OPINIóN
Desde la otra orilla

Postales de un acto electoral

Cómo se vive la democracia en Uruguay a partir de las elecciones presidenciales.

Uruguay: Cuáles son las diez medidas principales que prometió el gobierno de Yamandú Orsi
Uruguay: Cuáles son las diez medidas principales que prometió el gobierno de Yamandú Orsi | Reuters

El sábado al mediodía en la esquina del Cabildo de Montevideo, separados por unos pocos metros, militantes del Frente Amplio –corriente política constituida por partidos de izquierda y centro izquierda fundada en 1971- y de la Coalición Republicana – reciente unión de los partidos tradicionales “colarado” y “blanco” con agrupaciones menores- ofrecían listas a los transeúntes para votar al día siguiente en la doble vuelta para elegir presidente y vicepresidente de la República. No había tensión alguna en el ambiente, era un acto más de convivencia ciudadana. El domingo del comicio mientras se ejercía con absoluto orden el derecho al sufragio, se podía observar en los distintos barrios balcones que exhibían en el mismo edificio banderas partidarias de distinto signo.

Cuando se conocieron los primeros cómputos y el resultado de la elección fue claro, el festejo de los ganadores fue emotivamente pacífico. Una multitud colmó las calles para celebrar sin ofender. Más del noventa por ciento de los empadronados habían concurrido a ejercer su derecho.

La dirigencia política fue espejo de la conducta ciudadana: Álvaro Delgado, candidato derrotado en la elección por una cantidad de votos superior a la esperada, reconoció que debía dar el discurso tal vez más difícil de su vida pero saludó al ganador y ofreció diálogo. El presidente en ejercicio, Luis Lacalle Pou, saludó al ganador de la corriente política contraria.

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Álvaro Delgado


Yamandú Orsi, presidente electo, dio ejemplo de conciliación. Se asumió como “el presidente de todos los uruguayos” y marcó una línea de acción basada en la búsqueda de consensos. Lo más admirable de su discurso fue la ausencia de triunfalismo, la mesura del tono, la falta de descalificaciones ofensivas.

A los que vivimos en Uruguay desde hace tiempo no nos sorprende pero tampoco deja de admirarnos. Es la tercera elección presidencial que transcurre durante mi residencia en este país, la primera en la que ejerzo como ciudadano legal el derecho al sufragio. Nunca sucedió de otra manera, pero en este contexto internacional en la que la intolerancia y descalificación del contrario se expande aún por países que han sido cuna de las instituciones democráticas, la preservación de estos valores conmueve por su singularidad.

Como hace cinco años nuevamente el presidente de un signo político le entregará la banda presidencial a un sucesor de corriente contraria. Esto ocurrirá cuando se celebre el cuarenta aniversario de la recuperación de la democracia que sin duda muestra una calidad institucional ejemplar en el contexto regional e internacional. Y nadie teme el resquebrajamiento de las normas esenciales de vida porque la alternancia entre partidos se ha dado y nunca se han alterado las bases de la convivencia.

 El gran reto del nuevo gobierno es encontrar respuestas rápidas y efectivas que comiencen a mitigar esas situaciones.


No hay en este comentario una visión angélica de la patria adoptada sino la descripción objetiva de hechos y conductas. Muchos conflictos afectan a la sociedad uruguaya que tampoco el presidente electo eludió en su discurso ni endilgó solamente a sus oponentes. La pobreza, especialmente la que afecta a la población infantil, la desigualdad distributiva, la inseguridad afecta a la población del país y desafían a la nueva gestión y al conjunto social. El gran reto del nuevo gobierno es encontrar respuestas rápidas y efectivas que comiencen a mitigar esas situaciones.

La sociedad uruguaya al elegir nuevamente al Frente Amplio no sucumbió a la moda de líderes vociferantes que arremeten contra principios constitucionales, reniegan de la agenda de derechos, usan el odio al contrario como arma de seducción. Las sombras de Obran, MileiTrump o Meloni no oscurecieron la política del país ni presentaron opciones electorales competitivas.

Como escribe el dramaturgo argentino Mariano Tenconi Blanco en su obra “Madre ficción”, recientemente estrenada en Montevideo, Uruguay es un país imaginado porque en él sucede aquello que soñamos. Porque encarna los principios democráticos que aprendimos en nuestros manuales de instrucción cívica y en la sociedad contemporánea nos muestra que convivir en la diferencia puede pasar de ser una formulación teórica a una vivencia cotidiana.
Frente a una comunidad internacional que parece dispuesta a repetir con el riesgo de destrucción masiva los errores de hace un siglo, un país del cono sur indica que la tolerancia como forma de vida es un camino posible.

 

 

*Profesor de Derecho Constitucional