El lunes fue la única ausente en la reunión de Gabinete. Y en Olivos dicen que la vieron lagrimear, el domingo, mientras se abrazaba fuerte con el Presidente. Según con quién se hable, el sollozo podía responder a la frustración por los problemas que se le acumulan o a la emoción de sentirse apoyada por su amigo del alma, Javier Milei. Lo cierto es que el estado de ánimo de Sandra Pettovello obligó al jefe de Estado a encarar una sobreactuación inusual y sin antecedentes con el resto de su gobierno.
Ante la multiplicación de conflictos en el mega ministerio de Capital Humano, que tuvo su pico la semana pasada con la admisión oficial de que no se distribuían alimentos guardados próximos a vencerse y el despido del secretario del área social, Milei ya había utilizado las redes sociales desde el exterior para dar su respaldo enfático a Pettovello, como un símbolo de la lucha contra la corrupción.
Debió tomar nota de que era insuficiente. En esa tarde dominical desapacible de otoño, el Presidente reclamó presuroso en el chat de ministros que cada uno saliera a postear su aplauso explícito a la tarea de Pettovello. Hasta ahí sólo se había manifestado en público en su defensa Guillermo Francos, el nuevo jefe de Gabinete. La orden de Milei se cumplió a rajatabla, cada funcionario a su estilo. Incluso con alguna curiosidad, como que a ese coro forzado se sumara Eduardo Rodríguez Chirillo, el secretario de Energía que quedó en offside por la crisis de la falta de gas. ¿Solidaridad autodefensiva?
Reportaron faltantes de alimentos e incongruencias en el informe de Capital Humano
Los gestos continuaron el lunes. Milei visitó a Pettovello durante casi dos horas en las oficinas que Capital Humano instaló en el barrio de Retiro, en lo que era la Casa Patria Grande reciclada y renombrada por el kirchnerismo. Por si a alguien se le escapa el detalle: el Presidente no va a ningún ministerio y son muy pocos los funcionarios que logran verlo en la Casa Rosada o en la Quinta de Olivos. Varios ministros apenas lo ven en las reuniones de Gabinete (cuando asiste) o en algún acto protocolar.
Si bien Milei ya había dado señales de que Pettovello era diferente al resto (“la única que tiene billetera abierta”, como describió hace meses), la altísima conflictividad en Capital Humano y su impacto en la ministra lo llevaron a redoblar su auxilio prácticamente incondicional a la vista de todos.
Se entiende el apuntalamiento político y personal del Presidente. Pero dos cuestiones vinculadas al manejo del poder alertan sobre ciertos riesgos de la estrategia, más allá de que acaso resulte insuficiente para la beneficiada, a la luz de su faltazo del lunes a la reunión de Gabinete.
Una, que este cobijo desmesurado a Pettovello acontece cuando aún permanecen las esquirlas del despido implacable de Nicolás Posse en la Jefatura de Gabinete. Amigo de Milei durante 20 años y el cerebro detrás de todo el armado libertario en su desembarco gubernamental, fue echado tras un acelerado deterioro en la relación con la hermandad presidencial y el asesor premium Santiago Caputo. Pero las explicaciones reales sobre su salida siguen sin ser claras y abren inquietantes hipótesis que se alimentan de los dos lados de esa pelea.
Con ese antecedente, ¿Pettovello estará convencida de que ella realmente estará a salvo de la guadaña presidencial si fuera necesario? Más preguntas. ¿Qué pasará si se corrobora que los contratos de la Organización de Estados Iberoamericanos exceden al área social y abarcan a todo Capital Humano para pagar sueldos, sobresueldos y ñoquis? ¿Qué pasará, si como se asegura en el ministerio, sale a la luz que Pettovello fue advertida hace dos meses acerca de los dos depósitos con alimentos a punto de vencerse y evitó dar alguna respuesta? O lo que es peor: ¿Milei ya sabe todo eso y de ahí su desorbitado socorro?
Segundo aspecto riesgoso. En este mismo tren de exageraciones libertarias, Milei sostuvo en un reportaje radial en ese domingo de contención que si “entregaba” políticamente a Pettovello irán después por él.
Alguien podría explicarle al Presidente que los ministros y el resto de los funcionarios están para gestionar y ser fusibles si evalúan que no lo hacen bien. Ese argumento es tan curioso, en un Gobierno que tiene el récord de recambio de altos cargos, como innecesario: agitar fantasmas es lo que menos necesita esta administración, y el país, para intentar salir de la crisis.
LT
