OPINIóN
Salud mental

Pantallas y adicciones: el lado oscuro de las redes sociales

Lejos de ser inofensiva, la exposición excesiva al universo digital es el espejismo de un oasis: puede alterar estructuras cerebrales, perjudicar el manejo del estrés y aumentar la impulsividad. Lo peor es la inercia o la escasez de autoestima que no modifican una situación riesgosa.

Qué consecuencia tienen las pantallas en los jóvenes.
Qué consecuencia tienen las pantallas en los jóvenes. | Reperfilar

La relación entre las pantallas y las adicciones -ese oscuro vórtice que consume a tantos hombres y mujeres de nuestra era digital- abre un territorio con zonas de riesgo y oasis no siempre fáciles de distinguir. Las reflexiones que siguen fueron inspiradas, en parte, por un encuentro reciente con Esteban Vaucheret Paz, jefe de neurología pediátrica del Hospital Italiano, quien hizo principal hincapié en los efectos de la tecnología en el cerebro infantil y juvenil. 

La sobreexposición digital podría reconfigurar no solo los hábitos de los jóvenes, sino también sus estructuras cerebrales, afectar su capacidad para manejar el estrés, la impulsividad y, por supuesto, cualquier forma de dependencia.

Las redes sociales, vasto universo digital donde se pretende ser más atractivo que en la vida real (¡y más feliz, desde luego!), no son un simple pasatiempo inofensivo. La exposición de datos personales en un espacio público donde incluso los "amigos" pueden tener intenciones un tanto nebulosas se perfila como uno de los mayores peligros. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El adolescente promedio y su inquebrantable deseo de ser observado, de compartir su vida en una secuencia infinita de momentos efímeros, se encuentra frente a un riesgo doble: la exposición de su ser y la suplantación de su existencia. De repente, quien creía estar charlando con su mejor amigo se encuentra ante un extraño que, con el sutil encanto de un hacker en horas bajas, ha decidido convertirse en la versión digitalmente mejorada del amigo perdido. 

Cuando el celular es una extensión de la mano

La adicción a las relaciones sociales virtuales es un campo fértil para estas prácticas. Pasar horas en búsqueda de validación a través de likes mientras se desconoce la textura de un abrazo real. La autoestima sujeta al número de seguidores, las conversaciones cara a cara reducidas a emoticones. En un contexto así, el concepto de "relación auténtica" parece más un mito que un valor.

Mientras los adolescentes "matan" monstruos digitales, muchos de ellos se sienten incapaces de "matar" la inercia de su día a día"

Otro puntal de la vida digital son los videojuegos: forma de entretenimiento que ha desplazado, con una velocidad alarmante, actividades tan saludables como leer, salir a caminar o incluso conversar con personas que no tienen una pantalla a la vista. En esas experiencias virtuales la violencia puede convertirse en un pasatiempo tan normal como un partido de fútbol. Mientras los adolescentes "matan" monstruos digitales, muchos de ellos se sienten incapaces de "matar" la inercia de su día a día, de entablar una conversación en vivo con sus padres.

No obstante, el uso moderado de las pantallas no es del todo desolador. Los videojuegos, al menos aquellos diseñados con una mínima intención educativa, pueden mejorar la rapidez de reacción, una habilidad que resulta útil tanto para evitar ser atropellado por un ciclista imprudente como para tomar decisiones rápidas entre dos opciones en apariencia igual de interesantes. También facilitan una forma de socialización que, aunque virtual, tiene el mérito de unir a personas dispersas por el planeta.

El enfoque más sensato para abordar la adicción a las pantallas es preventivo y educativo. Que padres y educadores -moderadores de los foros de la vida real- sean los primeros en enseñar que el uso de la tecnología no es un fin en sí mismo, sino un medio que debe ser controlado, como un sueño que, al ser excesivamente prolongado, nos extravía en un mundo que ya no podemos reconocer.

A fin de cuentas, es el usuario quien está al mando. Pero una de las condiciones para construir esa autoridad es empezar a desconectarnos un poco.

* Director del Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales (INSOD) de UADE