OPINIóN
Tronco con raíces

¿Quién le teme al gordo sagaz?

El Estado moderno suscita toda clase de comentarios, desde enredos dialécticos hasta diatribas de salón. “La tarea de los líderes no consiste en repetir lo que los desengañados dicen sobre quienes los engañaron, sino en materializar lo que hubiera debido haberse hecho”, opina el autor.

El árbol de la vida 20231219
El árbol de la vida. | shutterstock

Todos, dependiendo de quienes sean los feligreses y de qué ceremonia se trate. O ninguno. Dependerá de las probabilidades o las causas, de la lógica o el sentido común, del azar o las leyes naturales. De los átomos y las partículas de la materia sólida, o de las ondas intangibles de la luz.

Las leyes que habían funcionado para el mundo macroscópico desde Isaac Newton hasta comienzos del siglo XX se desvanecían en el interior de los átomos.Procesiones de adoradores de aquellos Libros Sagrados buscaban un rayo olímpico capaz de atravesar la oscuridad que prevalecía en el misterioso reino subatómico.

Pero hubo alguien distinto que concibió otra ceremonia. Ni posición, ni velocidad ni momento podían aplicarse a una partícula subatómica, y para ese aspecto de la naturaleza hacía falta una nueva liturgia. Escribiéndola, no tuvo inconvenientes y fumó en misa añeja.

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Hay un puñado de argentinos celestiales que reescriben gran parte de la teoría económica para poder derivar la optimalidad de Pareto (tanto estática como inter temporal, teniendo funciones de producción no convexas), y encontrar el Nobel de Economía. “Eso es parte de otra historia, porque desaparecería el conflicto entre la fábrica de alfileres y la mano invisible”.

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Como la fábrica de alfileres es un ejemplo clásico de Adam Smith fechado en 1776, y la mano invisible es la del mercado -también de Adam Smith y anterior a esa fecha-, hay otros argentinos que se rascan la coronilla. Lo falso, para fingir que es verdadero, suele vestir una protección: un enredo frenético.

Marx decía que el Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía, y el revolucionario ruso Mijail Bakunin que es un inmenso cementerio al que van a enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual, así como que es una forma transitoria de sociedad históricamente temporal. Así y todo, el comunismo (sentenciado y vilipendiado por contrario a la “naturaleza humana”) hoy no es más que una inexistencia por cuyas órbitas avanzan en triste desfile intelectuales, sacerdotes y paladines, el vulgo fanático de las ruinas de un siglo.

Un inválido que carece de la grandeza espiritual de Cervantes —un hombre, no un superhombre, viril y completo, a pesar de sus mutilaciones— un inválido, dije, que carece de esa grandeza de mente, tiende a buscar un alivio ominoso causando mutilación a su alrededor" (Miguel de Unamuno)

Sentir “desprecio por el Estado” no es más que un juego de salón para señoritingos fastidiados, que han leído poco y disfrutan de escenas del infierno, porque están dibujadas con fibrón de punta biselada.

Como un tronco con sus raíces, el Estado no es patrimonio de una singularidad, sino de un grupo de seres humanos sobre el cual se puede mandar y disponer en forma recíproca, como lo hacen raíces y tronco. La tarea de los líderes no consiste en repetir lo que los desengañados dicen sobre quienes los engañaron, sino en materializar lo que hubiera debido haberse hecho para que no existiese la aflicción.

El auge y los períodos de “arte bruto” o “marginal”, en los que se piensa que la energía creativa está en su estado puro, suelen ser breves. Los poemas, esculturas, muebles, dibujos y cuadros hechos por trastornados emocionales, desarraigados, niños con necesidades especiales, toxicómanos y licenciosos, en cuyas visiones se gestan figuradamente los mitos del futuro, no duran ni suprimen a las otras escuelas.

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En 1936, el filósofo español Unamuno le dijo al militar franquista Millán Astray: “Acabo de escuchar un grito necrófilo y sin sentido, '¡Viva la Muerte!'. Para mí suena equivalente a '¡Muera la Vida!”. Y añadió “otro asunto. El general Millán-Astray es un inválido. Que se diga sin ningún tono despectivo. Es un inválido de guerra. Así lo fue Cervantes. Pero los extremos no hacen la regla: la escapan. Desafortunadamente, hay demasiados inválidos en España ahora. Y pronto, habrá aún más si Dios no viene en nuestra ayuda. Me duele pensar que el general Millán-Astray deba dictar el patrón de la psicología de masas. Eso sería espantoso. Un inválido que carece de la grandeza espiritual de Cervantes —un hombre, no un superhombre, viril y completo, a pesar de sus mutilaciones— un inválido, dije, que carece de esa grandeza de mente, tiende a buscar un alivio ominoso causando mutilación a su alrededor".

Fontanarrosa nos hizo reír por lo mismo con lo que ahora intentan que lloremos"

Alguien que tuvo una indudable grandeza de mente, Roberto Fontanarrosa, dijo en el Congreso de la Lengua que se organizó en Argentina, en el año 2004, que su psicoanalista le indicaba la condición terapéutica de las malas palabras. Son imprescindibles“para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas. Lo único que yo pediría (no quiero hacer una teoría) es reconsiderar la situación de estas palabras. Pido una amnistía para la mayoría de ellas. Vivamos una navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje, que las vamos a necesitar”.

Fontanarrosa no le temía al gordo sagaz ni pensaba que todo lo mendaz y lo ordinario fueran prevalentes o destinados a permanecer. Nos hizo reír por lo mismo con lo que ahora intentan que lloremos. Sin embargo, somos muchos los que tampoco le tememos al gordo sagaz.