[…] “Para finalmente poder responder de sí como futuro a la manera como lo hace quien promete” (Friedrich Nietzsche, “La genealogía de la mora”).
Si la modernidad fue líquida, la posmodernidad ya está evaporada. Cómo vestirnos, cómo cocinar, cómo maquillarnos y filtrarnos a cara lavada, perritos en el spa, cómo levantar pesas, filosofía en un minuto, cómo bajarlas, el challenge del día, gatitos virales, falsas bodas, cómo ser tu propio líder, empoderamiento en tres pasos … Vivimos los humos de tutoriales cortos, tips breves, memes efectistas y moralejas rápidas: un minuto para contar nuestra historia del día, para recoger la mayor cantidad de corazones, suscripciones, comentarios fugaces y prontas cancelaciones. Rápido y furioso, el tiempo de las ansiedades nos impide detenernos.
Cuando la vida corre en un minuto, cuatro años resultan una eternidad asfixiante. ¿Por qué comprometer varios años si podemos ser exitosos a cuentagotas de minutos? ¿Por qué empeñarnos en la eternidad si podemos apostar a ser millonarios en cinco pasos? ¿Por qué hipotecar dos millones ciento dos mil cuatrocientos minutos de posibles frustraciones cuando la historia de nuestro día puede resumirse en un minuto?
Esto no les gusta a los autoritariosEl ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.Hoy más que nunca Suscribite
Elon Musk va a fundar la universidad del futuro, para los trabajos del futuro, con habilidades blandas para un futuro duro, con espacios reducidos para los pocos que sabrán mucho, a sonrisa de optimismo empresarial hasta traernos el tan ansiado futuro de valles, silicios y éxitos. Hasta tanto, en nuestro presente montañoso de tierras y fracasos, ¿qué hacer?
¿Por qué elegir cuando nadie nos obliga? Incluso derruido, el sistema sigue teniendo niveles obligatorios. ¿Pero por qué seguir formando parte de un sistema cuando ya nadie nos obliga? A pesar del mundo, el sistema educativo de nivel superior sigue sumando ingresantes. ¿De dónde sale la voluntad de estos jóvenes que los lleva a comprometer años en una carrera que no les garantizará ni estabilidad permanente, ni dinero fácil, ni la fama de la influencia? ¿Qué están buscando los jóvenes apurados en nuestras instituciones vencidas? ¿Qué podemos darles nosotros, los nacidos en el siglo pasado, los criados sin internet, los crecidos sin celulares? ¿Qué potencia sigue habiendo en el paso de la pubertad secundaria a la adultez superior? ¿Qué otra instancia puede compararse con esa voluntad que decide ser alguien?
La palabra universidad refiere al conjunto de todas las cosas, al mundo, al universo. El término latino universitas tal vez sea el opuesto de la palabra inglesa YouTube que refiere a tú-tubo/tele/canal. El universitario no crea contenidos, sino que es formado por contenidos que lo preceden y lo exceden, por herencias que le son transmitidas para su continuidad y resguardo, por muertos que vuelven a la vida en la forma de las palabras.
El término latino universitas refiere a una comunidad: de saberes, de conocimientos pero, sobre todo, de sentido. No redes sociales, comunidades de sentido. Quizá en la voluntad de universidad de los jóvenes apurados esté la urgencia de darle sentido a un mundo que cada vez más se parece a una confusión disparatada.
En La Universidad sin condición, una conferencia de 1998, Derrida hace notar que la universidad es un acto de voluntad. La misma voluntad que se compromete al ingreso, refuerza al egreso ese compromiso bajo juramento. El ¡sí, juro! que está al final, también está al inicio de la vida universitaria. “Comprometerse, mediante promesa pública, a consagrarse públicamente, a entregarse a la profesión, a dar testimonio, incluso a pelearse por ella”, el ingreso a la universidad es un acto de compromiso en medio de un mundo de promesas rotas. Ningún otro acontecimiento es comparable a esa voluntad, ningún otro a ese juramento.