La llegada de un hijo a la familia suele venir acompañada de muchísima alegría, es cierto, pero también de un verdadero desborde. Se multiplican las tareas cotidianas, en muchos casos por cuestiones vinculadas al propio bebé, y, además, se suma el desafío de la lactancia: una actividad que genera enormes beneficios para la mamá y para el recién nacido pero que también consume una enorme cantidad de tiempo y energía.
En los consultorios pediátricos, los testimonios, aún con sus matices, terminan pareciéndose de manera significativa. Los horarios de las comidas se vuelven desordenados, se le dedica la menor cantidad de tiempo posible al tema para volver a “lo importante” y hasta se suele apelar a la ayuda de la pareja, porque como la mamá tiene ambas manos ocupadas con su bebé, necesita que directamente le den de comer en la boca.
Una tesina realizada en la Argentina entre 108 casos detectó que el 46% de las madres en época de lactancia no logra concretar ninguna de las recomendaciones que reciben de los profesionales de la salud en torno a la alimentación.
Las restricciones energéticas por debajo de las 1500 calorías, se han asociado con reducción en el volumen final de leche"
Además de la falta de tiempo y del caos familiar que mencionamos previamente, aparecen otros factores importantes para que esto ocurra: la depresión post parto y el poco interés que existe en este momento biológico de las mujeres en relación a los alimentos saludables son algunos de ellos.
Investigadores argentinos comprobaron que el consumo de mate favorece la lactancia materna
También destaca el hecho de que algunos profesionales no se encuentran completamente actualizados sobre este tema. Muchas veces, las mujeres declaran no haber recibido información al respecto.
Impacto en la calidad y la cantidad de leche
Sin embargo, estamos ante un capítulo clave que debe ponerse de relevancia: la nutrición de la mamá en el momento de la lactancia impacta en la producción de la leche, tanto en la calidad como en la cantidad. Sobre esta última, la bibliografía establece que restricciones energéticas por debajo de las 1500 calorías, se han asociado con reducción en el volumen final de leche, aún en mujeres en estado nutricional normal.
El 46% de las madres en época de lactancia no logra concretar ninguna de las recomendaciones que recibe de los profesionales de la salud"
Pero pongamos la lupa sobre la calidad. Si bien el componente mayoritario de la leche es agua (razón por la cual las mujeres que amamantan sienten mucha sed: por la necesidad de reponer los líquidos que se van con la leche), la alimentación materna puede afectar la calidad de las grasas de la leche, en especial su contenido en Omega 3. También, si la dieta de la madre y/o sus reservas son deficientes en micronutrientes (vitaminas y minerales), esto puede trasladarse a la composición de la leche y por tanto a la nutrición del lactante. Entre ellos destacan: Selenio, Iodo, Calcio, Hierro, Zinc, Fósforo, Sodio, Potasio, Magnesio Vitaminas B1, B2, B3, B6, B9, A y C, y destaco con énfasis especial las vitaminas D y B12.
Maternidad y salud mental: el lado B del que no se habla
Planteada la problemática, resta definir los potenciales caminos de oportunidad. ¿No sería recomendable trabajar en la mejora del acompañamiento de los profesionales de la salud, desde el embarazo orientados a desarrollar estrategias preventivas para garantizar una nutrición completa?.¿Y qué ocurre con la atención de la mujer luego del parto? ¿No sería deseable promover que siguieran acudiendo a los profesionales de la salud durante el período de lactancia?
Queda aún mucho camino por recorrer, pero siempre, con un propósito en mente: la importancia de apoyar la lactancia materna en todas las situaciones, en la medida que sea deseada y posible.
* Profesora de la Licenciatura en Nutrición de la Universidad de Belgrano
