La cultura en la que existimos como personas nos posibilita la capacidad de relacionarnos y comunicarnos con los demás. No elegimos la cultura en la que nacemos al mundo, es la que nos toca. En ella nos formamos, aprendemos a nombrar la realidad e incorporamos determinados valores. Poseer una cultura es también formar parte de ella, es ser capaces de relacionarnos con los demás y de procesar los conflictos de una manera determinada.
Dentro de la propia cultura son los valores y las estructuras compartidos los que nos marcan de qué forma se procesan y solucionan (o no) las diferencias.
Ya avanzado el siglo y los procesos de globalización, los escenarios en los que actuamos son en su mayoría multiculturales. Estamos destinados a relacionarnos con personas a las que les tocó en suerte otras culturas, otras formas de ver y nombrar la realidad con valores diferentes a los nuestros. Entramos aquí en el ámbito de las relaciones interculturales.
Es necesario brindar al mundo gestores interculturales que atraviesen en su formación todos los contenidos, áreas y materias
La interculturalidad es ese proceso de interacción entre personas y grupos con culturas diferentes, basado en el reconocimiento y respeto mutuo. La interculturalidad es la posibilidad de procesar y superar las diferencias.
Pero también la interculturalidad puede ser ejercida como un valor. Y ese valor le otorga a quienes lo asimilan una ventaja comparativa real: la de ser capaces de gestionar la diferencia, gestionarla cuando no hay una cultura/sentido común que nos dicte la forma de hacerlo.
En la realidad multicultural la diferencia es la regla, es el elemento presente en todos sus ámbitos. La diferencia produce por sí misma divisiones que, si no son gestionadas con inteligencia, suelen producir grietas insalvables en los más diversos escenarios.
Necesitamos con urgencia gestores de la diferencia que tengan a la interculturalidad como valor, que hayan desarrollado la capacidad de gestionar construyendo comunicaciones efectivas entre personas con diferentes culturas, con diferentes valores y visiones de lo que la realidad es y debería ser. Gestores de la diferencia que se hayan dado cuenta que la única manera de superar las grietas es gestionando la diferencia que las originan. Y esa gestión debe tener a la interculturalidad como valor principal.
Por eso entiendo que no hay que formar teóricos para gestionar, ni promover el conocimiento como una dimensión escindida de la realidad. Hay que formar gestores interculturales.
En la realidad multicultural la diferencia es la regla
La gestión no es una actividad que se puede enseñar teóricamente, hay que concebirla en su dimensión práctica, al igual que la acción y el poder. Acción, poder y gestión solo son en su ejercicio. Solo se los puede aprehender cuando la propia actividad impacta en la realidad.
En paralelo hay que ejercitarse exponiéndose a la diferencia, pero no reconociéndola en el otro, sino en nosotros, reconociendo los valores y características que incorporamos a través de nuestra cultura e identificando nuestros prejuicios y procesos inconscientes que trabajan en la percepción de lo diferente y nuestra reacción ante ello.
Así, antes de aceptar la diferencia, reconocemos cómo opera nuestro rechazo a la diferencia. Solo entonces, reconociendo nuestros prejuicios, podemos enfrentarnos de una manera positiva y constructiva a personas con valores diferentes.
Es necesario brindar al mundo gestores interculturales que atraviesen en su formación todos los contenidos, áreas y materias con esa dimensión práctica y entrenados en la relación con la diferencia, para que cuando actúen en cualquier ámbito de la realidad social construyan un horizonte intercultural para que la grieta deje de ser la regla.
* Director de la Lic. en Gerenciamiento Económico Intercultural – LiGEI/USAL @comunidad_ligei