Los idus de noviembre pueden encontrar una reina desnuda en el senado o también al rey con los pantalones bajos cabildeando en el sillón de Rivadavia. O ambos cubiertos por una gruesa coraza del voto popular que los empodera.
También puede ocurrir que los encuentre con ropa deshilachada signos de una lucha que continua sin definiciones. Difícil pronosticar un resultado pero flota en el ambiente un aire que se aproximan tiempos de grandes definiciones para el futuro del país.
Algo tiene que suceder, así no se puede seguir más. Parece la consigna del momento mas sostenida en creencias que en evidencia, expectativas del momento que marcan el humor social condicionando el accionar de todos, en especial de la política, que tiene el arduo desafío de brindar respuestas.
Cómo enfrentar la Era de la Incertidumbre
El inventario de desafíos es conocidos por todos, pobreza extrema, alta inflación, gran inseguridad, pesada deuda externa, falta de trabajo digno, crisis educativa largo período de estancamiento económico. El rasgo común de estos desafíos son, que cualquiera sea el camino para intentar solucionarlos, requiere de un tiempo que excede los mandatos definidos por la Constitución, por ende, requieren consensos de ambas coaliciones políticas.
Un sistema político que exige cada dos años enfrentar dos elecciones, entre primarias, Presidenciales y de medio termino, desalienta los incentivos para lograr estos acuerdos toda ves que quien acuerda puede allanar el camino a la victoria de un contrincante si no están claramente explicitados la formas de distribuir los costos en termino de capital político que demandaran los acuerdos y su implementación. Quien se lleva el galardón del éxito y quien el destierro si fracasan los consensos pasa a ser el quid de la cuestión que condiciona la posibilidad de consensuar.
Hoy la política no tiene resuelto este dilema y resulta pueril invocar voluntarismo que impliquen sacrificar resultados electorales, única forma que tienen de empoderarse. Con lo cual independientemente del resultado del 14 de noviembre, la arquitectura política vigente es un impedimento para acuerdos que impliquen más de un mandato por que el 15 de noviembre ya empieza el posicionamiento para las presidenciales del 2023, tanto intra-coaliciones para definir liderazgos como la lógica competencia entre coaliciones.
Todo esto sucede mientras la crisis se agudiza y el humor social se pone más brumoso e impaciente.
El desafío es más en cómo se reparte la pérdida de capital político que permita una transacción política que no sacrifique el futuro de ambos coaliciones ni de sus principales actores y no tanto de qué se va acordar, con quién, y quién ejecutará lo acordado, que por supuesto es trascendente.
En un sistema parlamentario esto podría encaminarse con gobiernos de unidad nacional como ocurre con el actual gobierno Israelí, pero Argentina tiene un sistema híper presidencialista y lleva escaso tiempo experimentando con coaliciones en experiencias de ambos signos hasta ahora fallidas por tratarse más de coaliciones electorales y no de gobierno.
Por razones análogas, un gobierno de unidad nacional tendería a ser disfuncional por el reparto de cargos entre los distintos referentes políticos, salvo que se acuerde nominar como presidente a un tecnócrata sin peso propio electoral pero de gran confianza que actúe de garante para todas las partes involucradas y con entera libertad para elegir a sus colaboradores cuyo programa de gobierno seria refrendado por ley del Congreso plasmado en un presupuesto plurianual
Todo un desafío para una sociedad y dirigencia agrietada en la cual el principal rédito es denostar al otro.
* Pablo Madanes. Joint Degree en Economía y Filosofía de University College London.