OPINIóN

Por qué dejamos morir la infancia que tuvimos

Esos primeros años son los únicos en los que se nos permite jugar sin sentir vergüenza, ser creativos, creerse el hombre nuclear y mujer maravilla. Según Freud, reside en la niñez la posibilidad de transformar el mundo. Cuántas mentiras aceptamos para ser grandes.

Dia del Niño
Dia del Niño | Agencia Freepik

Hasta que la muerte se lo impidió, mamá me saludaba todos los años para el día del niño. Extraño su presencia, su llamado, pero por sobre todas las cosas extraño ser ese niño que era para ella en algunos momentos, incluso siendo adulto. En mi cumpleaños número cincuenta me tomaron una foto subido a su falda, a upa, jugando a ser ese niño. Y papá, cada tanto, me dice “Pablito”, y su voz, y ese diminutivo, despiertan en mí una fuerza emocional única, una añoranza singular que me lleva sin lugar a dudas a ese tiempo primario. 

Durante la niñez de mis hijos implementé juegos, personajes inventados, teatros y escenografías, diversas formas lúdicas donde no solo era, y cada tanto sigo siendo, un padre que juega con sus hijos, sino también un niño que vuelve a jugar. Del mismo modo que en alguna canchita de fútbol perdida en el corazón del conurbano, con la 10 en la espalda fui “el Diego”, y en contados minutos olvidé mi destino trágico de jugador mediocre.

Freud escribió alguna vez que en la niñez, como en la creación artística, está la verdadera posibilidad de transformar el mundo. Por eso, tomando al pie de la letra al padre del psicoanálisis, nunca dejé del todo de ser un niño en el cuerpo y en las responsabilidades de un adulto devenido psicólogo, pero también escritor. Escribir es para mí un juego; cuando escribo soy un niño que se cree las historias que inventa. Mientras escribo, me aislo. Hoy las letras son lo que en la infancia fueron mis soldaditos y mi fuerte, mis autos y mi Scalextric, mis figuritas de Titanes en el Ring y el álbum. 

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In vergüenza confieso que de niño era el hombre nuclear, que mi visión era telescópica e infrarroja, y aunque caminaba por las calles lentamente para los demás, en realidad mi andar era veloz, pero en cámara lenta y con música robótica, como el verdadero Steve Austin de la serie The Six Million Dollar Man de la serie que veía por entonces. Muchos años han pasado y sin embargo hoy camino, o troto, y sigo inventando historias, o me arrebata lo que suelen llamar la musa y de pronto tengo en mente un cuento, una novela, o algún personaje que quizá luego sea parido en las páginas de un libro. 

Nos enseñan a ser grandes, no a ser niños. Enseguidita, en los primeros años de vida, te dicen: “Ya sos grande para eso, pibe”, “tenés que madurar de una vez por todas”, “cuándo vas a sentar cabeza”, y demás punzantes y envenenadas frases del desarrollo acelerado por el acelere ajeno. Y más grave resultan estos tiempos de tanto aislamiento, de redes sociales, de falta de filtros y de ausencia de adultos alegres y contenedores. Las niñas y los niños de hoy en día, se acuestan una noche, y a la mañana siguiente ya son adolescentes. 

Inteligencia creativa y emoción inteligente

El día de la niñez debería servir no solamente para regalar juguetes sino, y por encima de todo, para despertar conciencia de lo importante que significa resucitar algo de lo que acontece en esa primera etapa de vida y que luego se esfuma, o que el mundo y su cruel realidad lo hacen esfumar. Es urgente recuperar el juego y la capacidad de asombro. Cuando dejamos a un costado la creatividad y el asombro es porque nos compramos al adulto envasado, ese que nos venden en el mercado de los estereotipos y que lo cargamos sin más, porque es así, porque nos dijeron que crecer significaba solo eso: ser serios, responsables. 

Los niños de hoy se acuestan una noche y a la mañana siguiente ya son adolescentes. El día de la niñez debería servir para despertar conciencia de lo importante que significa resucitar algo de lo que acontece en esa primera etapa de vida"

Y nos enseñaron que las etapas se suceden, que madurar es dejar atrás la niñez para ser adolescente, después adulto, y finalmente llegar a la vejez, como si la vida fuera un tren y los ciclos vitales estaciones, y que a lo sumo podemos volver la vista atrás para añorar al que fuimos. Pero es mentira. 

Toda esa teoría de la “superación” es una cruel y absurda mentira. Cada etapa se integra en la siguiente, no muere. En cada ciclo vital está incluido el anterior, que se acumula y se integra en nuestro interior para darle una forma singular a nuestra personalidad. Aunque nos hagan creer que la niñez ha muerto, en realidad está dormida bajo las capas de las etapas siguientes. 

Nos enseñaron que madurar es dejar atrás la niñez para ser adolescente, después adulto, y finalmente llegar a la vejez, como si la vida fuera un tren y los ciclos vitales, estaciones. Toda esa teoría de la “superación” es una cruel y absurda mentira"

¿Por qué es tan importante despertar la niñez? Porque de este modo también se recupera la necesaria capacidad de juego y de asombro para cambiar un mundo superpoblado de cosas serias: guerras de verdad, violencias de verdad, perversiones y crueldades de verdad. Nos quieren dormidos, o medicados, con drogas y distracciones, anestesiados ante lo que parece irremediable.    

Recuperemos la etapa del por qué, de las preguntas. Recuperemos la ilusión, la pureza, la inquietud y el asombro. Recuperemos el juego y la alegría. A más juego y más creatividad, más capacidad inventiva y por lo tanto más posibilidad de generar cambios. 

Que el día de la niñez no sea solo un trámite, una jornada para repartir regalos, sino también una oportunidad para que recuperemos la memoria que dejamos al costado del camino cuando nos dijeron que crecer era despojarnos de la infancia que tuvimos.