OPINIóN
Lejanía

Pantallas llenas, vidas vacías de los adolescentes

Los jóvenes –y no sólo ellos- tienen todo a un clic de distancia, pero algo les falta. Nada les interesa o casi nada, pero ese hastío es saturación. Les sobran accesos y les faltan encuentros cuerpo a cuerpo, desafíos, calle y mundo de verdad, presencia.

Adolescentes que no trabajan ni estudian 20241230
Adolescentes que no trabajan ni estudian. | Pixabay

Si miramos hacia atrás, podría parecer que los adolescentes de antes se aburrían. Tenían pocos recursos, pocos estímulos, poca tecnología. Se sentaban en la vereda a mirar pasar autos, iban a cumpleaños donde el mayor entretenimiento era una piñata con caramelos, y se escribían cartas que llegaban una semana después. Pero, ¿se aburrían de verdad? Puede ser. Aunque también jugaban, se trepaban a árboles, se reían hasta dolerles la panza y se inventaban planes con lo que había.

Había más pausa, sí, pero también más cuerpo, más encuentro, más presencia. Hoy, en cambio, los adolescentes lo tienen todo: Wi-Fi, pantallas, memes, inteligencia artificial, delivery y stickers de WhatsApp. Y sin embargo, muchos dicen sentirse vacíos, tristes o simplemente... apagados.

Cada vez más investigaciones coinciden en algo inquietante: desde que los smartphones se volvieron una extensión de la mano, la curva del disfrute adolescente parece haberse desinflado. Más conectados que nunca, pero menos presentes. Más seguidores, menos amigos. Más estímulos, menos ganas.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Antes, un sábado a la tarde implicaba salir a dar una vuelta, tocar timbre en casa de alguien sin previo aviso, armar una juntada con lo que hubiera en la heladera. Ahora, un sábado puede implicar estar cinco horas en una habitación mirando vidas ajenas en TikTok, sin levantarse de la cama. Y eso, que parecía libertad, termina pareciéndose bastante al encierro.

No se trata de demonizar a la tecnología —nadie va a hacer una fogata con los celulares—, sino de entender qué está pasando con una generación que tiene todo al alcance del pulgar, pero se siente cada vez más lejos de sí misma. Los adolescentes no disfrutan menos porque sean diferentes a los de antes, sino porque la forma en que experimentan el mundo ha cambiado radicalmente. Y no siempre para bien.

Ahora, un sábado puede implicar estar cinco horas en una habitación mirando vidas ajenas en TikTok, sin levantarse de la cama. Y eso, que parecía libertad, termina pareciéndose bastante al encierro"

La dopamina, esa sustancia maravillosa que nos empuja a buscar placer, solía liberarse con una charla, una carcajada, un beso, una meta cumplida, una salida con amigos. Hoy también se activa, claro, pero con una notificación, un “like”, o el scroll infinito de videos. El problema no es la dopamina, sino la vía de acceso: cuando el cerebro se acostumbra a gratificaciones instantáneas, pierde interés por las gratificaciones reales, esas que requieren tiempo, cuerpo y presencia.

Muchos adolescentes reportan que “nada les divierte”. Ni salir, ni jugar, ni encontrarse. Y no es que no quieran, es que muchas veces no pueden. Su sistema de recompensa está secuestrado por estímulos artificiales, hiperveloces, diseñados para atrapar su atención. El mundo real, con su ritmo más lento, ya no divierte.

Y ojo, porque esto no es una cuestión de voluntad. No es que “no se esfuerzan”, como suele escucharse. Es que hay una desregulación profunda entre lo que el cerebro necesita y lo que la vida virtual ofrece. El exceso de pantallas no solo impacta en el estado de ánimo; también altera el sueño, el apetito, la concentración y hasta el sentido de propósito. Cuesta disfrutar cuando el cuerpo está agotado, la mente dispersa y la emoción embotada.

Volver a registrar lo placentero en lo simple. Reentrenar al cerebro para que no necesite fuegos artificiales digitales para sentir algo"

Algunos adultos en casa, preocupados, buscan soluciones rápidas: castigan, quitan el celular, prohíben redes. Pero sin comprender el trasfondo, eso solo agrava la desconexión emocional. Lo que los adolescentes necesitan no es menos Wi-Fi (aunque un poco no vendría mal), sino más anclaje en la realidad, más momentos compartidos, más presencia afectiva, más modelos adultos que no estén igual de pegados a la pantalla.

Porque, seamos honestos: a veces los adultos también estamos atrapados en un loop de notificaciones, correos, grupos de WhatsApp, y el famoso “esperá que termino esto y te escucho”. ¿Cómo exigir atención plena si vivimos en piloto automático?

Tal vez el desafío no sea que los adolescentes disfruten más, sino que aprendan cómo disfrutar. Volver a registrar lo placentero en lo simple. Reentrenar al cerebro para que no necesite fuegos artificiales digitales para sentir algo. Reconectar con experiencias sensoriales, humanas, imperfectas.

Un picnic en el parque, una tarde sin apuros, una charla sin celulares a la vista. Juegos que no estén gamificados, vínculos que no dependan de emojis, silencios que no incomoden. Recuperar el tiempo compartido, no como excepción, sino como derecho emocional.

Adicción al celular: pandemia de la desconexión humana

No se trata de nostalgia por el pasado, ni de volver al Nokia 1100. Se trata de rescatar lo esencial: el deseo, la curiosidad, el sentido de pertenencia. Esos ingredientes que hacen que la vida tenga gusto, aunque no sea posteable.

Y si algo tenemos que hacer como adultos, no es solamente alertar, sino modelar. Mostrar que se puede vivir con tecnología, pero no vivir en la tecnología. Que hay otras formas de estar, de vincularse, de disfrutar. Que la vida no siempre viene en formato vertical ni con filtros de colores.

Quizás el problema no son los adolescentes. Quizás el problema es que olvidamos cómo se disfruta en el mundo real y, sin darnos cuenta, se lo estamos transmitiendo a ellos. No se trata de que abandonen el celular. Se trata de que no abandonen la vida.

* Especialista en educación, formadora docente y autora

Disfrutá nuestra newsletter
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas y editores especializados.