En el mes de noviembre se cumplieron mil días desde el inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia. El conflicto bélico no sólo no cesa sino que ha incrementado los niveles de tensión e incertidumbre internacional a raíz de una nueva escalada del conflicto. Dos hechos ocurridos en las últimas semana proporcionan indicadores empíricos de ello.
En primer lugar, el 19 de noviembre Rusia aprobó una nueva doctrina que habilita contraataques con armamento nuclear ante ofensivas con armas convencionales que pudiesen poner en riesgo su integridad territorial. El documento también contempla como una agresión hacia Rusia el ser atacado por Estados sin armamento nuclear, pero apoyados por países o alianzas militares que lo posean. Un mensaje directo hacia los Estados Unidos y la OTAN.
El hecho fue inmediatamente posterior a la decisión de los Estados Unidos de autorizar el uso de misiles de largo alcance (ATACMS) por Ucrania contra objetivos militares rusos en las regiones de Briansk y Kursk.
En segundo lugar, el 21 de noviembre, Rusia llevó a cabo una nueva ofensiva militar con su Oreshnik (misil balístico supersónico de mediano alcance con capacidad de transportar ojivas nucleares) contra empresas e infraestructura crítica en la ciudad ucraniana de Dnipró. Esto alteró la normal operatividad de las instalaciones eléctricas y afectó el suministro de energía proporcionado por las centrales nucleares de dicha ciudad.
Es la primera vez que se utiliza armamento con estas características desde que comenzó el enfrentamiento bélico en el año 2022, lo que ha elevado los niveles de tensión e incertidumbre global en torno al mismo. En este contexto, con la reticencia del oficialismo político de Alemania, el Parlamento Europeo manifestó su apoyo al envío de nuevos misiles de largo alcance a Ucrania para garantizar la seguridad y estabilidad en Europa.
Una posible lectura de los hechos es la utilización de la estrategia de disuasión nuclear, tradicional y racional en contextos de guerra entre países con este tipo de armamento. La doctrina de la disuasión nuclear se inscribe, por ejemplo, en el marco de la crisis de los misiles entre la Unión Soviética y los Estados Unidos en el año 1962.
Estados Unidos cerró su embajada en Kiev y alertó por un ataque aéreo tras las amenazas de Rusia
Otra posible lectura es que, con sus decisiones y acciones, Rusia esté enviando un doble mensaje a Ucrania y Occidente. Por un lado, que no posee intenciones de negociar y aproximarse a un acuerdo bilateral que ponga fin, o al menos apacigüe, el conflicto bélico en curso. Por otro lado, que está dispuesta a elevar su apuesta y llevar dicho conflicto más allá de los límites de lo que es una guerra convencional entre Estados.
Por último, el 25 de noviembre, Ucrania replicó la ofensiva rusa con vehículos aéreos no tripulados que impactaron en las inmediaciones de la central nuclear de Zaporiyia,en la ciudad de Energodar. Zaporiyia posee seis reactores de potencia, lo que la constituye en la instalación nuclear más grande de Europa. Esto incrementa los riesgos de radiación ante un ataque que pudiese afectar su infraestructura.
Rusia y Ucrania están enfrentados en un “juego de la gallina” en el que ninguno de los dos jugadores está dispuesto a desviarse y podrían colisionar, a pesar de las consecuencias de lo que ello implicaría. El resultado no sería un simple subóptimo, sino la destrucción mutua asegurada. La propia irracionalidad del resultado conduce a que al menos uno de los Estados escoja, en palabras del novelista y político inglés Edward Bulwer – Lytton, “abandonar la espada y optar por la pluma”.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA)y los Estados Unidos tienen un rol crucial en la promoción del diálogo y la negociación, con el objetivo de disminuir los niveles de tensión interestatal y prevenir el uso de armas de destrucción masiva en el marco de una guerra que, hasta el momento, es convencional.