OPINIóN
Polémica

Vuelta a clases: los extremos vs la educación

Hacer todo lo contrario a lo mal hecho anteriormente, no necesariamente nos lleva a hacer las cosas bien. Ojalá la prudencia y la mesura puedan en algún momento apoderarse de los planes gubernamentales.

Alumnos secundarios y ministro Nicolás Trotta-20201223
Alumnos secundarios. | NA-Xinhua

¿Por qué en 2020 no hubo clases cuando el coronavirus estaba controlado en la República Argentina? En numerosos países se cerraron las escuelas apenas ingresó el virus, pero pasadas pocas semanas comenzaron las clases, con cuidados y protocolos para la asistencia a las aulas en el marco de la pandemia. En Argentina podríamos haber suspendido las clases durante algunas semanas, tal vez un par de meses, que es el tiempo que requirió fortalecer el sistema de salud, y luego las escuelas podían haber abierto sus puertas, para que gradual y ordenadamente y siguiendo estrictos protocolos, los niños estudiaran mientras velábamos por el cuidado de nuestra salud.

Pero esto no sucedió. Aquello que sí ocurrió es que nos quedamos encerrados por meses y se nos prohibió todo tipo de actividad presencial laboral, social y educativa. En aquellos momentos ocupábamos últimos lugares en número de contagios y muertes por COVID-19. Hoy ocupamos primeros lugares en contagios y muertes por cada millón de habitantes a nivel global, el virus está circulando con potencia, nos informan que en los centros médicos las guardias están estresadas y que el sector de unidad de terapia intensiva a nivel nacional alcanza el 60% de ocupación; y las clases ahora sí, deben empezar y con todo.

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“El nada y el todo” en Argentina es casi un folklore que nos viene socavando en diferentes órdenes de nuestras vidas. La actividad económica durante meses estuvo paralizada, y de repente ésta revivió sin prácticamente restricción alguna, sin los cuidados pertinentes para prevenir los contagios del mismo virus que hace unos meses era nuestro temerario enemigo silencioso. Las reuniones sociales se prohibieron también con fuerza de ley, con familias que no pudieron verse por meses, y de repente abundan las reuniones de decenas o centenas de personas sin ningún tipo de cuidados para prevenir los contagios del mismo virus que hace unos meses era nuestro temerario enemigo silencioso. La educación presencial se suspendió en todos los niveles durante todo el ciclo lectivo 2020 y de repente, en febrero y marzo de 2021 (cuando estamos con el virus golpeando con dureza en Argentina), se abrirán las escuelas sin los cuidados que se destacaban como esenciales para prevenir los contagios, del mismo virus que hace unos meses era nuestro temerario enemigo silencioso.

Hace poco tiempo atrás escuchábamos a los expertos pediatras alertándonos sobre los riesgos respecto al uso de barbijos durante un tiempo prolongado en niños, así nos comunicaban que los chicos podían hacer uso de tapabocas por lapsos cortos de tiempo. También escuchábamos afirmar a los ministros y secretarios de educación de los diferentes niveles de gobierno, que las burbujas en las escuelas o liceos no debían reunir más de 9 chicos más un profesor (algunos proponían incluso burbujas más pequeñas) y que las actividades debían ser al aire libre. También nos informaban que era importante la rotación por grupos de alumnos, para que no exista un tránsito constante en los centros educativos y se evite la aglomeración; el plan esbozado era similar al plan uruguayo (también implementando en otras naciones) donde los chicos acudían a las escuelas dos o tres horas diarias, dos o tres veces por semana, en un formato que combinaba lo presencial con lo digital, para poder lograr presencialidad al mismo tiempo que un cuidado exhaustivo respecto a los protocolos de ventilación y aislamiento social (cabe destacar además que numerosas escuelas en Argentina no están preparadas por su limitada infraestructura). También nos repetían los ministros y secretarios de transporte de los diferentes niveles de gobierno (cuando el virus apenas circulaba en Argentina), que el transporte público colapsaría con la vuelta a clases y que éste representaba uno de los más importantes epicentros de aglomeración de personas que puede llevar a que el virus escale brutalmente.

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Hoy, cuando el virus en Argentina está en niveles preocupantes, se prefiere enfocar la atención sobre “los gremios docentes e insolentes de siempre”, opositores a que comiencen las clases, en lugar de concentrarnos en el modo más responsable de volver a las escuelas para los estudiantes, los familiares de los estudiantes y para la ciudadanía íntegra. Si los gremios vuelven a jugar “su propio juego” continuarán siendo repudiados por gran cantidad de ciudadanos que consideran que la educación es un bien preciado y no una moneda de cambio con intereses mezquinos, pero es un tema aparte. Así, que existan algunos gremios indignos, no justifica que los mismos expertos en salud que anunciaban los riesgos del uso de tapabocas por tiempo prolongado en niños, hoy repentinamente consideren que los chicos pueden permanecer con sus bocas y narices tapadas durante 4 horas continuas. O que existan gremios indignos no explica como los mismos ministros y secretarios de educación que indicaban en épocas de “escaso coronavirus”, que la importancia de burbujas pequeñas era vital, hoy, con el virus en “alerta roja”, repentinamente consideren que las burbujas pueden ser de 20 o 30 alumnos y que maestros y profesores pueden transitar por varias burbujas estimulando más aún que el virus se propague. O que existan gremios indignos no explica como los ministros o secretarios de transporte de los diferentes niveles de gobierno, que nos contaban con preocupación que el transporte público era un epicentro de contagio masivo, hoy con el virus en condiciones mucho más preocupantes y colectivos atestados de gente, afirmen que “solo un 35% de las personas que asisten a las escuelas usan el colectivo” cuando un 35% es un número elevadísimo.

De pronto nos descubrimos en un “mundo feliz”, mientras el coronavirus se encuentra en los niveles más altos desde que aterrizó en suelo argentino. En este contexto, los niños acudirán a las escuelas bajo estas nuevas normativas muy “relajadas”, que se contradicen con las anteriores muy “alarmantes”, normativas que nuevamente se extralimitan, y con maestros y profesores que aún no fueron vacunados, todo lo cual probable y lamentablemente resultará en una propagación fenomenal del virus y un posible cierre veloz de burbujas o de escuelas que sufrirán contagios masivos.

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Para la gran mayoría de los argentinos, los chicos no solo deben volver a las aulas, sino que nunca debieron abandonarlas como lo hicieron. Aquello que no se entiende, y preocupa, y genera más incertidumbre en un momento sanitario complejo, es que, cuando se decide el reingreso a las aulas, se decide promoverlo “con todo” cuando el virus está más potente que nunca.

La moderación una vez más no parece formar parte de nuestras vidas cotidianas, y por eso nuestros niños no asistieron en 2020 a las aulas con protocolos responsables, y asistirán sin protocolos responsables y con importantes riesgos para ellos y sus familiares en 2021.

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Hacer todo lo contrario a lo mal hecho anteriormente, no necesariamente nos lleva a hacer las cosas bien. Ojalá la prudencia pueda en algún momento apoderarse de los planes gubernamentales y que no haga falta cerrar ni prohibir más actividades, sino que éstas puedan realizarse con la mesura y responsabilidad necesarias, y se deje de oscilar entre “nada o todo”, una y otra vez.

 


*Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora (UBA). www.sandrach.com.ar