OPINIóN
Realidad distorsionada

Redes sociales y filtros que retocan imágenes

Los filtros digitales permiten que los usuarios que postean imágenes presenten una versión idealizada de sí mismos. Sin evaluarlo, lesionan su autoimagen sometiéndola a la aprobación externa y se sienten insatisfechos con su apariencia real.

Las redes sociales y la tecnología forman parte de nuestra vida.
Las redes sociales y la tecnología forman parte de nuestra vida. | Reperfilar

En el mundo contemporáneo, las herramientas de transformación digital, como los filtros de Instagram, en las fotos en general y selfies en particular, se han convertido en una parte integrante de nuestra interacción con las redes sociales. 

Estas herramientas permiten a los usuarios modificar y mejorar sus fotos y videos aplicando diversos efectos visuales. Sin embargo, mientras ofrecen una forma creativa de autoexpresión, también plantean preocupaciones significativas sobre la autoestima, la percepción corporal y la salud mental de los usuarios.

Al igual que el maquillaje tradicional, los filtros digitales permiten a los individuos presentar una versión idealizada de sí mismos. Sin embargo, la diferencia clave radica en la naturaleza y el alcance del impacto.

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Mientras que el maquillaje es una práctica aceptada y cotidiana que ha existido durante siglos, el uso excesivo de filtros digitales puede crear una presión constante para mantener una imagen idealizada en el ámbito virtual. Esta presión puede llevar a una distorsión de la realidad, donde los usuarios comienzan a comparar su apariencia real con la versión filtrada de sí mismos, afectando negativamente su autoestima y satisfacción con su apariencia natural.

Uno de los problemas más críticos asociados con los filtros de Instagram es la creación de expectativas irreales. Los filtros pueden establecer estándares de belleza poco realistas, especialmente entre los jóvenes, que están en plena construcción de su autoimagen y autoestima.

Esta presión por cumplir con estos estándares puede contribuir a problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión. La necesidad de validación a través de "me gusta" y comentarios positivos pueden crear un ciclo en el que la autoimagen y el valor personal dependen de la aprobación externa, exacerbando la inseguridad y la insatisfacción con la apariencia real. 

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En el caso de los adultos también puede afectar su percepción personal y bienestar emocional. La constante exposición a una versión idealizada de sí mismos puede generar una profunda insatisfacción con la apariencia real, llevando a problemas de autoestima y autoimagen. Cuando las personas se acostumbran a verse solo a través de estos filtros, pueden desarrollar una dependencia que les dificulta aceptar su imagen sin alteraciones. Esto puede causar un malestar significativo en situaciones cotidianas, como videollamadas de trabajo, donde la falta de filtros puede hacer que se sientan inseguros y avergonzados, afectando negativamente su confianza y su capacidad para comunicarse efectivamente.

En el contexto de las aplicaciones de citas, estos problemas se amplifican. Los filtros pueden crear expectativas irreales y una desconexión entre la imagen proyectada en línea y la realidad. Esta discrepancia puede generar ansiedad y miedo a ser juzgados cuando llega el momento de conocerse en persona, así  como puede generar rechazo en quien se siente estafado con esta discrepancia, resultando en experiencias desilusionantes y que generan mucha frustración. Además, la constante presión por mantener esta imagen idealizada puede llevar a un ciclo de dependencia emocional de la validación externa, perpetuando sentimientos de inseguridad y aislamiento.

Además, el uso de filtros plantea preocupaciones sobre la privacidad y la seguridad. Algunos filtros utilizan tecnología de reconocimiento facial, lo que puede llevar a la recopilación y almacenamiento de datos faciales sin el conocimiento o consentimiento del usuario. Esta situación genera inquietudes sobre el posible uso indebido de estos datos para otros fines, poniendo en riesgo la privacidad de los usuarios.

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Desde una perspectiva neurocientífica, el uso excesivo de filtros activa circuitos de recompensa en el cerebro, relacionados con la validación y la aprobación social. Esta búsqueda constante de gratificación puede generar una disonancia entre la autoimagen y la realidad, provocando estrés y ansiedad cuando la apariencia real no se alinea con la imagen proyectada. Además, esta disonancia puede causar aislamiento social, ya que los individuos pueden tener juicios o críticas sobre su apariencia real en comparación con la imagen idealizada que proyectan en línea.

El Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) es un ejemplo extremo de cómo la percepción distorsionada de la propia apariencia puede llevar a comportamientos repetitivos y compulsivos, angustia significativa y deterioro en áreas importantes del funcionamiento diario. El uso excesivo de filtros puede actuar como un desencadenante de problemas con la propia imagen corporal, donde la preocupación constante por la apariencia interfiere con el desempeño laboral, la vida social y las actividades personales, generando un ciclo de autoevaluación negativa y evitación.

En conclusión, mientras los filtros de Instagram y otras herramientas digitales ofrecen oportunidades emocionantes para la autoexpresión y la creatividad, es crucial ser conscientes de sus posibles efectos negativos. Adoptar una perspectiva crítica y reflexiva sobre su uso puede ayudar a mitigar los riesgos y promover una relación más saludable con nuestra imagen y autoestima. 

*Dra. en Psicología especialista en neurociencias y terapia online