había muerto en la mañana de tal día de tal mes de 1871”, que involucró al abuelo militar de Borges ,quien dirá : “Yo nací treinta años después. Un vago sentimiento de culpa me ata a ese muerto. Sé que le debo una reparación, que no le llegará. Dicto esta inútil página el diecinueve de noviembre de 1985”, al año siguiente el autor fallecerá.

El abuelo Francisco Borges, firmó la sentencia de Silvano Acosta, que había sido apresado en una redada, tras la muerte de Urquiza.
Asesinado Urquiza, la montonera jordanista asedió a Paraná. Una mañana entraron a caballo en la plaza y dieron la vuelta golpeándose la boca y gritando algún sapucai para hacer burla de la tropa. No se les ocurrió otra cosa, que apoderarse de la ciudad. Para levantar el sitio, el gobierno envió al regimiento número dos de infantería de línea. Faltaban plazas y una leva recogió algunos vagos en las tabernas y en las casas malas del Bajo. Acosta fue apresado en esa redada, entonces común.

Borges siente que tiene que reparar esa muerte, eso es lo que muchos sentimos, cuando queremos reparar, cuando muchos eligen terciarizar la culpa y no hacerse cargo de lo que les corresponde.

Por eso, si queremos apenas un cambio, en esta humanidad, el empezar a hacernos cargo de nuestras acciones, de nuestras intenciones y porque no de nuestro deseo, es empezar a reparar esta humanidad doliente, es empezar a hacernos responsables, es empezar a hacer la diferencia, uno elije si repara o culpa a los demás, quizás siempre lo mejor sea reparar o al menos hacernos responsables.

*Lic en Psicología, Lic en Psicopedagogía USAL, Doctora en Psicología University of Weston, Doctora en Educación USAL, Ex investigadora CONICET, analista, docente universitaria, investigadora, Decana de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador