OPINIóN
DISCURSO

Occidente contra Occidente

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Giorgia Meloni. Primera ministra italiana en el “nuevo Washington”. | AFP

La espuma discursiva imperial que hemos descripto en otras columnas impide ver los movimientos profundos que, de consolidarse, cambiarían la estructura constitutiva de lo que conocemos como Occidente. Por primera vez en su milenaria historia, el peligro pareciera estar en su interior como germen de su propia destrucción.

En este sentido, es muy interesante analizar la conferencia de la CPAC que tuvo lugar en el “nuevo Washington” y cómo pasó desapercibido un vívido discurso de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quien adelantó promisoriamente la discusión actual entre Europa y Estados Unidos.

En esta alocución expresó que Occidente es más que un espacio geográfico, sino que es una “civilización nacida de una fusión de la filosofía griega, el derecho romano y los valores cristianos”. Para ella, esta civilización está siendo atacada por una élite globalista y antisoberanista. Meloni también expresó que Occidente no puede existir sin América –aclaró que se refería tanto a Estados Unidos como a América Latina y el Caribe–, pero tampoco Estados Unidos puede existir sin Europa. Y que esas élites intentan dividir a los Estados Unidos de Europa, pero ella apuesta a que el liderazgo de Trump no lo permitirá.

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Este discurso, enmarcado en el corazón del trumpismo, que es la CPAC, como expresión de la nueva política con aspiraciones globales, tiene un sentido contradictorio, en tanto es en ese movimiento en el que se está gestando el derrumbe de Occidente desde lo identitario y lo estructural.

Y es en este corazón de valores, democracia y orden internacional que se expresa la contradicción del nuevo gobierno de la primera potencia mundial, en tanto se opone a los pilares centrales de su propia constitución existencial.

Primero, en relación con los valores, se intenta desconocer siglos de una búsqueda incansable de ampliación de derechos, que se expresa en su máxima consagración en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Si hay un pilar distintivo de Occidente moderno, es el pluralismo, la diversidad y la inclusión de las minorías. En relación con los valores cristianos, estos se sostienen en la Doctrina Social de la Iglesia, que en su recorrido milenario ha sintetizado todo su ideario en la justicia social, alejada del individualismo extremo y del hombre como producto del mercado.

Segundo, el entretejido entre la democracia y su relación con el Estado de derecho y la división de poderes como pilares de la República parecen estar en cierta debilidad y se impone un decisionismo voluntarista, en contra de un sistema de frenos y contrapesos. El ideal de los padres fundadores que crearon la democracia más sólida de la modernidad comienza a desquebrajarse. A su vez, el consensuado Estado de bienestar humanista de posguerra que aspiraba a cobijar a todos los ciudadanos en un desarrollo inclusivo se comienza a destruir por la lógica de la mano invisible.

Tercero, la interdependencia de un mundo globalizado y conflictivo por su anarquía constitutiva se ha superado con altos niveles de institucionalización y una gobernanza global que se expresa en el multilateralismo y la constitución de organismos internacionales, cuya expresión máxima es la ONU. A esta cultura diplomática se le impone una concepción de desmantelamiento de la institucionalidad internacional, la compra u ocupación de territorios con una lógica de negocios y el abandono de los aliados constitutivos y originales de Occidente.

Ante esta situación, solo queda escuchar a la propia Giorgia Meloni, quien en su discurso en Washington exclamó: “Por el amor de Dios, todo puede estallar, no es una buena noticia. Por eso haré todo lo que pueda para mantener unido a Occidente y fortalecerlo”.

*Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Austral.